Si bien es el deporte más lindo del mundo, para muchas personas es o fue también un amor tóxico: en esta sociedad la redonda además de hacernos vivir una pasión fervorosa, nos enseñó a competir de manera exacerbada y cargada de odio. Yo fui una de esas personas. Pero el fútbol femenino llegó para mostrarme un fútbol mejor. Un fútbol del que me enamoré.
Hace unos días en un torneo nacional de escuelitas de fútbol, un grupo de mamás que acompañaban a sus hijas agitaba una bandera que decía: "No me grites, ¡alentame!". Ver ese trapo le sacaba una sonrisa a cualquiera y daba cátedra también. Decidí sacarles una foto porque en tan solo segundos me hizo preguntarme: ¿Cómo vivimos este deporte? ¿Desde el goce o desde la presión?
El fútbol masculino en Argentina pone bajo tensión a miles de pibes que pasan por las escuelas e inferiores de los clubes. ¿Por qué? Porque en muchos casos, esos pibes deben ser "la joyita" que va a salvar económicamente a su familia. Apenas siendo unos niños, cargan con la presión de sus padres tras el tejido exigiéndoles jugar mejor, o inclusive ordenándoles que no le hagan caso a sus profesores. Y así algunos crecen teniendo una visión negativa del deporte categorizando la diversión entre ser "malo" o "bueno" jugando al fútbol. Gran cantidad de papás y mamás quieren que su hijo sea el "mejor". ¿Mejor que quién? ¿Quién es mejor? Jueguen bien o no también el fútbol másculino sufre acomodos, preferencias del cuerpo técnico y frustraciones acarreadas. Con la gran mayoría de la gente que establezcas una conversación sobre la formación de niños en el fútbol, ésta es la triste mirada. ¿Pero qué pasa con las nenas?
Durante muchos años las más peques si querían jugar, sólo podían hacerlo en escuelas de varones. Si es que sus padres y madres no se guiaban por el prejuicio y el miedo, claro. Pero al llegar a los 12 años, momento en que los cuerpos cambian, no les era más permitido continuar con sus compañeros. Hoy en día, fundamentalmente en el interior del país, aumentó la cantidad de escuelas de fútbol femenino y es emocionante ver la cantidad de nenas que disfrutan poder tener realmente una formación, disfrutando el compañerismo y el crecimiento junto a sus pares, algo que jugadoras adultas o cualquier mujer amante del fútbol nunca ha podido tener.
Es así que las escuelitas de fútbol femenino se viven como un espacio ganado. Un espacio que se disfruta y se construye desde otra mirada llena de valores. Donde los insultos no tienen lugar ni dentro ni fuera de la cancha. Donde emociona ver a papás acompañando a sus hijas, poniéndoles las canilleras y atándoles los cordones de los botines, y las mamás ya no tienen miedo de que se lastimen en un deporte que les decían ser de hombres, sino que las alientan a ser felices y darlo todo. Porque las peques son el futuro profesional de este hermoso deporte, aprendiendo desde temprana edad, creciendo junto a la pelota que tanto aman y teniendo sus referentes.
Qué lindo este mundo nuevo en el que tenemos ídolas ⚽️🏃🏻♀️⚡@Macasanchezj, amada en el Mariano Acosta, en la presentación de Pelota de Papel 3 😊
Fotón de @nadiapetrizzo https://t.co/qcjtLyefQa— Ayelén Pujol (@ayelenpujol) November 1, 2019
Hoy puedo ver una cancha en la que corren y disfrutan niñas. Y es así como me acuerdo de la nena que fui, esa que jugaba en el campito con varones. Que me discriminaban incluso por jugar bien, si es que me dejaban jugar. Pero la nena que fui no pudo formarse desde chiquita junto a más pibas que compartan su pasión. Lo único que conseguía era volver de la escuela, almorzar rápido y ponerme a patear penales con papá. Intentaron que vaya a danza pero no duré ni dos semanas, claro. Pero mi vida cambió cuando a mis 16 años Unión abrió fútbol femenino como actividad deportiva. Por primera vez me enseñaron a jugar con técnica, a entrenar con disciplina, a compartir con compañeras. A defender mis colores desde la pasión y con respeto, viviendo esta revolución que comenzaba a jugarse todo.
Pero todo en el fútbol siempre fue esfuerzo doble para ganarme mi lugar. Que me dejen ir sola a la cancha cuando no podía ir con mi viejo. Que me dejen opinar porque "callate, vos qué podés saber", y me manden a lavar los platos. Poder hacer periodismo deportivo en espacios llenos de varones. Porque tener tu espacio en un ambiente que era considerado de hombres, implicaba incluso cambiar tu forma de ser y tus prácticas. Automáticamente estaba con mis amigues del club e insultaba más, me ponía más violenta e insultaba a la esposa del árbitro o a la madre de un jugador. Solo para... ¿caber ahí? O para caber en las redes sociales, donde bardear al equipo contrario te hacía una copada, y pelearse con otra mujer del clásico rival era un partido repetido. ¿Eso es el fútbol?
No, las pibas nos cansamos de ser algo que no somos para caber entre machismos, y demostramos que el fútbol es otra cosa, repensando su dinámica desde una perspectiva de género necesaria. Que nosotras, lo vivimos de otro modo, a pesar de seguir aguantando el tirón contra dirigencias y organizaciones inoperantes que no apoyan el fútbol femenino cuando ponen el partido en el peor día y horario. Cuando quienes están arriba no nos dan el espacio que nos merecemos las mujeres en los clubes. Porque somos hinchas, jugadoras, directoras técnicas, colaboradoras, trabajadoras de la actividad y potenciales dirigentas que podemos mejorar el fútbol con el modo de las pibas.
Hoy podemos ver jugadoras de distintos clubes siendo amigas, abrazándose con sus rivales en las canchas. Porque la lucha que nos une a las mujeres viste una sola camiseta: la del feminismo y esta pasión por la redonda. Nos une el esfuerzo por la profesionalización, por la visibilización de un deporte de mujeres que no está de moda sino que tiene historia desde aquel 1971 en el que una selección le ganó 4 a 1 a Inglaterra y cometió semejante hazaña incluso antes que Maradona, y nadie sabía. Nos fortalece el sueño frustrado de muchas, el sueño hecho realidad de las que hoy pueden vivir de este juego y el sueño en potencia de las peques que podemos decir que hoy ya tienen sus ídolas y mañana van a ser ellas quienes jueguen en primera.
También nos llena de bronca y le tapamos la boca a cada tipo que nos dice que no podemos, cuando en el fondo su masculinidad frágil temblequea al reconocer que el espacio donde podían ser más machistas que nunca, es también de las mujeres y se tiene que correr un poco. Nos llena de orgullo ver más mujeres unidas en las tribunas donde también nos habían enseñado a ser rivales entre nosotras. Nos llena de satisfacción ver a comunicadoras alzar la voz en el periodismo deportivo. Nos llenamos de amor, por este espacio que es nuestro, demostrando que aunque hasta nosotras hayamos sido parte de esos micromachismos, hoy no los bancamos más y decimos que otro fútbol es posible.
Este es mi fútbol. Y el tuyo ? pic.twitter.com/wUtW2Io40A
— Mili Menéndez (@milimenendez20) November 20, 2019
A mi me costó un montón y me sigue costando un poco aún salir de ese amor tóxico. Pero creeme, no hay mejor forma de vivir el fútbol que en el #ModoPiba. ¿Y vos, cómo vivís el fútbol? Te propongo algo: no dejemos que nos griten, alentémonos y ganemos este partido juntas.
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