¿Qué son las terapias de conversión? ¿Qué vinculación existió con las instituciones religiosas locales? Una investigación de Periódicas que revela una red internacional vinculada a iglesias santafesinas que administraron los procedimientos entre 2004 y 2006.
Gastón Onetto es un artista santafesino que dio a conocer su experiencia de supervivencia a las prácticas denominadas como "Terapias de Conversión" y llevó adelante una presentación frente al Colegio de Psicólogos de Santa Fe, logrando un histórico pronunciamiento al respecto.
El testimonio de Gastón, junto al de otro sobreviviente, revela un entramado organizado que involucra a grupos de jóvenes de iglesias católicas, líderes y sedes religiosas de distintos puntos de la ciudad, profesionales de la salud mental, familias y una organización internacional. La investigación realizada desde Periódicas desnuda un circuito que operó en la ciudad de Santa Fe al menos desde 2004 a 2006.
¿Qué son las "terapias de conversión"?
Según la psicóloga Alejandra González, quien acompañó el proceso de Gastón luego de su exposición a estas prácticas, el término “terapia de conversión” es utilizado "para referirse a intervenciones de diversa índole que se basan en la falsa creencia de que la orientación sexual y la identidad de género de las personas -incluida la expresión de género-, pueden y deben cambiarse o reprimirse cuando no se ajustan a la norma; en particular, cuando se trata de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero o de género diverso.
Así pues, esas prácticas tienen el objetivo de “convertir” a las personas no heterosexuales en heterosexuales y a las personas transgénero o de género diverso en cisgénero.
En este sentido, el término se utiliza para designar una multitud de prácticas y métodos, de acuerdo a publicaciones de la Organización de Naciones Unidas en las que las equipara a formas de tortura.
Según da a conocer la profesional santafesina, el uso de la psicoterapia en este contexto "parece basarse en la creencia de que la diversidad sexual y de género es fruto de una educación o experiencia anormales".
González asegura además que "los proveedores de este tipo de 'terapias' afirman corregir las 'desviaciones' y contribuir al desarrollo del deseo hacia personas del sexo opuesto, que se considera como la norma deseable, haciendo que los pacientes superen sus experiencias pasadas, como la ausencia de una figura paterna o la presencia de una figura materna entrometida".
Consultada acerca de qué relación existe entre ciertas confesiones religiosas y este tipo de prácticas, Alejandra recalca que en muchos entornos religiosos, "los métodos utilizados suelen estar diseñados para tratar la orientación sexual o la identidad de género de la persona en cuestión como si fuera una adicción que se puede superar si se siguen los preceptos indicados por un consejero espiritual".
Aunque la profesional remarca que los procedimientos también pueden consistir en "prácticas inspiradas en los programas de 12 pasos que respaldan la premisa fundamental del 'quebrantamiento sexual' o la 'confusión de género', donde los límites entre la religión y la psicoterapia son difusos".
En la voz de los sobrevivientes
Explorando la expansión de estos circuitos en la ciudad de Santa Fe Periódicas accedió al testimonio de quien llamaremos "Joel" para preservar su identidad. Y que da cuenta del funcionamiento y las distintas etapas de la red que empleaba estas técnicas de "corrección" de la orientación sexual y la identidad de género.
Joel relata que entró en contacto con la red en 2006 a través del grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora del Tránsito, a la cual asistía su familia.
Detección
Según se desprende de su narrativa, el circuito vinculado a esa institución comenzaba con la detección de personas de interés. Esta acción sucedía durante los eventos colectivos del grupo de jóvenes, en el momento en que decidían hablar de su orientación sexual o identidad de género autopercibida con el párroco, o en el núcleo familiar con sus parientes cercanes.
El muchacho relata que años antes de los hechos había participado de retiros espirituales en la iglesia con el grupo de jóvenes y que por testimonios de personas conocidas sabía que "algunos habían planteado su homosexualidad en esos retiros, en una charla íntima con el sacerdote, y él los orientaba de alguna manera a poder 'sanar' eso".
En el caso de Joel, él decidió tener esa conversación dentro de su entramado familiar. Esto provocó fuertes tensiones en su hogar y llevó a que sus padres, profundamente católicos, buscaran ayuda en la institución religiosa de la que eran fieles.
Vinculación con el profesional
A partir de allí, y de acuerdo a las declaraciones del joven, entraba en acción la otra pata de la red: un profesional de la salud mental.
Todo se precipitó cuando Joel se aleja definitivamente de la iglesia. En ese momento le recomiendan a su madre, desde la parroquia, abordar la situación con un profesional en específico.
El joven relata que "no es que me sentía engañado cuando llegué al psicólogo pero iba por otra cosa. Después de los conflictos que tenía a partir de eso (su sexualidad) con mi mamá, muchas veces le había planteado la necesidad de poder resolver el vínculo que estábamos teniendo".
Algo sobre lo que Joel pone su atención es el abordaje discursivo que sostenían los líderes religiosos en relación a estas situaciones. "No lo hacen de una manera violenta, explícita, no es que vos sos un enfermo, o te dicen 'no vengas más acá'. No, está vestido como de amor y misericordia, pero bueno 'no hagas nada, quedate ahí quieto, siendo eso que sos, pero no está bien que lo seas'. No te lo plantean desde una cuestión violenta. Siempre sentí un discurso de amor, lo que para mí incluso es lo más oscuro de todo. No hay del otro lado alguien gritándote que sos un enfermo, que de última te lo enfrentás. Está limitada esa posibilidad. Incluso para los mismos padres está planteado eso de 'es tu hijo, lo tenés que querer, lo tenés que acompañar, pero te ofrezco esto'" recuerda.
Crear un problema
El muchacho relata que durante los encuentros con el profesional comenzó a identificar la inducción paulatina a la terapia de conversión propiamente dicha. Uno de los argumentos que menciona es la noción de una supuesta "transferencia que hace la madre cuando está triste y está embarazada a su niño y que eso después influye en cómo va a desarrollarse como adulto", según sostenía el profesional que frecuentaba.
Joel cuenta que en el proceso "aparecían cosas muy ligadas a si mi papá era una persona presente, muy ligado a la idea de que vos sos homosexual porque te faltó tu papá".
Estos argumentos encendieron las primeras alarmas. Oportunamente, Joel contaba con una red de amigues con la cual poner en cuestión esas versiones que se le ofrecían como una realidad, y confrontaba al terapeuta con contraargumentos.
"Le decía: '¿pero cómo puede ser? Está bien, sí, mi viejo es un borrado, pero tengo amigos gays que con sus padres tienen una relación bárbara y no falta la figura paterna'. Podía plantarme en eso, pero también había situaciones que me angustiaban un montón", recuerda Joel y menciona que era en esos momentos de vulnerabilidad donde aparecía un discurso que construía un problema sobre la sexualidad.
El santafesino recuerda puntualmente que el pofesional sostenía en esas instancias que "'esto te pasa porque vos estás viviendo como homosexual", y allí ofrecía puntualmente lo que él llamaba una terapia reparativa.
Coaccionar sobre los círculos cercanos
A esa altura de los hechos otro componente también entraba en juego: motorizar la culpa dentro del círculo familiar. Cada cierta cantidad de encuentros con el profesional, este citaba a algún tutor de los jóvenes.
En la experiencia de Joel, la destinataria de esos encuentros era su madre. "Para mí fue lo más fuerte de todo. Al principio fueron unas sesiones solamente nosotros dos y después la involucró a mi mamá, solamente ella, a mi papá no. Lo cual a mí me daba a sospechar de que claramente le contaba cosas que hablábamos" comenta.
En esos encuentros el profesional aprovechaba para esparcir el germen de que la orientación sexual de Joel tenía una culpable y era su madre. "Ella iba a un lugar en el que le cuestionaban si me había acompañado o no,durante mi niñez, o cómo había sido, si había sido sobreprotectora, si no, depositándole a esa carga. Y puntualmente sobre mi mamá porque a mi viejo jamás lo llamaron" menciona el joven.
Un dato no menor es que durante todo ese período la mujer atravesaba una fuerte depresión, según Joel, inducida potencialmente por la culpa infundida. "Ver que mi vieja estaba mal fue lo que más me preocupaba, y eso hizo decidir dejar la terapia. A mí me ayudaba ir y hablar con alguien y llorar un rato, pero en mi vieja no notaba que estuviera sintiéndose mejor. Al contrario, caía, recaía en un montón de cuestionamientos sobre cómo había sido como madre. Ella, que fue madre de siete hijos, que laburaba todo el día. Entonces ella se sentía culpable porque de alguna forma no había cumplido su rol o no se había quedado en el rol materno que se suponía que tenía que cumplir".
Como remarca el muchacho, durante los encuentros con la madre "salían temas de conversación incluso sobre cómo estaba su matrimonio. Le planteaban que en mi casa mi papá estaba ocupando el 'rol de la mujer' porque había quedado desocupado a finales de la década del 90, y entonces cocinaba y nos llevaba a la escuela, y mi vieja cumplía 'el rol del varón' porque trabajaba".
Redes que salvan y ruptura con el circuito
Las redes que Joel había afianzado por fuera de la iglesia y de su familia le permitieron cuestionar todas esas realidades, porque a pesar de todos los esfuerzos realizados en ningún momento se cumplió otro de los pasos del procedimiento que era el aislamiento.
Afortunadamente el joven dio con un grupo militante LGBTIQ+ local que, según cuenta, le permitió en ese momento acceder a información que compartió con su familia, lo que le ayudó a validar su identidad como algo de lo más común y humano.
"A mí me cambiaron la visión dándome un montón de herramientas para mejorar la relación con mis viejos y que ellos puedan entrar en un proceso de aceptación. Me di cuenta de que en vez de gritarles que no soy un enfermo, pude decirles: 'mirá tengo esta información que dice otra cosa de la que a vos te dijeron'. Entonces ahí empezó otra historia", concluye Joel.
La historia de Gastón
En el caso de Gastón su vínculo con la iglesia comienza con el voluntariado del que formaban parte él y su hermana en la Capilla Jesús Misericordioso en el noroeste de la ciudad. Allí, el joven empieza a participar activamente de los espacios sociales de la curia en Los Troncos y Loyola Sur, y eso lo fue llevando a comprometerse también en un sentido más espiritual.
El contacto con el profesional en este caso comienza en 2004. Gastón tenía 20 años y había comenzado a cursar la carrera de psicología, lo que fue el enganche definitivo para sostener las propuestas "terapéuticas" del médico.
Cabe destacar que en los casos de Joel y Gastón las iglesias son distintas, aunque dentro de la misma confesión religiosa, el catolicismo. Y otro dato no menor es que ambas se vinculaban con el mismo psicólogo.
En el derrotero de Gastón la terapia comenzó por propia voluntad y sin engaños, porque el muchacho estaba buscando comenzar un espacio terapéutico por cuestiones relacionadas a sus estudios. Alentado por les amigues que había cosechado en el entorno de la iglesia se vinculó con el profesional, que era conocido entre la comunidad por "ser cristiano", en un marco donde el abordaje "profesional" se mezclaba con lo religioso.
Gastón cuenta que en ese momento "no me llamó tanto la atención que hablara de Dios en la primera consulta, porque yo estaba en ese mambo. Pero a la tercera consulta le cuento que estaba saliendo con un pibe, y el tipo me hizo una cara tremenda y no lo estimuló para nada. Me dijo que eso no era de Dios, que si yo lo había pensado antes y que cómo podía participar de las cosas de la iglesia'".
Y aunque la extrañeza se hacía presente apenas iniciados los encuentros, Gastón cuenta que estos primeros indicadores de que la terapia no era usual fueron sutiles en comparación a lo que vino después.
Cuestionar el deseo
Onetto comenta que el profesional se tomó todo un tiempo en el espacio terapéutico para construir su identidad y deseos como un problema. "Le habrá llevado como seis meses, me traía material bibliográfico de psiquiatras y psicólogos que hablaban del tema y todo el tiempo hacía alusión mis estudios".
Durante los encuentros el profesional de salud mental construyó este problema al cual denominó "quebrantamiento de género". Al igual que en caso de Joel, y apoyado en la bibliografía que sumaba a la terapia, las causas del "quebrantamiento" eran algún "abuso en la infancia, un padre ausente o muy debilitado, o una madre entrometida" relata el artista.
El pseudodiagnóstico es popularmente utilizado para introducir a personas LGBTIQ+ en estas prácticas. Existen publicaciones que argumentan y justifican no solamente las llamadas terapias de conversión sino también que ahondan en los motivos que supuestamente disparan al "quebrantamiento".
A esta altura es que Onetto identifica el comienzo del "malo terapéutico" como lo llama. "La terapia consistía en evitar el estilo de vida gay que suena de lo más bizarro que hay", comenta ahora entre risas.
En la práctica esto suponía un fuerte aislamiento del sujeto, y en este caso de Gastón en particular, lo que se traducía en "evitar la música gay, las amistades gay, obviamente el chongo gay con el que estaba saliendo en ese momento" recuerda Onetto.
Conforme avanzaban en los encuentros, Gastón interiorizaba cierto convencimiento, sobre todo por el discurso cuasiacadémico. Eso lo llevó a efectivamente cuestionar su orientación sexual, sus vínculos y toda su subjetividad acorde a estas ideas que el psicólogo le presentaba, en particular a través de la literatura de Andrew Comeskey.
Comiskey es un reconocido religioso y político que se define como "ex-gay" conocido por ser líder de Desert Stream/Living Waters Ministries, una organización que también se meciona como "ex gay" internacional. Es autor de varios libros que argumentan que es posible "liberarse" de la homosexualidad. Entre sus materiales más conocidos está la publicación "Liberando a los homosexuales", de 1988, y el programa inspirado en la bibliografía de Comiskey se ofrece en todo el mundo como una cura para personas LGBTIQ+.
Aislamiento
Durante la terapia Gastón manifestaba abiertamente que, pese a los esfuerzos, su deseo y subjetividad permanecían intactas. Pero el quiebre comenzó concretamente cuando se puso un límite a las personas con las que podía vincularse.
"Él hizo mucho hincapié en el control de las personas con las que yo me vinculaba. Ahora lo veo como aislamiento. En ese momento yo no me daba cuenta pero por ejemplo decía 'con tus viejos vos no podés hablar de esto, ellos no son personas de Dios, no van a entender lo que vos estás transitando'. Le hacía caso. Había cortado con amigues putes y me vinculaba con gente de la iglesia" dice Onetto.
Gastón menciona que el psicólogo investigó y aprobó con qué personas debía vincularse y podía hablar. Pero esa elección selló el principio del fin de esta experiencia.
Onetto relata que los amigos que había hecho en la iglesia, y que eran los admitidos por el terapeuta, comenzaban a devolverle observaciones negativas acerca del impacto que estaba teniendo en él la terapia. "Una de estas amigas en particular me dice 'Gas, yo te veo como que se te apagó la sonrisa'. Les creí y para mí fue muy importante porque estas personas eran súper religiosas y era con las que me podía ver" menciona el ahora artista y profesional de salud mental.
Frente a eso, el terapeuta intentó llevar a Gastón a consumir psicofármacos que teóricamente iban a ayudar en el proceso, aunque él declinó de manera inmediata. Y allí apareció la idea del campamento.
Instancias externas y extremas
El camino se bifurcaba entre una internación o la asistencia a un campamento, que según el profesional iba a ayudar al estancamiento de Gastón. Como las internaciones se hacían en Estados Unidos, donde está la sede de Desert Stream, para Gastón acceder a ello era imposible, por los costos. Así que acordó asistir al campamento que se celebró en La Falda, Córdoba.
Los campamentos, según cuenta Onetto, reunían a unas 200 personas de todo el país y distintos puntos de latinoamérica, además de agrupar distintas confesiones religiosas que iban desde el catolicismo a las múltiples expresiones evangélicas. Según Gastón eran los líderes de esta confesión religiosa quienes coordinaban las distintas instancias del campamento, que incluían momentos de rezo eufórico, disertaciones protagonizadas en la mayoría de los casos por norteamericanos, cánticos y música.
Los encuentros proponían convertirse en exponentes de una suerte de franquicia de Desert Stream, y poder coordinar un grupo propio "ex gay", dentro organización religiosa de origen. Este era concretamente el objetivo que el profesional había fijado para el joven santafesino.
Para participar del campamento las víctimas, cuidadosamente coaccionadas, debían tener permisos especiales. No bastaba con la recomendación del profesional. En el caso de Gastón obtuvo un aval de un sacerdote de la Orden de los Agustinos Recoletos de la Parroquia San José, situada frente a la plaza de Los Constituyentes en el centro santafesino.
A partir de la experiencia del campamento Gastón cayó en la cuenta de lo falaz de los argumentos de "cura" y "reparación", al ver en sus pares una lucha imposible y tortuosa por sostener una cis/heterosexualidad forzada.
Ruptura del circuito
Esto le significó romper de manera radical con toda la terapia. Y volvió a ver al terapeuta una vez más. "Recuerdo la última consulta. Le dije 'ya no quiero venir, no siento que esto se pueda cambiar. La verdad no sé ni si Dios existe. Y si existe tengo una imagen un poco más amorosa. Nos aceptará como somos. Porque la verdad es que no sé si quiere que cambiemos y es imposible que cambiemos'" le disparó el joven.
Gastón recuerda que el profesional lo miró "sacado, atacadísimo", y le dijo: "Gastón, es tu condena eterna la que está en juego. ¿Vos podés pensar que tu vida eterna depende de esto? Vos que estás estudiando psicología, un ciego que guía a otros ciegos. Si vos no te curas, ¿cómo vas a poder curar a otra gente?". El joven le respondió: "'Con vos no se puede hablar', agarré mi bicicletita y me fui hasta el norte, llorando" recuerda.
Cuando llegó a casa Gastón empezó a buscar información de lo vivido en internet. Así supo por primera vez que lo que había estado atravesando eran terapias de conversión, y que eran una práctica extendida por todo el mundo. Pero tardaría mas de diez años en poder llegar a denunciar todo el sufrimiento que había atravesado.
Gastón considera que hoy es posible denunciar estos hechos porque hay un marco que lo permite, sin romper con demasiadas lealtades, por ejemplo con la familia, como en el caso de Joel.
Y es que en los casos en los cuales las familias de los sobrevivientes continúan vinculándose con las organizaciones religiosas, los parientes quedan expuestos a la sanción y ostracismo dentro de sus propias comunidades, cargando con el oprobio de un familiar que no cumple con las normas de la religión y que, además, osa desafiar a la institución eclesiástica.
Redes del mal
De los relatos de Gastón y Joel se desprende el alcance de estas redes dentro de la Iglesia Católica santafesina. Funcionaron al menos entre los años 2004 a 2006, y operaron entre la Parroquia Nuestra Señora del Tránsito, la Capilla Jesús Misericordioso y la Parroquia San José, teniendo como nexo por fuera del orden eclesiástico al terapeuta que administraba las terapias.
Resta conocer aún cuántas iglesias más había implicadas, cuántas víctimas acumulan y si continúan o no operando.
Por su parte, el profesional de la salud mental continúa ejerciendo la profesión y tiene un canal propio en YouTube donde aborda cuestiones relativas a la sexualidad desde una perspectiva contraria a los principios normativos internacionales y nacionales de derechos humanos.
Escribe. Se especializa en la temática trans-travesti y las notas viscerales.