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Mi viaje inolvidable

Hace un puñado de horas volví de Asunción. Mi cuerpo y mi cabeza quedaron allá. Colón perdió pero siento que me vine ganando.

Foto: Facebook Conmebol Sudamericana

No se cumplieron ni 24 horas desde que llegué a Santa Fe, debe ser por eso que mi cabeza sigue en Asunción, en la Nueva Olla, para ser más exacta. Todavía el cuerpo no se amoldó al calor santafesino, un poco más piadoso que el paraguayo, que con la brisa te quema la piel. Aún sigo tarareando las canciones que me acompañaron en las 23 horas de viaje de ida y en las 21 de vuelta. No sé, parece casi la alucinación provocada por una fiebre alta que me transmuta a esas calles atiborradas de gente, mujeres y hombres, niñes, abuelos y abuelas, familias enteras, todos visten los mismos colores y deambulan ilusionados. Hablo en presente porque sigo allá, una parte mía quedará ahí para siempre. No tuvo el final soñado pero para mí fue un círculo perfecto. Una aventura única.

No sé muy bien cómo fue. O sí. En toda mi familia el rojo y el negro fueron parte de nuestra identidad. No se trata de lo deportivo, no es eso. Se trata del sentido de pertenencia, de lo familiar si se quiere. De sentir que no podés ser de otra forma y que también eso te define. No, no es un club de fútbol, es tu abuelo, tu vieja, tu viejo, tus tíos. Es inexplicable, eso es Colón: un sentimiento inexplicable.

Las horas de espera en filas, primero en el club para retirar las entradas y luego en la ruta, que iba siendo adornada por micros llenos de hinchas vestides para la ocasión, anunciaban que el “éxodo sabalero” iba a ser histórico. Pero hasta que no estás ahí, no entendés bien de qué viene la mano. Dije que el círculo me cerró perfecto porque la aventura fue con mi viejo, hincha fanático de los que se enojan y rompen radios y juran no ir más a la cancha hasta que de nuevo están en la tribuna, sufriendo, puteando, celebrando con lo que nos regala esta pasión hermosa. Y sí, somos sufridos, cuasi masoquistas, por eso somos hinchas de este club, no podríamos ser de otro.

Es un poco difícil, casi imposible, escribir sobre lo deportivo. Nuestro amado club llegó a una instancia histórica por primera vez en sus 114 años de vida: la final de una copa internacional. Nunca esperamos semejante alegría, y no, no es una frase hija de la derrota, pero eso fue ya un verdadero premio. Ver a mi papá emocionarse y llorar como un nene, ver esa cancha repleta de los colores que me acompañan desde que nací, sin dudas una conquista. Esa fue mi copa.

Lo que genera el fútbol es realmente un misterio, irracional desde donde se lo mire. Un deporte que está en vías de cambio desde que el feminismo empezó a conquistar ese césped ocupado desde siempre por varones, apenas renaciendo, rompiendo el cascarón, para erradicar eso que nos hace ruido, que no nos gusta y que atrasa. Me di cuenta que dejé de cantar canciones ofensivas y sin sentido, y también, como las pibas somos solidarias en las tribunas, enseguida nos hacemos compañeras. No había registrado eso hasta ahora. En este tramo de mi historia pude. Ni hablar de la emoción de ver pañuelos verdes en los alrededores del estadio.

Sigo enumerando los momentos, desde que salí de Santa Fe hasta que llegué a Asunción, el cansancio, el miedo por la salud de mi viejo, los nervios, la ansiedad, la tristeza de la derrota, el calor insoportable, el diluvio, el viento y el frío que me calaron en los huesos. Al igual que en el último ascenso, la lluvia le da a las situaciones un toque épico, en esa oportunidad celebramos una victoria que nos devolvía a Primera después de seis meses y de una injusticia, pero ahí estábamos, mojades y felices.

Esta vez no festejamos ningún triunfo deportivo, festejamos el triunfo de la hinchada de Colón; hicimos historia y sin dudas me quedo con eso: con el viaje eterno, con mi historia como hija, con las lágrimas de emoción que este club me sigue generando. Para les amantes del resultado, esto seguro fue una derrota, una desilusión, una oportunidad de gastar al rival eterno. Para mí fue una victoria personal, mi viaje inolvidable.