La “falsa denuncia” o las “mentiras en los relatos” son de los primeros factores que se alegan ante la violencia sexual y de género. ¿Por qué alguien se expondría a la Justicia si está mintiendo? ¿Son los relatos las únicas pruebas? ¿Se puede sostener un relato falso? Algunas preguntas necesarias antes de juzgar a las personas que denuncian.
De 2014 a 2019 crecieron las denuncias por delitos contra la integridad sexual en la provincia de Santa Fe. En los últimos años, la tendencia se mantuvo en valores similares. El año pasado se iniciaron 4077 investigaciones en todo el territorio provincial.
La Unidad Especial de Violencia de Género, Familiar y Sexual de la Regional 1 del Ministerio Público de la Acusación (MPA), se encarga de estos delitos e inicia aproximadamente el 80% de los legajos. En su jurisdicción, el promedio de denuncias ronda los mil legajos anuales. Actualmente, los fiscales y las fiscalas atienden un juicio por delitos contra la integridad sexual por semana, es decir, cuatro o cinco en toda la Unidad.
Entre los principales argumentos que fiscales, fiscalas y querellantes de estos casos deben desarmar, se encuentra la idea de “falsa denuncia” o “relato falso”. Atrasa, sí, pero esta “teoría” o “mito” no solo es utilizado por la sociedad patriarcal, sino impulsado por muchas defensas judiciales.
La fiscala Jorgelina Moser Ferro, jefa de la Unidad Especial, indicó a Periódicas que es improbable que una persona se exponga a todo el proceso que conlleva denunciar a su agresor, sin que sea verdad. “Al explicar la dificultad de llevar adelante una denuncia falsa, nosotros hablamos de motivación, es decir, nos preguntamos cuál sería la finalidad de esa denuncia”, aclaró. “En los casos de violencia intrafamiliar, por ejemplo, la persona que denuncia corre el riesgo de quedar sola o aislada de la estructura familiar, porque siempre es más fácil creerle al abusador”, explicó.
Para la fiscala, la sobreviviente tiene que atravesar ese vacío afectivo y social, pero también problemas económicos. La pobreza, el cansancio por la burocracia, el desconocimiento de los tiempos judiciales y problemas sociales y afectivos, son algunas de las cuestiones a las que la persona que denuncia se debe enfrentar.
Carolina Walker, abogada querellante en casos de violencia sexual y de género en toda la provincia, dijo a Periódicas que es una “falacia absoluta” creer que inmediatamente después de un relato de una mujer denunciando, un hombre es detenido y se le arruina la vida.
Como querellante, su rol es acompañar a la persona denunciante (mayor o menor de edad) y representarla en el proceso judicial. “Para que alguien haga una denuncia falsa tiene que tener muchas ganas de pasar por situaciones traumáticas por todo lo que conlleva el acceso a la justicia, a eso no lo desea nadie”, advirtió y describió los pasos antes de llegar a una imputación.
Primero una persona hace una denuncia. En Santa Fe, la mayoría de los casos son denunciados en las comisarías, mientras que un 10% se hacen directamente en el MPA o en Centros Territoriales de Denuncia. Luego es citada por el MPA para profundizar el relato o ampliarlo. Cuando se trata de un menor de edad deben intervenir equipos especializados y el relato se hace en Cámara Gesell. Recién después de todo eso vienen las audiencias de nivel judicial. “No es una situación placentera ni rápida por lo que alguien querría pasar voluntariamente”, puntualizó Walker.
No son falsas ni tardan
La fiscala Moser Ferro señaló que “las personas denuncian cuando pueden”, en muchos casos sucede luego de algunos años de que ocurra el hecho y casi nunca es de manera inmediata. También informó que constantemente se realizan denuncias por hechos que ya prescribieron y que no pueden ser juzgados, lo que no quita que hayan ocurrido. Además, hay algunos casos que se desestiman por falta de pruebas, pero se puede volver a realizar la denuncia con nuevas herramientas.
A pesar de las innumerables pruebas y contextos que se deben probar en cada caso, hay siempre un descreimiento de la palabra de la sobreviviente y ese es uno de los principales argumentos de las defensas. Sin embargo, no es el único que se repite.
Según la funcionaria del MPA, se basan generalmente en patrones relacionados a esterotipos de género. La falsedad del relato, la vida sexual de la víctima, la ropa que usa, la profesión, los ambientes que frecuenta. Estos argumentos vetustos siguen siendo escogidos por algunas defensas a la hora de presentarse ante los jueces. Por su parte, Walker advirtió que “hay abogados y abogadas defensoras que trabajan muy bien y dentro de los parámetros de acuerdos nacionales e internacionales respecto a cuestiones de género, pero son los menos”.
El interés económico de quien denuncia es uno de los factores que interponen más frecuentemente. También la idea de que un adulto del grupo familiar ejerce presión sobre un menor para que mienta, sobre todo si hay una mujer en el medio, por ejemplo una madre. “Cuando se trata de menores de edad, hablan de ‘condicionamientos de adultos’”, explicó la fiscala Escobar Sello. Sin embargo, remarcó que es muy complejo que un menor pueda sostener algo que le dijo otra persona en una Cámara Gesell. “Es una entrevista con un profesional que tiene herramientas efectivas para realizarla, frente a cámaras y con el conocimiento de que hay otras personas mirando”, narró. Por otro lado, también mencionó que las defensas a veces alegan que los profesionales realizan mal las entrevistas.
La abogada Walker precisó que esta idea de que la madre o el padre obligan al menor a mentir fue denominada “síndrome de alienación parental”. Se trata de un término que era utilizado para describir el rechazo de un hijo hacia uno de sus progenitores, negando el contacto con este. Pero esta teoría fue rechazada por Colegios de Psicólogos y la OMS y en Argentina está prohibido introducirla en los procesos penales. “Lo que hacen es usarla pero disfrazada, sin ese nombre pero dando a entender el mismo procedimiento”, lamentó.
La víctima perfecta y la mala víctima
Hay también una idea instalada de lo que debe hacer y sentir o cómo debe ser alguien que sobrevive a la violencia sexual. “Hay un estereotipo de mujer víctima que es la que denuncia enseguida, está mal, quiere suicidarse, caer en depresión”, detalló la abogada. “Siempre escuchamos cuestionar por qué no denunció antes, por qué siguió viviendo con su abusador, por qué no lo contó”. Son cuestionamientos que se le hacen a una sobreviviente partiendo de que hay una forma común o un patrón que debe respetar.
Otro elemento que se utiliza para intentar desestimar la palabra de la sobreviviente es la idea de la “mala mujer”, recayendo en cómo se viste, qué hace, de qué trabaja, qué ambientes frecuenta. “Siempre se habla de una mujer que denuncia por despecho o interés”, apuntó Walker. “Incluso hay defensas que llevan adelante trabajos muy poco éticos, que rozan la ilegalidad, que investigan los entornos de la denunciante de manera oculta o a través de vecinos y conocidos”, contó.
La importancia del relato
Es importante destacar que los delitos contra la integridad sexual, a diferencia del resto, se producen generalmente en la intimidad. Por ese motivo, el relato de la persona sobreviviente es fundamental, pero no es lo único que se tiene en cuenta al momento de probar los hechos.
“No se trata solo de un relato contra otro”, aseguró a Periódicas la fiscala Alejandra Del Río Ayala que trabaja en la Unidad Especial desde su creación. El testimonio de la sobreviviente es un elemento más de prueba pero también se analizan los daños que causa el delito, a quiénes se lo cuenta primero, cómo cambió su vida, cómo se sostiene ese relato en el tiempo. “Hay toda una prueba alrededor, un contexto”, precisó la fiscala.
Carolina Walker sostuvo que la mayor complejidad es animarse a exteriorizar el relato. Ni siquiera denunciarlo, sino poder contarlo a alguien cercano, un psicólogo o un abogado.
“Como la mayoría de los abusos son cometidos en el ámbito más íntimo, contamos con un testigo único que es la víctima”, detalló la querellante, pero remarcó que es importante contextualizar la situación relatada. Se busca probar el parentesco en el caso que sean abusos intrafamiliares, los lugares, los horarios, se tienen en cuenta las actitudes posteriores a los delitos, las personas que escucharon por primera vez el relato e informes de muchos profesionales de la ciencia. Es que el relato también es analizado por profesionales especializados en áreas como la psicología que tienen herramientas para indicar si está dentro de los parámetros de la validez. “No juzgan la verdad ni la mentira, sino si tiene coherencia”, explicó.
En cuanto a la prueba biológica, la abogada indicó que hay muchos casos en los que los otros elementos antes mencionados son tan contundentes y bastan para probar el delito que no es necesario llegar a la instancia del examen biológico, ya que implica someter a la persona denunciante a una nueva situación traumática. “En el caso de los menores de edad yo creo que no debería realizarse nunca, pero de todas formas hay algunos fiscales que la piden”, aclaró. “Obvio que la víctima se puede negar”, añadió.
Autora: Thamina Habichayn