Granata, Canosa, Laje, CitizenGo. Argentina vive una oleada de ataques en contra de la comunidad trans como nunca antes en su historia. ¿O en realidad no?
Nunca sé cómo van a terminar este tipo de notas, pero antes que todo quiero que sepan que soy una travesti, escribiendo desde los límites del mundo trans, para que no nos comamos todes el verso.
En el esfuerzo desmesurado por ganarle a la agenda estamos en una olita de fake news que hace parecer que viviéramos en la España de Vox, de la cantidad de ataques antitrans. Y no es real. No son reales. Es casi como esparcir terror solamente para llegar con la última noticia, que encima termina siendo falsa y no pasa de un juego de redes y microinfluencers LGBTIQ+.
Un flyer en contra del cupo trans de las elecciones de medio término y una foto de un "ataque" hacia símbolos de la diversidad sexual descontextualizada para que parezca de ayer. Y el hambre de los medios, el hambre de las redes. Al final lo único real es que los antiderechos se juntan. En silencio, mientras nosotres replicamos noticias de dudosas fuentes y nos indignamos de cosas que pasaron hace un año. Pues no reinas. No en mi nombre.
Si vieron Don't look up, entenderán que en la película hay una amenaza que promete acabar con la raza humana, mientras la humanidad es distraída por contenidos mediáticos y digitales varios que van torciendo la realidad concreta: un asteroide va a destruir al planeta.
Bueno, estas pseudonoticias son nuestro 'don't look up'. Formadores de realidad que nos distraen de lo importante: una avanzada que promete ir por nuestros derechos y conquistas.
Las Amalias Granatas
Dirán los detractores que seguir hablando de ella es garantizarle una base electoral de cara a 2023. Pero es necesario que hablemos de Amalia Iris Sabina Granata y que hablemos de todo lo demás. Amalia no es una mujer cualquiera que se sienta a hablar mal de las pocas conquistas de una comunidad.
La diputada es la cara pública de un creciente movimiento antiderechos. Movimiento que, tras la ola celeste de 2018, llegó a disputar espacios de poder para colar su propia agenda extraída íntegramente de 1810. Pero no deja de ser simplemente la voz que grita.
Canosa, Laje, Milei, Granata, son expositores mediáticos de la avanzada conservadora reaccionaria, y que desde distintos lugares ejercen influencias más o menos explícitas para seguir manteniendo un statu quo de principios del siglo XIX, con herramientas del 2022.
Frente a esto no podemos desentendernos de la peligrosidad exponencial que provoca la virulencia de las redes sociales para diseminar ciertas ideas. Lográndolo a través de contenidos ya masticados, fáciles de digerir, y que van dirigidos a sectores específicos de la población.
Menos obviar el hecho de que este fenómeno no es en definitiva algo lejano y que esté sucediendo aisladamente en las grandes ciudades. Nos está pasando acá y nos está pasando ahora, bajo nuestras narices.
Pero la afirmación falsa y viral del día no es una herramienta exclusiva de los antiderechos. No. Nuestra costumbre por andar compartiendo contenidos inchequeables como la influencia de la Luna en Aries, nos está costando caro.
Abonamos a la creación de un 'molino de viento' al mejor estilo de El Quijote. Estamos armando a nuestro propio monstruo. Y alimentándolo todos los días, mientras el enemigo real se organiza, y no va con propagandas antiCupo, ni escrachando banquitos. El asteroide viene.
Hiperlocal
Pero la raíz de esto no es Granata. Ella no lo inventó. La base está mas bien en una forma de consumir, crear y difundir contenidos. Esto de cómo creamos y creemos la realidad. Y no sólo para nosotres, sino también para quienes nos siguen, comparten, megustean y retwittean.
Amalia está repartiendo información falaz, y lo hace desde el enojo. Pero no es ni va a ser la primera persona que ataque a nuestra población públicamente. Pero ¿a quién le renta esta operatoria mediática?
Ser captade en cámara haciendo o diciendo cualquiera tan fuera de la aparente normalidad y etiqueta social que llame la atención por sí mismo; y se replique al punto que provoque familiaridad espontánea con un determinado rostro; y posteriormente con una serie de ideas, parece ser el primer paso para montar a un idiota en la política.
Y es que lo que Viviana Canosa es en definitiva hoy a Granata, cierto programa de tinchos herederos del periodismo que tiene un perfil muy popular en Instagram, es a nuestro Saúl Perman: habilitadores sociales de alcance masivo. Y así convertimos a idiotas en dioses.
Montamos nuestro propio árbol que tapa el bosque. Porque respondemos, porque cruzamos, porque lo reproducimos, porque lo exageramos. Y ni la ignorante de Canosa, ni los nenitos cis privilegiados estos, son enteramente culpables de estos monstruos mediáticos. No. El otro 50% de la culpa es de un problema colectivo, que es nuestra carencia de pensamiento crítico frente a nuestros consumos y de cómo trasladamos o no esas herramientas.
¿Cuánto tiempo de nuestro día nos dedicamos a pensar en la importancia de lo que replicamos desde nuestras redes? ¿Cuánto de ese tiempo se va en cotejar y contrastar la información de un contenido con el que nos encontramos de repente escrolleando cualquier red social? ¿O al momento de crearlo?
Si dejamos de mirar, si dejamos de responder, si dejamos de compartir, entonces también hacemos un cerco. Y al mejor estilo del capítulo de la Treehouse of Horror VI de The Simpson, las publicidades que habían cobrado vida de repente dejan de existir, cuando ya nadie las está mirando.
Si dejamos de interactuar, estos personajes se caen. Y si sumamos a eso empezar a chequear lo que compartimos, entonces contribuimos a una comunicación realmente responsable, con nosotres y con nuestra población. Pero por sobre todas las cosas ponemos las alertas donde van.
Herramientas o armas
Es ineludible a esta altura ser claros respecto a esto. Las redes permiten repudios sociales que nos facilitan no solamente enterarnos de ciertas realidades injustas, sino de ejercer presiones colectivas para torcer esas realidades.
Pero también hay una altísima circulación de contenidos falaces, construidos con el único fin de viralizarse, y no por simple recreación sino tras fines políticos concretos. Y que no persiguen ampliar los derechos de nadie, sino recortar los de buena parte de la población. Y nosotres también les damos prensa.
Frente a eso nos es obligatorio pensar si queremos jugar con las herramientas del amo y salir a inventar un mundo inhabitable, con nuestras propias noticias falsas y afirmaciones falaces, o si queremos comunicar en otra clave. No creo que nos falten horrores para la indignación colectiva, pero tenemos muches niñes que cuidar. Y envenenarles el mundo no estaría siendo muy cuidadoso.
Estará el desafío de que pensemos qué estrategias comunicacionales usamos para dar a conocer discursos propositivos de transformación social para nuestro lado de la balanza, y cómo disputamos un futuro mas a la izquierda, feminista y de igualdades sin caer en las estrategias mismas que hoy se comen gobiernos democráticos en todo nuestro continente.
Juguemos un rato a la responsabilidad. Que los medios pueden ser herramientas, pero también armas. Y en esta guerra siempre estamos jugades les mismes. Para eso empecemos por reconocer que todos tenemos un papel acá. Y hay que hacerse cargo.
Invito a que recuperemos la cordura y empecemos a poner los puntos sobre las íes. Que el movimiento que sí debe importarnos es un movimiento organizado jurídicamente, ideológica e intelectualmente. No está lejos nuestro, y hasta se dice a sí mismo feminista: Feminismo Radical Trans Excluyente. Eso que en inglés tiene las siglas TERF.
Ese movimiento no grita exageradamente en paneles de televisión y nos quiere afuera. Para empezar nos quiere afuera del censo 2022. Pero también nos quiere afuera de nuestros derechos, nos quiere afuera del feminismo. Y de eso no estamos hablando lo suficiente. Ahí está nuestro asteroide. Empecemos a mirar hacia arriba.
Escribe. Se especializa en la temática trans-travesti y las notas viscerales.