Violencia machista

Femicidio sexual de Liliana Sala: pidieron perpetua para el imputado

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Liliana Sala fue asesinada el 20 de diciembre de 2021 en su casa quinta de Sauce Viejo. La fiscalía sostuvo que se trató de un femicidio sexual que representó un “acto de poder” del atacante sobre la mujer y pidió la prisión perpetua. Este jueves se conocerá la sentencia.
Thamina Habichayn
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Autora: Gisela Curioni

El juicio contra el joven de 20 años, investigado por el femicidio de Liliana Sala en la casa quinta de Sauce Viejo, culminará este jueves 7 de diciembre cuando el tribunal integrado por los jueces Gustavo Urdiales, Sergio Carraro y Susana Luna de a conocer el veredicto. Este martes, en los alegatos de clausura, la fiscala Alejandra Del Río Ayala solicitó la pena de prisión perpetua para P.E.F. por encontrarlo penalmente responsable del delito de femicidio en modalidad sexual.

La querella a cargo de Carlos Rabazzi y Rubén Kilibarda, que representa a la familia de Liliana, solicitó la misma pena. Mientras que el abogado defensor Sebastián Amadeo sostuvo nuevamente el pedido de absolución para su defendido.

Pruebas contundentes

La fiscala Del Río Ayala aseguró que durante el juicio, con los más de 15 testigos y las diversas pruebas que fueron expuestas ante el tribunal, se pudieron probar cada extremo y detalle del hecho de violencia de género extrema. “El acusado golpeó, violó, mató, envolvió el cuerpo de Liliana como si fuera un desecho, tomó el teléfono y la camioneta, y huyó”, narró.

La funcionaria del Ministerio Público de la Acusación (MPA) se refirió a las pruebas más concretas contra P.E.F. que se recolectaron por medio de la investigación. “Fue una carrera contra el tiempo para no perder información de calidad”, aclaró. En primer lugar, destacó que todos los testigos reconocieron al acusado. Luego, recordó que el arma femicida, el barrote hallado en la camioneta de Liliana, tenía sangre de la mujer asesinada de un lado y huellas de P.E.F. del otro.

En el vehículo encontraron la caja del secador de pelo que el joven utilizó para terminar de envolver el cuerpo de Liliana. Este elemento también tenía las huellas del acusado. Además, la remera con la que los testigos reconocieron al joven en el recorrido que hizo en la camioneta, fue encontrada en un allanamiento a la casa donde vivía el acusado.

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Sobre el ingreso al escenario del crimen, la fiscala apuntó que a través de las declaraciones de los testigos de la fiscalía y la defensa quedó claro el vínculo de confianza que tenía Liliana con la familia vecina, que realizaba trabajos de mantenimiento en la casa quinta. Todos tenían acceso al lugar.

Un acto de poder

“De que Liliana se resistió al hecho, no hay dudas”, indicó Del Río Ayala. “Esto queda claro por las lesiones y por la sangre en algunos elementos que usó para defenderse o pedir ayuda como el teléfono de línea”, afirmó. Por otro lado, explicó que todos los golpes que recibió la mujer, e incluso el abuso, fueron antes de la lesión mortal. “Lo hizo estando ella en vida”, sostuvo.

Sobre el móvil del crimen, la fiscala expresó que no hay una explicación razonable. “Lo hizo porque quiso, la mató porque pudo y por eso es un femicidio”, afirmó. “Fue un acto de poder”, añadió.

Por último, remarcó la dimensión sexual del femicidio que está asociada al goce y al disfrute por parte de quien comete el crimen. “Están claros todos los elementos de un femicidio sexual: él la violó, eyaculó, la golpeó en zonas identificadas con la feminidad y la envolvió como un desecho”, precisó.

Por su parte, la querella adhirió a lo expuesto por la fiscalía y agregó que el acusado cometió los delitos con plena voluntad y conciencia de lo que estaba haciendo. “Quiso que la mujer sufriera, quiso vencerla física y psicológicamente antes de matarla”, destacó.

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Los argumentos de la defensa

Para argumentar que no hay pruebas concretas y concluyentes de la culpabilidad de su defendido, Amadeo utilizó la metáfora de un vaso de agua que no está completamente lleno y que se va vaciando a medida que se desarman algunas “hipótesis”.

En primera instancia, afirmó que nadie vio ingresar ni salir de la vivienda al acusado. En segundo lugar, dijo que no se hallaron prendas ni huellas del joven dentro de la vivienda. Sobre la barreta encontrada en la camioneta, mencionó que hay “probabilidades” pero no certezas de que sea el arma femicida. En relación al recorrido de la camioneta que planteó la fiscalía, indicó que solo hubo dos cámaras que captaron la patente pero no muestran con claridad quién conducía.

A su turno, la fiscala utilizó la misma metáfora del vaso pero expresó que para ella “rebalsó”, por la cantidad de pruebas contra el acusado. Cuestionó dos planteos de la defensa. “¿De qué serviría saber si alguien vio entrar o salir al testigo si no hay pruebas de que fue el asesino? Eso es lo que estamos investigando y es sobre lo que encontramos sobradas pruebas”, argumentó. Por otro lado, aclaró que la reconstrucción del recorrido de la camioneta se hizo para corroborar que fue el joven vecino de Liliana quien se la llevó, no para saber a dónde fue. “Estamos investigando si es quién la asesinó, no el robo del vehículo”, precisó.

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El defensor Amadeo también manifestó que no se pudo acreditar durante el juicio la violencia física, psicológica, ni mucho menos la simbólica. Incluso cuestionó las muestras de semen halladas en el cuerpo de Liliana. “¿Desde qué fecha están?”, preguntó y añadió que la mujer pudo haber tenido “alguna relación consentida previamente”. Sin embargo, la fiscala detalló que los resultados de ADN son compatibles con el joven acusado y que tras semejante acto de violencia corroborado en la cantidad de golpes y agresiones que sufrió Liliana, es “imposible que una relación sea consentida”. Además, remarcó que los testigos indicaron que la mujer no tenía una vida sexual activa. “¿Por qué estamos hablando de esto? ¿Qué mujer va a permitir un acto sexual en estas condiciones?”, contrapuso Del Río Ayala.

La defensa, además, puso en duda los posibles motivos del crimen. “No existió ningún móvil para provocar la muerte”, apuntó Amadeo. La fiscala alegó que el móvil se relaciona justamente con la violencia simbólica que el defensor dijo que no ocurrió. “A los tipos los matan de tres tiros, mientras que a las mujeres las asesinan a los golpes y las dejan semidesnudas. De eso se trata la violencia simbólica”, explicó.

Por último, el defensor sostuvo que una condena a prisión perpetua sería inconstitucional porque viola el principio de humanidad de su defendido y no le permite la resocialización. Además, pidió que, más allá de que su acusado sea condenado, quede en libertad hasta que la pena sea firme ya que “no hay riesgos de entorpecimiento probatorio”. A este factor la fiscal contestó que aún más cerca de la condena, es más probable el riesgo de fuga, por lo que rechazó el pedido de libertad.

Violencia sexual extrema

Durante el juicio, Del Río Ayala indicó que el joven acusado ingresó a la vivienda donde estaba Liliana en la madrugada del 20 de diciembre y la atacó en un contexto "de violencia física y psicológica, sabiendo que era una persona de más de 50 años que se encontraba sola en el domicilio", relató. Luego abusó de ella sexualmente.

La fiscalía aportó pruebas documentales, fotografías de la escena del crimen, audios de los avisos policiales, informes de profesionales de la planimetría y estudios bioquímicos. Además, declararon los testigos familiares de Sala que la encontraron el 20 de diciembre por la mañana en su casa, personal policial, profesionales peritos, médicos.

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Autora: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0

Los testigos

El primer testigo en declarar en el juicio fue Nicolás Gatti, quien encontró a su madre sin vida en la casa quinta. El 20 de diciembre por la mañana lo llamaron desde el Correo Argentino porque su madre no había ido a trabajar, algo raro viniendo de Liliana que siempre era la primera en llegar unos 10 o 15 minutos antes de las 7, su hora de ingreso. Nicolás se comunicó con su hermana Mariana, a quien también habían llamado los compañeros de Sala.

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Mariana, que también declaró en el primer día del juicio, vivía en un departamento en Santa Fe, donde Liliana también permanecía los días que no estaba en la quinta. Luego de hablar con la gente del Correo, la mujer fue enseguida hasta Sauce Viejo, vio la casa completamente cerrada y divisó que la camioneta no estaba. Intentó abrir la puerta principal con la copia de la llave que tenía, pero como también estaba la traba desde el lado de adentro, no pudo entrar. La joven decidió volver a Santa Fe y realizar el mismo camino que hacía su madre para ir a trabajar, para analizar si le había pasado algo en el camino.

Minutos más tarde llegó a la quinta Nicolás, quien no tenía llave pero revisó los alrededores de la vivienda. Pudo abrir la puerta del garage con solo empujarla porque estaba sin llave.

Allí accedió a una especie de galería techada, pero aún no podía pasar hacia el interior del hogar. Por una de las puertas vidreadas logró ver la cartera de su madre sobre la mesa, con varias de sus pertenencias desparramadas al lado.

Cuando llegó David, el otro hijo de Liliana, lograron forzar y abrir la puerta para pasar al comedor. Empezaron a revisar la casa. En la primera habitación que buscaron fue en la que siempre usaba Liliana, pero allí no estaba. Finalmente la encontraron en la habitación siguiente.

Minutos antes de encontrar a la mujer muerta, a Mariana la habían llamado desde Gendarmería para informarle que la camioneta que estaba a su nombre había sido abandonada en la zona del basural luego de un accidente. Tras el choque, desde interior habían arrojado la tarjeta verde de la joven.

Según los testigos, las únicas dos personas que entraron a la casa y vieron a Sala muerta fueron Nicolás y David. En la casa no había indicios de robo. Pero dos de los hijos de Liliana declararon que en la vivienda faltaron algunos elementos durante los meses anteriores al crimen: un aire acondicionado que estaba sin colocar, un reflector y algunos juguetes de los nietos de la mujer. Por otro lado, declararon que solo había tres juegos de llave que podían abrir la puerta principal y el garage de la casa, uno lo tenía Liliana y a los otros David y Mariana.

Además, indicaron que a la quinta tenían acceso las personas de la familia de Liliana y los miembros de la familia del acusado, que eran vecinos y realizaban trabajos de mantenimiento cuando la mujer lo requería.

Autora: Thamina Habichayn