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Serendipia

Marina está cumpliendo el aislamiento social obligatorio en Madrid, España. Durante el encierro, como un hallazgo inesperado, se vio, se encontró y registró su experiencia en palabras y fotografías.

Autora: Marina A. Martinez

Cuando empecé con las fotos me gustaba sacar a las luces en la noche, me resonaba una película que se llamaba 'El lado luminoso de las cosas' y así comenzó lo que intentó ser uno de los tantos proyectos que nunca tuvieron forma. En un dolor de frustración negaba mi limitación y le echaba la culpa a la cámara.

Me atraía lo random de lo iluminado, de lo que la noche me quería mostrar y de lo que me quería ocultar. Como si la foto ya estuviera hecha y yo simplemente tenía que ir a cazar la imagen.

Al tiempo me di cuenta de que a las fotos las creaba yo y no era que estaban por ahí esperando a que las capture. Había en mí una narrativa interna que quería ser contada. Entendí que cuando una mira, mira con las cosas que leyó, con las películas que te conmovieron, con las canciones que te entraron por los pies y salieron por los poros, con el barrio en el que naciste y las flores que elegiste cortar pero también con la cloaca que oliste, con los muertos que tuviste que llorar y los encuentros que te hicieron erizar la piel...

A veces para poder ver hay que tener paciencia, porque no se ve a la primera vez, sino que hay que apropiarse de los lugares. Desde que empezó la cuarentena en Madrid esta casa ya no sólo fue un alquiler barato. No voy a romantizar el encierro, pero sí. No voy a decir que no tuve malos días, porque sí. Tampoco voy a negar que escucho una voz en off relatando la distopía que vivimos.

Pero hubo un día que “vi” la luz que entró por mi habitación, la misma en la que me había sentido asfixiada y me conmovió.  Entonces ese día también vi la cafetera italiana y la jabonera verde. Me vi y me vieron por la ventana otros encerrados. Y unos días después, la cerveza en el balcón fue encuentro. Hasta que la primavera nos hizo subir a la terraza y pudimos vernos en cuerpo entero.

Por serendipia me (re)descubrí en el gesto creativo, en el click que captura con deseo intuitivo, en la escritura con y sin reglas, encontré la libertad en una canción, en el ardor de ojos de tanto leer, en el agua caliente de la ducha.

Me negué a que la narrativa de los otros hable sobre lo que me pasaba y capturé lo que emerge de mi experiencia. El encierro me obligó al tiempo, y ya no pude esquivarlo. En el día cincuenta pude verme y me enamore de mí.

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Autora: Marina A. Martinez, politóloga, becaria Doctoral y docente. 
Feminista y fotógrafa por accidente