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Si usted no es trans, cállese la boca

Un proyecto educativo para personas trans... ¿incluyente o excluyente? En definitiva no es su puto asunto. Si no es trans solamente lea y cierre el pico.

Autora: Gise Curioni

Esta semana el gobierno provincial anunció oficialmente un secundario para personas trans en Santa Fe. La noticia rápidamente generó comentarios negativos y motes transexcluyentes, incluso de ciertos "feminismos" y "feministas". Por encima de la polémica, en definitiva el punto es: gente cis, ¿a ustedes quién les pidió opinión?

En cuestiones de política pública específica para las personas trans, a ocho años de la Ley de Identidad de Género y a pocos meses del decreto presidencial que dispone de un cupo mínimo reservado para travestis, transgéneros y transexuales en la administración pública nacional, muy pocas cosas se han modificado sustancialmente.

La realidad es que, pese a las conquistas, el acceso a la educación, a la salud, a la vivienda y al trabajo no han aumentado significativamente, así como la esperanza de vida no se estiró más allá de los 40 años.

Pese a esos fracasos, que tienen que ver con que el cis-centrismo aún impera en la forma en las que se piensan y llevan adelante las instituciones, seguimos escuchando, permanentemente, que cada vez que un proyecto específico para personas trans se ejecuta, es una manera de excluirnos.

¿Pero es la especificidad una forma de exclusión?

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Hablemos de discriminación positiva

Las políticas de cupo históricamente han sido el peldaño intermedio a la integración de sujetos sociales sistemática e históricamente excluidos de ciertos ámbitos.

Esas acciones fueron pensadas y diseñadas para forzar al sistema a pluralizar a sus representantes y por tanto a sus expresiones. Hoy no se nos ocurriría decir que el cupo femenino, por ejemplo en la participación política, fue una forma de exclusión. En el tiempo vemos que esa herramienta transformó definitivamente la política, no sólo en nuestro país sino en el mundo.

Circunstancialmente el cupo fue necesario para que las mujeres pudieran acceder a las listas y meter sus propias demandas en una agenda política marcada por el dominio masculino. Y efectivamente logró su finalidad, para después dar paso a la paridad de género, en un momento histórico donde no se nos ocurriría ni por casualidad cuestionar la participación política de las mujeres.

Entonces la especificidad de esa política dirigida a las mujeres como grupo social, a través de la discriminación positiva, permitió que pudieran acceder a esa participación que no era otorgada de otra manera que no fuera normativa. Hasta que el escenario finalmente fuera otro y avanzáramos progresivamente a la igualdad que aun construimos.

En el caso de las personas trans es el Cupo Laboral la política que se basa en la discriminación positiva para emplear a un sector que de otra forma, pese a su formación profesional y herramientas técnicas no sería empleado por el prejuicio social que existe hacia nuestra población.

De esa misma manera, el proyecto de inclusión educativa a personas trans en un espacio especifico para nosotras, pero no excluyente para quien quiera estudiar allí, busca subsanar el hecho de que, según el censo de la población trans de 2018, el 60% de las personas trans no concluyó sus estudios secundarios. Y ello en relación no a que las personas trans no quisiéramos formarnos, sino atendiendo a que las instituciones educativas, pese a los años transcurridos desde la implementación de leyes importantísimas como la Ley Nacional de Educación y la de Educación Sexual Integral (ESI) sigue resultando expulsiva para nosotras y nosotros.

De todas maneras es válida la pregunta... ¿Es necesario un proyecto con estas características en este momento? Las cifras hablan por sí mismas, pero también la experiencia.

El primer bachiller trans del mundo: la Mocha Celis

La Mocha es el primer bachiller especifico para personas trans en el planeta. Tiene sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y es la escuela que abraza y forma a todas las personas trans que deseen terminar sus estudios en un espacio libre de violencias cis.

Como proyecto autogestivo, abrió las puertas a cientos de personas trans que conquistaron su título secundario, amadrinado por activistas trans enormes como Lohana Berkins.

En lo concreto la Mocha existe porque la desigualdad existe, y garantiza el acceso irrestricto a un derecho constitucional como es el acceso a la educación.

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Pero si no es trans, mejor que ni opine

La realidad es que sin el fracaso de las instituciones nada de esto sería necesario. Sin exclusión laboral a las personas trans, no sería necesario el cupo. Sin expulsión educativa, no se necesitaría ni a la Mocha ni a ningún otro proyecto educativo excepcional. Si no se obturara el acceso a la salud de las personas trans no se necesitarían los consultorios inclusivos. Pero un mundo sin esas desigualdades no existe, y por tanto todo ello continúa siendo necesario.

Ahora que ya saldamos algunas cuestiones sobre especificidad e inclusión, queda por entender por qué la gente cis siente que tiene algún derecho a opinar sobre cómo resolvemos lo que ellos mismos nos hicieron.

Y es que en término la salud, la educación y los empleos que se nos niegan, nos son negados por personas cis. ¿No deberían acaso, en lugar de cuestionar las herramientas con las que resolvemos el desastre que hicieron con nosotres ponerse a pensar cómo evitar que esto siga sucediendo?

Les invito de todo corazón a callarse de una buena vez la boca y no opinar sobre lo que nadie les está preguntando. Dicho sea de paso tienen muchas cosas que solucionar entre ustedes mismos, como por qué matan a sus mujeres, violan a sus hijos y destruyen al planeta.

Así que ocúpense de sus asuntos que nadie les pidió nada, porque todo lo conseguimos con lucha y sacrificio, porque si de ustedes dependiera ya no existiríamos. Desde el privilegio se ve poco y se habla demasiado, intenten revertir eso, mientras nosotres limpiamos su mugre.

Y por favor, antes de opinar de nuevo sobre cuestiones trans, haga patria, y cállese bien la boca.