Este 25 de mayo, a 212 años de la Revolución de 1810, nos preguntamos: ¿Cómo se construyeron las figuras afros de los actos escolares? ¿Quiénes eran estas mujeres negras? ¿Qué hacían en Santa Fe en 1810? ¿Ellas también son “madres de la patria”? Historiadoras y afrodescendientes analizan cómo relatamos la negritud.
Comenzaba mayo y la maestra te empezaba a mirar raro, como con demasiada dedicación. Arrancaba el casting del acto por el 25 de Mayo: rey de España, miembro de la Primera Junta, vendedor de velas, lavandera, dama antigua, vendedora de mazamorra…
Crecimos viendo a los varones en roles protagonistas: si eras mujer, solamente podías ver la Revolución desde la plaza. Batalla perdida.
Bajo la lluvia, podías ser dama antigua con vestido con miriñaque y paraguas o te tocaba pintarte la cara con corcho quemado para vender mazamorra con gracia y alegría.
Negritud presente, pero a qué costo
En el censo que se realizó el pasado 18 de mayo, una de las 61 preguntas que se formularon fue “¿Se reconoce afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos?”. A pesar de que la historia la haya querido borrar durante más de 200 años, la cultura afro persiste. Según el informe del Censo 2010, “la construcción de la idea del progresivo ’emblanquecimiento’ de la sociedad argentina comienza en el último cuarto del siglo XIX con el aluvión migratorio de europeos, con predominancia de oriundos de Italia y España. Con esta influencia se inicia la construcción de un proyecto nacional cuyo correlato es una visión de la historia que relega al pasado a tipos sociales relacionados con el origen africano”.
Así que no, los afrodescendientes no murieron todos en la guerra del Paraguay ni de cólera o fiebre amarilla. Hubo una decisión estatal de borrarlos de la historia.
Los actos del 25 de Mayo son uno de los pocos momentos representacionales de la argentinidad en que se da lugar a la presencia de los negros y negras en nuestra historia. Julia Broguet, antropóloga e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario, explica que “la misma celebración de las efemérides fue una construcción histórica que tiene que ver con el fortalecimiento de lo nacional, con unificar la idea de argentinidad. Se generó a fines del siglo XIX y comienzos del XX, un momento atravesado por la inmigración masiva de población europea, por lo que generar una idea de Argentina homogénea, era urgente”.
Retomando a la investigadora afrocolombiana Anny Ocoró Loango, Broguet desarrolla que el acto del 25 de Mayo es uno de los pocos en los que la presencia negra fue puesta en escena. “Según su indagación, la aparición de personajes negros en los actos formó parte de los lineamientos que empiezan a dar algunas revistas no educativas especialistas como La Obra o como Billiken, que brindan algunas estrategias didácticas. Son revistas que salen entre los años 30 y 40, que proponen la inclusión de un modo pintoresco pero también marginal: los vendedores de empanadas, el farolero, las mazamorreras, lavanderas”, señala.
Por su parte, Magdalena Candioti, historiadora e investigadora de la Universidad Nacional del Litoral, profundiza que estas figuras "están ligadas a la idea de alegres vendedores ambulantes, no se da ningún tipo de problematización del hecho de que se trataba en verdad de personas que atravesaron la diáspora, fueron víctimas de secuestro, esclavización. Fijar solamente su presencia en ese momento reduce toda su experiencia”.
Mirta Alzugaray, afrodescendiente santafesina y miembra de la Casa de la Cultura Indo Afro Americana “Mario Luis López”, narra que estas figuras forman parte de “un sistemático proceso de invisibilización de los negros y las negras de la cultura africana como parte de la historia. Romantizar la figura en una niña o mujercita que vende mazamorra es una forma de negar el proceso de esclavitud en la Argentina colocándolos meramente como una figura decorativa”.
Mirta narra en primera persona lo que significó la negra mazamorrera en su vida. “La sufrí, porque en mi infancia, en la escuela, decirte negra mazamorrera para quienes todavía no conocíamos la verdadera historia, era un insulto. Creó en mí una situación de muy baja autoestima, debido a esos estereotipos generados por la sociedad, de imponer una belleza únicamente blanca. Me ha pesado mucho tiempo, pero ahora que soy adulta, que me autopercibo afrodescendiente, que conozco la historia de mis antepasados, me siento orgullosa”, afirma.
Por su parte, Lucía Molina, también afrosantafesina y presidenta de la Casa, resalta que “nosotres estamos en contra de una representatividad que sólo pasa por pintarle la cara a una niña blanca con corcho quemado. Creo que les alumnes tendrían que saber cuál era el motivo por el cual las mujeres vendían estos productos artesanales. De lo que ganaban en las ventas se quedaban la mayor parte los amos, y lo que quedaba era para comprar la libertad de sus familiares. O más bien era para alimentar un sueño de libertad”.
¿Quiénes eran las mujeres negras en Santa Fe?
En la época de la Revolución de Mayo en los principales centros urbanos, incluido Santa Fe, la población de origen africano alcanzaba un 30% del total de habitantes. El oficio que desempeñaban dependía mucho de la región. “Es distinta la cotidianeidad y las ocupaciones de mujeres negras en el noroeste o en el Litoral. Asimismo no va a ser lo mismo pensarlas en contextos urbanos donde más que nada realizaban tareas domésticas y de cuidado; que rurales, donde por ejemplo tenían trabajos vinculados a la vendimia o la cosecha”, explica Julia Broguet.
Magdalena Candioti agrega que “podían ser mujeres esclavas o mujeres libres o libertas, pero todas tenían prohibido el ingreso al Cabildo en tanto mujeres y también por pertenecer a sectores populares. Incluso hay un reglamento que podríamos considerar protoconstitucional, redactado en 1815, que excluye expresamente a descendientes de africanos de cualquier participación política. Las personas afrodescendientes van a resistir esa exclusión, van a organizarse para pedir poder votar”.
Mirta Alzugaray reflexiona: “Santa Fe en 1810 era una comunidad pequeña con una numerosa población africana y afrodescendiente. Una familia española pudiente contaba con muchos servicios de esclavizados y esclavizadas. Las mujeres cocinaban, lavaban la ropa, hacían las tareas domésticas. Pero también cuidaban hijos e hijas de sus amos, les brindaban amor. Sufrían desvalorización y abusos. Se me hace complejo y difícil imaginarlas, me genera mucho enojo, angustia. Pero también me siento orgullosa de ellas porque luchaban por ser independientes, por comprar su libertad con las migajas que recibían”.
Candioti explica que “no tenemos fuentes para conocer la cotidianidad de los sectores populares en general y menos aún de esclavizados o personas racializadas libres, pero sí podemos imaginarlas también desarrollando ciertas prácticas de solidaridad mutua, de encuentro a través de los bailes y las reuniones que hacían en las distintas ciudades de las Américas. Buscaban reagruparse y sostener en la medida de lo posible vínculos con lo afro. Se puede reconstruir a través de los libros parroquiales cómo estas mujeres eran madrinas de los hijos de otras mujeres esclavizadas; o testigos de matrimonios. Podemos reconstruir esos lazos solidarios”.
Heroínas, todas
Si bien la mayoría de las mujeres negras se dedicaban a las tareas domésticas y de cuidado, algunas también tomaron las armas. Tal es el caso de María Remedios del Valle, una mujer negra que combatió en las guerras de la independencia en el norte y ganó el rango de Capitana.
“Hay una revisión histórica que se viene realizando acerca de mujeres como Remedios, que fueron parte de gestas que materializaron a la Argentina como nación independiente”, explica Julia. Su relevancia histórica fue invisibilizada por un sistema no sólo esclavista sino también patriarcal. Argentina no podía tener una “madre” de la patria. Y menos aún, una negra. Recién a partir de 2013 se reivindica su figura y en honor a su fallecimiento el 8 de noviembre se conmemora el Día Nacional de los Afroargentinos y la Cultura Afro.
De todas maneras, Candioti propone reflexionar críticamente acerca del rol de estos héroes y heroínas: “Solemos pensar en que las tareas asociadas a la guerra (con una fuerte participación masculina) son las que gestan la patria. Pero hubo muchísimas mujeres que desempeñaron labores fundamentales en la construcción de la sociedad”.
Al respecto, Broguet resalta que “tenemos que repensar el rol de mujeres que no ocuparon lugares protagónicos en el sentido que propone la historia que nos cuentan desde las instituciones educativas, sino de aquellas que la vivieron cotidianamente. Es un posicionamiento político dar relevancia a quienes hicieron esa historia, desde el género, pero también desde los protagonismos de las clases populares, o grupos étnicos históricamente excluidos. Hay otras construcciones que no son la guerra en la gesta de un país”.
Mirta Alzugaray da algunos ejemplos: “Las mujeres negras que fueron traídas como esclavizadas a la Argentina fueron mujeres guerreras, inteligentes, princesas y plebeyas. Que hicieron lo posible y lo imposible para sostener en el imaginario colectivo su cultura afro. Que solapadamente, porque les podía costar la vida, intentaron de distintas maneras mantener la memoria a través de sus peinados, transportando semillas en sus cabellos para reproducir plantas en los lugares donde eran destinadas. Mujeres que utilizaron cualquier recurso a mano para rebelarse contra la esclavitud; que amamantaron a hijos e hijas de sus esclavócratas; que fueron sometidas corporalmente, moralmente, espiritualmente y laboralmente. Me siento muy orgullosa de esas mujeres porque crearon historia y fueron resistentes a la esclavitud como pudieron. Claro que las mujeres negras han sido las mamás de la patria”.
Escribe y edita. Colabora en la producción de notas y la realización audiovisual.