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Fertilización asistida: recorridos en primera persona

¿Qué pasa cuando finalmente no se logra concebir pese a todas las herramientas dispuestas para ese fin? ¿Y cuando existe el deseo de maternar pero no en lo inmediato? ¿Cómo es atravesar un proceso de fertilidad sin una pareja? Dialogamos sobre mapaternidad, deseo, herramientas, cuidado, mandatos, costos y contradicciones a 10 años de la Ley de Reproducción Asistida.

 Victoria Stéfano

Autora: Priscila Pereyra

El 5 de junio de 2013 se convirtió en ley en Argentina el acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción asistida. Con esa conquista comenzaba a regularse en el país no solamente el acceso gratuito dentro del plan médico obligatorio, sino también los procedimientos admitidos en la práctica de la medicina reproductiva.

La normativa establece que toda persona mayor de edad, cualquiera sea su orientación sexual o estado civil, tenga obra social, prepaga o se atienda en el sistema público de salud, puede acceder de forma gratuita e igualitaria a las técnicas y procedimientos realizados con asistencia médica para lograr el embarazo; garantiza tratamientos y técnicas de baja complejidad (cuando la unión entre el óvulo y el espermatozoide ocurre dentro del cuerpo de la persona con capacidad de gestar) y de alta complejidad (cuando esta unión se produce fuera del cuerpo, o cuando se vitrifican tejidos vivos).

Fertifé es una organización santafesina que nace mientras la ley era aún un proyecto, como una iniciativa colectiva entre personas y familias que se veían atravesadas por la infertilidad y la esterilidad. El espacio era en sus comienzos un brazo de una organización que venía militando la ley a nivel nacional, y eligió concentrar esfuerzos en lo local, lo que tuvo como resultado que la provincia fuera la segunda en toda la nación en adherir al nuevo marco legislativo.

Yanina Solis es una de las referentes del espacio y de la temática a nivel local, y es taxativa al hablar de infertilidad: "es una enfermedad". El primer domingo de junio, en el marco del día internacional de los cuidados de la Fertilidad, organizaron una mateada abierta en la que compartieron experiencias y el recorrido hecho hasta la consecución de la ley y el después.

La reunión comenzó cerca de las 16 y Yanina y Horacio, otro referente del espacio, hicieron la introducción para los presentes. "A los hombres les cuesta hablar de esterilidad" sostuvo Horacio sentado junto a su pareja, Carolina. "Hay algo del machismo que no los deja hablar de eso", añadió otra asistente del encuentro, explicando por qué es tan importante la voz y la presencia de Horacio para facilitar que otros varones hablen de lo que significa la infertilidad masculina.

Yanina insiste en aclarar lo necesaria que fue esta ley pese a todo. Solis sostiene que "antes pensar en acceder a una técnica de fertilidad era impensable, imposible de lograr. Nadie pensaba en no lograr un embarazo como una enfermedad, no se hablaba de eso, era algo tabú. No teníamos respuesta del Ministerio de Salud, mucho menos de un diputado o un senador" menciona.

En su propio trayecto personal sufrió en el cuerpo las consecuencias de las prácticas de fertilidad aún no reguladas, previo a la existencia de la ley, que casi le costaron un ovario y la dejaron nueve días en cuidados intensivos. "Se hacían muchas desprolijidades. Yo fui un caso de eso. De tanto estimular, punzaron un ovario y lo reventaron, y provocaron hemorragias internas dentro de mi cuerpo" recuerda Yanina y relata que los efectos psicológicos de todo el proceso la dejaron mentalmente muy desestabilizada, al punto que descartó los 12 pre-embriones obtenidos. "Te pones a pensar cómo una persona pudo haber pasado por esa atrocidad en la búsqueda de un hijo. Por eso la importancia de tener una ley de fertilidad asistida, la regularización de las técnicas y que todos los centros tengan que estar registrados" insiste.

"Las cosas que cambiaron fueron el derecho y la oportunidad de las parejas, idependientemente a la elección sexual, que ahora están incluidas en la ley. Las personas, cualquiera sean tienen derecho a maternar, a paternar y a hacer uso de esas técnicas. Esa es una gran conquista" dice emocionada, y resalta la importancia de que el dinero y la edad ya no sean un factor determinante.

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La realidad local

Particularmente en Santa Fe, Yanina sostiene que la atención es muy dispar entre los efectores públicos y la salud privada. La mujer indica que el Centro de Especialidades Médicas de Santa Fe (Cemafe) cuenta con un consultorio de fertilidad con profesionales formados en la materia, pero que no posee un servicio interdisciplinario de abordaje integral, ni prestaciones de alta complejidad para responder a las situaciones que así lo requieran, lo que deja en desventaja muy clara a las personas que no poseen obra social y que no pueden costear esos servicios que sí están garantizados en la oferta privada.

Solis explica lo que significa en términos prácticos esta realidad: las personas que requieran fecundación in vitro, inyección intracitoplasmática de espermatozoides, diagnóstico genético preimplantacional, vitrificación, y otros tratamientos complejos no pueden acceder a estos sin una obra social o recursos económicos que les faciliten pagarlos, lo que deja por fuera a las personas sin recursos que desean procrear y requieren estas técnicas individualmente y o en pareja indistintamente. La referente local en la materia señala que este es "uno de los largos reclamos de Fertifé hacia el Ministerio de Salud durante todas las gestiones y ministros durante estos 10 años de la ley, y que hasta hoy aún no hemos podido regularizar".

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Engendrar otros trayectos posibles

En el espacio que Yanina referencia se reúnen no solamente quienes se enfrentan al diagnóstico de infertilidad, sino también personas de otras organizaciones que acompañan y, fundamentalmente, las familias de las personas atravesadas por esta realidad. Impera lo que Solis llama el 'corazón' de Fertifé: "sostener en red".

Ni Yanina ni Horacio lograron llevar a cabo su deseo de xaternar, pero sí engendraron un espacio que convirtió ese amor en un proyecto colectivo que acompaña a quienes enfrentan problemas al momento de concebir, y en eso se sustenta el trabajo que realizan desde la organización, brindar acompañamiento, escucha, información y contención.

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Una caja de Pandora

Mas allá de lo que se efectiviza en la realidad concreta, por fuera de la letra de las normas legislativas, la ley de Fertilidad vino a abrir puertas para quienes albergan desde distintos tránsitos sociales el deseo manifiesto de ahijar por la vía biológica, y a poner en cuestión quiénes acceden y cómo se accede a las tecnologías de la fertilidad.

Ileana Rossi tiene 35 años, vive en Santa Fe y es arquitecta. Su perfil de mujer profesional combina el desempeño en espacios de decisión dentro de la gestión provincial, con una visibilidad laboral, política y militante activa. Sentadas en un café la conversación empezó mucho antes de empezar la entrevista. Con Ile nos conocimos a través de redes sociales, y nos encontramos en la sincronicidad de querer arrebatar una garantía al paso del tiempo; en mayo pasó por un proceso de vitrificación.

Hablando de cómo se encontró en el deseo de maternar ella alude a la figura contrafeminista colectiva que conocemos todas las que abrazamos a Mafalda. "Soy una mujer que no me creía Susanita" empieza diciéndome. Y expone algo de lo que hablamos muy poco, porque aún en 2023 participar en espacios de poder con varones implica deshumanizarnos, que es eso que pasa cuando se intenta llegar, siendo mujer, a todos los frentes.

Ile narra que cuando tenía 20 años, cursando su primera carrera universitaria con promedios excelentes y colmando toda la expectativa familiar, un día algo se movió y a partir de ahí todo lo que parecía un plan en dominó de "mi casa, mi quinta, el perro golden, los dos autos y los pibes" se convirtió en una aventura que la distinguió del grupo de amigas con las que había crecido.

Su educación religiosa le había delineado a la perfección cuáles eran los pasos que tenía que dar para completarse "como mujer". Pero había otra llamada que estaba recibiendo y que tenía que ver con buscar ese plan en ella misma, en su deseo, en estar siendo. Y para eso había que ordenarse. Mientras sus amigas de la secundaria empezaban a encargar pañales, ella optó por una senda profesional propia.

"Sabía que siendo mujer tenía un costo la maternidad, el de posponer algunos sueños para ir en busca de otros. Eso lo pensé siempre en términos del tiempo que lleva la maternidad y todo eso, y me acuerdo que mi mamá siempre me decía que 'un hijo es tiempo y te modifica la vida'" señala Ileana. "Entonces siempre tratando de organizar este deseo de madre, después de los 30 sobre todo, empecé a hablar con amigas más grandes que habían pasado por distintas instancias y me empecé a dar cuenta de que esta programación tenía que ser parte de mi agenda porque el reloj biológico corría más allá de lo que la ciencia avanzaba y había alguna posibilidad de que mi deseo no solamente se tenga que posponer, sino que se podía anular por una cuestión de que me excedía".

El recorrido hecho en la búsqueda de un desarrollo profesional había dado frutos de mucho éxito para la mujer. Pero "no todo en la vida es una planilla de Excel y lo podés controlar" dice, y una vez reencontrada con ese plan y atravesada por el deseo, se propuso abrir lo que ella llama "una caja de Pandora", que traía el miedo, la incertidumbre, pero como en el mito griego, también traía la esperanza.

La arquitecta agradece muchísimo los recursos con los que contó al momento de empezar a analizar sus posibilidades reproductivas, sin evaluarlos ingenuamente. Su situación no es la de todas las personas que encaran un proceso de estas características.  "Leyendo e investigando me empecé a dar cuenta que en nuestro país hay una ley que te permite, si vos decidís, tener una maternidad monoparental y está cubierto por la obra social, pero si vos sos una persona que, como en mi caso, apuesta a una vida profesional y la maternidad pasa a ser un proyecto de vida, eso no está cubierto y tenía que ser enfrentado con mis propios medios. ¿Qué pasa con las mujeres si que tienen que atravesar ese proceso sin ninguna de esas condiciones económicas, sociales, de acceso al conocimiento saldadas mas allá del deseo?" apunta Rossi.

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El viaje

Crédito: Gentileza de Ileana Rossi

Una vez segura de emprender el recorrido una pareja de amigas le compartió a Ileana parte de su proceso y le indicó que moverse a Rosario era el punto por dónde empezar porque muchos de los servicios que se necesitan para vitrificar tejidos no están disponibles en Santa Fe. Al mismo tiempo la alertaron sobre que "alrededor de esto había mucha medicina comercial" y "que muchas veces se sintieron un número cuando fueron atendidas por médicos que veían que ellas eran un proyecto económico con cero empatía desde lo humano".

A los 33 años Ileana se realizó el primer análisis en relación a su capacidad reproductiva. Los indicadores dieron muy bien, pero los profesionales ya comenzaban a alertarle que hacia los 35 sus posibilidades iban a bajar.

Al siguiente al cumpleaños decidió rehacer el examen y efectivamente había una caída. Seguidamente se informó sobre los procesos que seguían, los costos, y qué cosas entraban por la obra social y que no.

En ese proceso destaca lo importante de contar con une profesional que acompañe y contenga. La realidad es que acceder a estas técnicas implica según relata Ileana "ir a una ciudad, ir a la otra, someterte a estudios" y conocer a varios profesionales, por lo que el médico que guía en el proceso cumple el rol de contener también.

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Impactos

El proceso total de Ile duró nueve meses desde las primeras ecografías. En ese tiempo su cuerpo también sufrió cambios abruptos. Tuvo que dejar los anticonceptivos que usaba desde los 22 años y limpiar su organismo para encarar el proceso de extracción.

Luego comenzaron las inyecciones para estimular la producción y extraer óvulos en condiciones óptimas para preservarlos y así asegurar la posibilidad de concebir en el momento que ella lo decida. Mientras tanto había que combinar con una vida profesional y personal.

"Me acuerdo patente una vez que estaba viniendo de Rosario, yo trabajo en distintos puntos de la provincia, y me pidieron una reunión a las 9:30 y yo dije 'no puedo porque tengo que llegar a las 10 a casa para inyectarme'. Es compaginar tu vida y esa semana casi congelarla, para que eso salga perfecto, porque dependía de como mi cuerpo respondía y si salía mal tenía que volver a empezar con todo lo que implica" cuenta.

Desde la experencia atravesada Ileana da cuenta de que esta situación atraviesa transversalmente todos los aspectos de la vida de la persona que la encara. "Está la carga que uno trae de la familia, de ser una mujer muy exitosa en algunos planos y siempre. Trabajo en un ámbito en donde tengo que estar enteramente fuerte para sentarme a negociar con empresarios en ámbitos de mucho poder político, económico y social".

Para la joven trabajadora es fundamental abrazar más y cuestionar menos: "En este proceso me tocó aceptar que no soy tan fuerte como pensaba, en el sentido de ser vulnerable. Y contrario a lo que se trata de levantar la bandera y decir 'las mujeres podemos todo'. Y no.  ¿Qué pasa con el cuidado emocional?" dispara.

"A las boca de dama no se las come nadie"

Natalia Sobrado es psicóloga y una de las dos mamás de Joaquina, que tiene tres años. Al igual que en el caso de Ileana, reconoce que es la primera vez que habla de lo singular de este proceso, que en su experiencia no fue edulcorado ni mucho menos. "Yo empecé a los 35 años a pensar en hacer un tratamiento de fertilización, pero creo que siempre supuse que iba a ser madre por lo que nunca me preocupé demasiado" comienza relatando Natalia. La profesional de la salud atravesó un proceso que duró cinco años hasta concebir a Joaquina.

 Para Natalia es fundamental traer a lo concreto la cuestión más estructural en torno a la letra de la Ley que es la matriz cis y heterosexual desde la cual fue pensada. Señala que esto orienta las prácticas profesionales en el marco de las técnicas de fertilidad sobre una serie de supuestos que exponen la patologización de base, y da paso a la hipermedicalización y su fase comercial. Existen, por ejemplo, procesos protocolizados que no serían necesarios en aquellas circunstancias en las que no hay diagnóstico de infertilidad (como en el caso de monomaternidades o maternidades lesbianas).

Otra cosa con la que se juega muchísimo en este entramado es la edad. "Es como un fantasma que está ahí y que para los médicos se vuelve bastante determinante y lo transmiten más en el orden de la certeza, no desde una propuesta de ir viendo cada quién con cada cuerpo". Natalia da cuenta que las cuotas de maltrato que recibió tuvieron más que ver "con la edad que con lo lésbico" y considera que tal vez esa particularidad se dio porque hizo el proceso sola. "Como deseas un hijo sola es como que te miran un poco con lástima".

Entre las variopintas experiencias hay una en la que se detiene para dar cuenta de la violencia con la cual la medicina sigue tratando a ciertos cuerpos. Natalia venía de haber hecho ocho intentos de baja complejidad. Frente a esto se encuentra con un profesional que le sugiere realizar  directamente una embrionación, es decir, pasar a una técnica de alta complejidad prescindiendo de sus propios óvulos.  Usó una particular metáfora: "es como el paquete de las galletitas surtidas, vos las pones en un frasco y primero te comes los anillos, después te comes la pepitas, y al final quedan las bocas de dama que no se las come nadie. Bueno, con tus óvulos pasa eso".

Sola o en pareja

Transitando el proceso sola también notó diferencias concretas frente a la experiencias de conocidas que habían atravesado todo en pareja. Por ejemplo, hay una instancia donde se realiza un sondeo de posibles donantes basado en características fìsicas de la gestante o su pareja. "Todas las pibas lesbianas que conozco pasaron por eso. Yo no".  En su caso, por estar sola, se asumió que Natalia querría características físicas similares a ella misma. No se le consultó.

También hay una instancia de consulta psicológica donde una de las preguntas protocolares es sobre "si le vas a decir a tu hije, por ejemplo, que fue concebide por inseminación o donación", es decir es una instancia pensada exclusivamente para una persona cis o parejas héterosexuales, ya que en personas que eligen la monomaternalidad y maternidades lesbianas es una cuestión ineludible.

Una vez atravesado el proceso los saldos también tienen que ver con el diálogo entre leyes que no se produce cuando una persona atraviesa un proceso de fertilidad, ni desde las licencias, ni desde el acompañamiento. Natalia, al igual que Ileana, menciona el "bombardeo hormonal" que impacta directamente sobre lo laboral porque inicialmente afecta la salud emocional, además del estrés de los viajes sucesivos entre ciudades o incluso provincias.

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Identidad

Autora: Priscila Pereyra

Una vez transcurrido el embarazo se abren otras lagunas. Joaquina tiene un documento de identidad que no reconoce a sus dos madres, sino solamente a Natalia, lo que vulnera el derecho a la identidad no solamente de la niña sino también de la familia que la ahija. Natalia no comparte un vínculo de pareja pero sí un vínculo afectivo y familiar profundo con la co-madre de Joaqui, lo que no fue considerado suficiente para los trabajadores del Registro Civil que le hicieron el documento de oficio a la niña.

Y aunque si bien hubo promesas desde distintos estamentos del Estado y del Gobierno de Santa Fe de resolver esta cuestión, la realidad es que hoy Natalia y Celeste, junto a Joaquina, enfrentan un proceso judicial por el reconocimiento del vínculo familiar que comparten.

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Desromantizar para no morir

La psicóloga apunta a la necesidad de desromantizar los procesos que llevan a la maternidad, incluyendo la búsqueda, el embarazo y el puerperio. En su caso le tocó atravesar el embarazo y el nacimiento de su hija durante la etapa más dura de la pandemia. Y aunque reconoce que es muchísimo mejor ya no estar embarazada, el puerperio no fue menos complejo, así como la progresiva vuelta a sus tareas regulares previas al embarazo. "Mi cuerpo volvió, pero no fue hace mucho, ahora que Joaqui tiene tres años, que descubrí que mi mente también habia vuelto" sostiene. Pese a todo el recorrido hasta acá, la crianza no está menos plagada de avatares.

A diez años de la ley muchos baches siguen presentes, y la realidad supera ampliamente las herramientas previstas. Mientras tanto, el deseo (en permanente fuga), el amor y la resistencia siguen siendo la trinchera de otras mapaternidades posibles.