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Mujer adicta: mala madre y mala víctima

¿Es posible pensar el abordaje de las adicciones desde una mirada feminista? ¿Qué pasa con las investigaciones al respecto? ¿Cómo influyen los estereotipos de género? Periódicas dialogó con Ximena Botes, quien se especializa en el tratamiento de adicciones con perspectiva de género.

Autora: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0

Hace una semana el caso de una niña secuestrada que desapareció el pasado lunes por la mañana en el barrio porteño de Parque Avellaneda conmovía al país y era tema central de los principales noticieros nacionales. M.Y.B. tiene siete años y vive en situación de calle junto a su madre. Por su búsqueda se activó la Alerta Sofía. Tres días después, gracias a la colaboración de una vecina, apareció con vida y su captor fue detenido.

Durante los tres días de su desaparición tanto su madre como su abuela participaron en manifestaciones e hicieron declaraciones a la prensa. En medio del pedido desesperado, la abuela de la niña hizo referencia a la adicción a las drogas que padece la madre de M.: “Mi hija es drogadicta pero a la hija la tiene bien. (...) Espero que ella ahora deje la porquería. Ella llorando en la comisaría me dijo: ‘Si le pasa algo a M. me mato y si aparece dejo las drogas''. Por su parte la mamá de M. aclaró: “Yo a mi hija no se la regalé, no se la vendí como están diciendo”.

A la angustia por la desaparición de M., se le sumó el estigma por su adicción. Y es que en el “sentido común”, una madre adicta es una mala madre y si algo le pasa a ella o a su hija, es también una mala víctima.

Periódicas dialogó con Ximena Botes, quien se especializa en el tratamiento de adicciones con perspectiva de género y trabaja en Abra (un centro interdisciplinario especializado en el abordaje, prevención, investigación y docencia en el campo de las adicciones). Allí forma parte de los espacios de redes y fortalecimiento familiar. Además es parte del equipo de abordaje territorial y es coterapeuta de las terapias grupales. En su Trabajo Integrador Final (que se encuentra en instancias de corrección) indagó sobre el consumo problemático de sustancias en mujeres y todo lo que tiene que ver con la accesibilidad del tratamiento y el abordaje con una perspectiva de género.

“Lo que a mí me motivó a llevar a cabo este tipo de trabajo era poder visibilizar a la población femenina dentro de las problemáticas de consumo y dar cuenta de que existe una desigualdad basada en el género a la hora de poder acceder a un tratamiento o a la hora de mantener y sostener un tratamiento para elaborar un abordaje de estos consumos problemáticos”. Botes explica que según la ley 26.934 (Plan Integral para el Abordaje de los Consumos Problemáticos) los consumos que se consideran problemáticos son aquellos que se producen mediando o sin mediar sustancia alguna, de forma crónica, lo cual va a afectar negativamente la salud física, psíquica y las relaciones sociales de la persona. Además, hay otro tipo de comportamientos compulsivos, que están asociados al juego, a la tecnología, a la alimentación, a las compras, que también pueden considerarse problemáticos.

Al consultar sobre si es posible pensar estos consumos desde una mirada feminista, Botes responde que "históricamente todos los estudios, investigaciones y estadísticas no se han centrado específicamente en la población femenina. Siempre la norma y el parámetro de todos los estudios fueron los varones. Por eso cuando hablamos de la población femenina como usuarias de drogas, decimos que son poblaciones consideradas ocultas. Es decir, no hay estadísticas certeras y concretas respecto de cuántas son las mujeres en promedio que consumen, de qué edades, cuáles son las condiciones en las que se produce el consumo, cuál es el acceso que tienen a un tratamiento.

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Estereotipos y ocultamiento

Acerca de cómo afectan los estereotipos de género en el abordaje de esta problemática, la especialista afirma que una mujer que tiene un uso problemático de drogas va en contra de los estereotipos femeninos clásicos. "Son estos estereotipos y sus roles asignados (maternidad, tareas de cuidado, tareas domésticas) los que  contribuyen a que la mujer traslade el consumo desde un ámbito público al ámbito privado, dentro de  la familia o del hogar o incluso en solitario y esto a su vez contribuye a la invisibilización". Es de destacar que para cualquier persona es difícil asumir y empezar a problematizar un comportamiento adictivo. Pero "si a eso le sumamos el estigma y la representación social que conlleva ser una mujer usuaria de drogas, esto retarda el pedido de ayuda", afirma. Y tiene como consecuencia que las mujeres muchas veces no puedan problematizar su consumo. "En el caso de ser madres, el miedo es se le saque la custodia de los hijos o sea juzgada como la mala madre. También puede ocurrir  que estén atravesadas por otro tipo de problemáticas como puede ser la violencia género y/o la prostitución. Entonces juega también el temor a ser caracterizadas como malas víctimas, pensar que se lo tenían merecido”, afirma Botes. 

Consultada acerca de la manera en que los tratamientos sobre consumos problemáticos debieran considerar la perspectiva de género, Botes aclara que actualmente la mayoría de las instituciones intenta llevar a cabo un tratamiento integral. Entendiendo que un consumo problemático afecta una o varias dimensiones de lo que componen el ser humano, es decir el área laboral, el área familiar, el área social, el área de pareja, comunitaria, física y psíquica, se intentan diseñar tratamientos con diversos dispositivos en los cuales cada una de esas áreas esté contemplada. Sin embargo, asegura que  "la bibliografía sostiene al respecto que se vuelve necesario en algún punto considerar la variable género como una dimensión a evaluar en los tratamientos. Es necesario  empezar a pensar tratamientos teniendo en cuenta una población femenina ya que ya existentes fueron construidos por varones y para varones. Y muchas veces  se termina aplicando el mismo modelo de tratamiento pensado para un varón, a las características de una mujer o de una mujer usuaria de drogas, que claramente en la mayoría de los casos termina en un fracaso del tratamiento.

Autora: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0

Menos tiempo para nuestra salud

La especialista explica que no contar con una perspectiva de género que tenga en cuenta las necesidades y las particulares de cada mujer no sólo afecta en la elaboración de los diseños de tratamiento sino también su desarrollo y sostenimiento: "A veces faltan espacios adecuados y horarios flexibles a la hora de pensar un diseño de tratamiento para estas mujeres. Entendiendo que lamentablemente las mujeres continúan siendo en las encargadas de tener gente a su cuidado, de las tareas domésticas y  esto termina cortando en los horarios y la disponibilidad de las mujeres. Esto lo vemos sobre todo con aquellas que son madres, no saber donde dejar a sus hijos porque no cuentan con una red de apoyo que la acompañe en este proceso".

La apuesta es que las mujeres puedan empezar a repensar otras cuestiones que las atraviesan por el simple el hecho de ser mujeres "y corrernos un poco de las sustancias y problematizar estos otros enunciados. En la terapia grupal, por ejemplo, tratamos de que las mujeres comprendan que la perspectiva de género es una herramienta que les va a permitir cuestionarse y reflexionar acerca de lo que implica para cada una de ellas ser mujer hoy en día y también ser una mujer con consumo problemático en esta sociedad.

Botes también destacó la necesidad de capacitaciones sobre perspectiva de género en los profesionales de la salud mental y la necesidad de un vínculo fluido y estable entre quienes deciden políticas públicas y las instituciones que trabajan con esta problemática.

El trabajo de Abra

Abra es un centro interdisciplinario de alta complejidad especializado en adicciones y consumos problemáticos. Trabaja de manera horizontal lo cual le permite realizar un seguimiento personalizado y adecuado a las necesidades de quien transita un consumo problemático.

"En Abra lo que intentamos es hacer tratamientos personalizados, es decir que en base a entrevistas previas con cada uno de los y las consultantes se hace un diseño de tratamiento acorde a las características y necesidades de cada persona. De ahí surge que puede utilizar uno o todos los dispositivos: actividad física. yoga, boxeo, terapias ocupacionales, individual y grupales. También contamos con grupos terapéuticos, que son más dinámicos y lúdicos. Además existe el espacio de psiquiatría, nutrición y de clínica médica".