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Y después del orgullo... ¿Qué?

"Militancia" y confusión. ¿Cuáles son nuestros saldos a seis décadas del piedrazo que parió los orgullos y dónde estamos parades hoy?

Autora: Gise Curioni

Hoy, en la ciudad de Santa Fe, no existen espacios colectivos horizontales de representación o de aglutinamiento de las demandas de las diversidades sexuales.

A lo largo de este 28 de junio me quedé pensando en cómo llegamos a este momento. Repasando nuestra historia, hace ya tiempo concluí que las propias condiciones adversas a las que nos enfrentamos suelen ser nuestras convocantes: un hecho de discriminación puntual, un horizonte legislativo, un travesticidio. Pero la carrera por la subsistencia, esa tóxica relación con los Estados y las gestiones de diversidad sexual, han dejado un campo raso, minado por las atomizaciones partidarias, donde el discurso mainstream sobre la diversidad sexual, pretendido militante, aunque mas bien comercial, extiende sus colores lavados, sus publicidades digeribles de "Amor Es Amor" y pegotea glitter como política de enunciación de la existencia por toda la ciudad.

Pero el orgullo no empezó por el deseo de las hegemonías LGBTIQ+ a acceder a los mismos lugares que la heterosexualidad; mas bien comenzó como un grito contra las políticas de exterminio hacia nuestra población y el legado más fiel de esa inscripción histórica es el hecho de que, desde hace cinco años, exista en nuestro país la Marcha Plurinacional Basta de Travesticidios y Transfemicidios.

Y es que de hecho fuimos las travestis, vichosas, prostitutas, racializadas, empobrecidas las que arrancamos el piedrazo que Marsha P. Jhonson le tiró a la yuta que la asediaba y que dio pie a la revuelta de Stonewall que conmemoramos cada 28 de junio.

Después lo gay, y sus actualizaciones posteriores, por su capacidad de acumular capitales, a los que nosotras por ser todo eso que somos no teníamos, ni tenemos acceso, copó la visibilidad del movimiento y no dejando de ser tipos nunca, nos vendieron. Hecho oportuno y tempranamente denunciado por el discurso de la activista trans latina Sylvia Rivera, referenta del movimiento de Acción Callejera Travesti Revolucionaria (STAR) en la marcha del orgullo de 1973, haciendo callar a los putos traidores al movimiento:

"¡Más les vale que hagan silencio!", decía la activista frente a los abucheos. "He intentado subir aquí todo el día ¡por sus hermanos gay y sus hermanas gay que están preses! Me escriben todas las putas semanas ¡y piden su ayuda! ¡Y ustedes no hacen nada por elles! Le escriben a STAR, no al grupo de mujeres. No le escriben a las mujeres. No le escriben a los hombres. Escriben a STAR porque intentamos hacer algo por elles. Pero ustedes me dicen que me vaya con la cola entre las patas. ¡No voy a soportar esta mierda! Me han dado golpizas. Me han partido la nariz. Me han metido en la cárcel. Perdí mi trabajo. Perdí mi apartamento por la liberación gay. ¿Y ustedes me tratan así? ¿Que mierda les pasa? ¡Piensen en eso! Creo en el poder gay. Creo en que merecemos nuestros derechos o no estaría luchando por nuestros derechos. Eso es todo lo que quería decirles. Vengan y vean a su gente en la casa STAR en la calle 12. La gente que intenta hacer algo por todos nosotros, y ¡no solo los hombres y las mujeres de un club de clase media blanca! ¡Y a eso pertenecen ustedes! ¡Revolución ahora!". 47 años, una ley de Matrimonio Igualitario y una de Identidad de Género después, podríamos haber arrancado cualquier micrófono, decir exactamente lo mismo, y tendría tanto sentido como en ese momento.

Y es que desde el preciso inicio de nuestro movimiento hemos venido celebrando victorias pírricas. Las travestis de la casa STAR presagiaron el lugar que íbamos a ocupar siempre dentro de ese montaje de colores chillones y pese a los esfuerzos conciliadores de ciertos sectores panzallena realmente es muy difícil sostener vínculos militantes con tinchos y milipilis de la diversidad sexual cuando para nosotras la identidad pasa por las chapas, la olla y una supervivencia más o menos digna que dure más de 35 años. Aun así nosotras nunca claudicamos.

En el tintero continúa la realidad concreta de nuestra población. Las realidades que hoy pasan por la asistencia alimentaria, la falta de respuestas frente a nuestros cuerpos siliconados devenidos bombas de tiempo, y el lamento de siempre sobre las paupérrimas condiciones de acceso al empleo, a la educación, a la vivienda de nuestres hermanes que parecen no alarmar a nadie más que a nosotras.

Claro que existe una deuda enorme de formación intergeneracional entre militantes de la diversidad, y creo que allí reside el eje central de nuestros problemas. Los pases de mando épicos de Capital Federal no tienen ningún significado en la carnicería provinciana por acceso a cargos de gestión. Y los partidismos juegan un papel fundamental en esa carnicería.

Mientras peronistes y socialistes continúan peleando en redes por quién debería haber hecho qué y quiénes tendrían que hacer qué cosa, y nosotres continuemos sin cristalizar espacios comunes, donde antes que todo seamos putos, tortas, trans, no binaries y travestis, reconociéndonos per se en nuestras interseccionalidades, en nuestras condiciones concretas de existencia y en los privilegios, que no pocos han acumulado desde Stonewall para acá en detrimento de las mismas de siempre, vamos a seguir observando, cómplices, como se concreta el exterminio que dio pie al nacimiento de nuestro movimiento.

Amor es amor, mi verga.