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No me hagan cartel, háganme justicia

¿Cómo se transita el después de una violación? La segunda parte del relato de Victoria Stéfano sobre la ruta de la (in)justicia cuando se trata de un abuso sexual. Qué hacer cuando las opciones son continuar un proceso judicial o cuidar la propia vida.

Foto: Priscila Pereyra

El 4 de febrero me presenté en el Ministerio Público de la Acusación a pedido del fiscal Olcese,  que investiga el abuso sexual del que fui víctima el 6 de enero de este año. En esa ocasión fui convocada para entrevistarme con la psicóloga de su equipo.

Llegué esperando preguntas horribles y otro relato mecánico más sobre cómo me abusaron sexualmente, pero sorprendentemente a veces la justicia tiene pasajes menos traumáticos.

Estaba preparada para que me hagan mierda, y en cambio salí fortalecida de ahí, y lo que es mejor, salí sabiendo que nada de lo que había pasado tenía por qué definirme. Comenzaba a construir ese paso sustancial entre víctima y sobreviviente. Y esa profesional fue fundamental para comenzar a transitarlo.

A raíz de todo lo que pasó también me decidí por retomar los encuentros con mi psicóloga. Con ella descubrí que la violencia que había sufrido había resucitado un viejo y podrido muerto en mi ropero subconsciente. ¿Acaso soy digna de amor? ¿Voy a volver a ser querida y a querer?

Pero no eran las únicas cuestiones que me preocupaban. ¿Cómo iba a hablar de esto? ¿Cómo les iba a contar a mis amigues? ¿Y a mi mamá? ¿Debería decirle a los chongos con los que coja? ¿Voy a volver a coger?

Bueno, todo eso me pasaba por la cabeza entre tanto. El proceso de contar no es ordenado ni metódico. A veces es en un exabrupto y otras veces es un relato al compás del aguante de quien te escucha.

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Empezar a sacar

Hubo varias formas de contar en el medio. A mis compañeras no me salió decirles. Tuve que escribirlo, dejarlo colgado y que, en la medida que lo quisieran, pudieran leerlo. Con mis amigues mas cercanes fueron llamadas larguísimas y con dolor de garganta, de hecho cada vez que vuelvo a hablar de esto ese dolor de garganta vuelve a aparecer.

Con mi familia no lo hablé. Todavía no puedo. Y de los pibes con los que me acosté después de eso solamente se lo dije a uno, y fue de pura casualidad.

Hay algo del orden del contar que tiene la naturaleza del deber. Pero no tenemos por qué sucumbir frente a ese deber. Toda información es vital, en tanto y en cuanto sirva para protegernos y no para exponernos.

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Para las que el mundo es peligroso

Creo que a veces nos cuesta imaginarnos en peligro, sobre todo a aquellas que transitamos el socorrismo desde la práctica cotidiana. Nos sentimos intocables. Inalcanzables. Eso no nos pasa a nosotras que leímos El Segundo Sexo y La Guerra Contra Las Mujeres. O bueno, eso nos gusta creer.

Vivir en esa ignorancia es tranquilizador, hasta que finalmente la muerte te susurra en el oído y tomás conciencia de que es una posibilidad concreta.

—Accedimos al prontuario de tu agresor —me dijo la abogada del Centro de Acceso a la Justicia (CAJ). Tiene antecedentes de hurto con invasión a la propiedad privada, portación injustificada de armas de fuego, y... tiene un homicidio calificado con arma de fuego.

Esa ultima oración me paralizó. El corazón se me detuvo. No literalmente, claro, pero sentí una presión repentina en el pecho. No como una patada, mas bien como si me pisaran, con una bota enorme y no pudiera inflar mis pulmones de aire.

Pensé de repente en que hacía semanas que no cargaba el botón de pánico, porque ya había empezado a creer que el mundo, mi pequeño mundo, era seguro de nuevo. Pero no lo era. Creo que nunca mas lo va a ser.

Pensé en mi mamá. Pensé en que no le conté de la violación. En que cuando me encuentren muerta a tiros en mi casa no va a saber que fue por no rendirme frente a la violencia y buscar un poco de justicia para mí y para todes quienes sufrimos un abuso sexual.

Pensé en las banderas con mi nombre, en la utilización de mi cara para soliloquios marketineros de referentes imbéciles y grandilocuentes. Pensé en que todos mis sueños van a quedar truncos de una sola vez y para siempre.

Pensé en el terror de ver esa cara de nuevo, un arma frente a mí y saber que mi perro nunca más me iba a ver y no iba a entender que me mataron, sino que simplemente desaparecí, perdida en el medio de una estadística sin nombre y sin historia que arroja unas 300 muertas anuales.

—Los resultados de los análisis no fueron concluyentes —retomó. Necesitamos otros recursos probatorios. Vos nombraste a varias personas en tu relato. Si vos nos dejas podemos llamarlos para declarar. También podemos pedir a la comisaría que nos digan donde apareció la computadora. Eso nos permitiría comprobar tu relato. No tiene que ver con que no te creamos.

—Lo sé —le dije.

Pero la verdad no sabía una mierda. Salí de ahí para que preparen el escrito para autorizar esa actuación. Sin eso es imposible sostener la causa porque no hay manera de avanzar. Y de negarme lo más seguro es que termine archivándose. Y sabiendo eso no podía dejar de sentir que estaba total y absolutamente sola. Más sola que nunca en mi vida .

Y es que de hecho lo estaba. Mi ex, que pese a las violencias que ejerció hacia mí culpándome de que me violaran y quien me sostuvo durante este tiempo, ahora había desaparecido finalmente. Volvió una última vez para decirme que tenia novia y que iba a borrarse.

A ese mismo ex deberían citar para que declare y confirme mi testimonio. El mismo que me dijo que no le vuelva a escribir. El mismo que me dejó sola en el medio de esto. A ese mismo tenía que avisarle que necesitaba que hable con la abogada del CAJ y me ayude a sostener un proceso judicial contra un asesino. Mi violador y ahora potencial asesino.

Nunca me sentí tan vacía de herramientas. Nunca sentí así que tanta práctica militante era apenas un castillo de arena frente a un balazo. El pánico se apoderó de mí y entré en esa oficina de nuevo.

—No lo hagas —rompí en llanto. Él esta de novio con otra piba. A partir de la violación todo con él se hizo insostenible. No tenemos más contacto y ya no quiero ser una carga para nadie.

—¿Pero sabés que sino la causa se va a archivar?

—Sí, lo sé. Pero no puedo encarar este proceso. No estando como estoy. No tengo la fortaleza emocional para pasar por esto. Necesito ir a terapia. Necesito rearmarme yo. No puedo encarar nada que no dependa por entero de mí.

A partir de ahí no escuché más nada. Todo era ruido de ambiente. Salí, me arrodillé en la vereda y lloré ahogadamente. La presión en el pecho se me movió a la garganta y sentía que no podía respirar. Le hablé a mi mejor amiga pidiéndole que me llame cuando pueda y lo hizo.

Ese llamado me devolvió un poco de entereza, y también claridad. Quedarme sola en el medio de este proceso me destrozó. Hace días que no como bien. Termino escabiando todas las noches y fumando todos los días desde hace dos semanas. Recién ahí lo noté.

El trabajo me anestesia, me saca de contexto y entro en modo avión. Pero después me encuentro con el vacío y solo puedo fumar y alcoholizarme.

Pero el mundo no para conmigo. Y hay gente que me ve. Conocí a alguien en el medio de esto, y todavía estoy tramitándolo. No quiero que tenga nada que ver con este proceso, que es mío, y en todo caso de la psicóloga que evito desde el 22 de febrero. No soportaría que nadie más se vuelva necesario y después desaparezca.

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Cómo seguir

Tengo que decir que todo se volvió intensamente oscuro. Sé que si quiero continuar con este proceso, o no; pero seguir viva, tengo que irme de mi casa. Pero no tengo los recursos ni los medios para mudarme, porque soy el ejemplo claro de la hiper precarización. Y tampoco tengo otra forma de resguardarme. Entonces empieza el pánico otra vez.

¿Y si el fiscal actúa de oficio? ¿Y si obtienen los recursos probatorios, la causa avanza, lo citan y viene a matarme? ¿Qué botón de pánico me va a salvar la vida? ¿Quién va a hacer la cobertura de otra travesti asesinada en Santa Fe, mis colegas destrozadas?

¿Quién le va a explicar a mi familia lo que pasó? ¿Quién va a contar que me mataron por no dar el brazo a torcer? ¿Debería renunciar a este proceso inevitablemente, abandonar todo e irme ya mismo de acá? ¿Así nada mas? ¿Vender todo lo poquísimo que logré con esfuerzo y huir para respirar un par de años más?

¿O acaso debería fingir que todo va a salir bien, atender la puerta un día y recibir a la muerte heroicamente para trascender a la militancia y convertirme en cuadro, sabiendo que sencillamente nada de este sistema funciona pero engañándome con que sí?

Nos pueden garantizar un proceso judicial, pero lo que nunca nos van a garantizar es seguridad. No tienen idea de lo que es ser víctima.

Y yo no tengo respuestas para nada. No sé como seguir. Mientras tanto hago que no estoy aterrada y la vida continúa. Solo quisiera volver al punto donde ignoraba todo esto y sentía que si no cargaba el botón antipánico no pasaba nada.

Volver a ese punto donde no me llovían ladrillazos a la puerta y al techo, y donde no empezaba a sentir que ya no puedo seguir viviendo ni sola, ni acá. Yo no quiero ser Úrsula. No quiero ser Marcela.

Pero por favor, si pasa, acompañen a mi mamá. No la dejen sola. Es grande, está muy enferma y va a ser un golpe muy duro. Quiéranla como me quisieron a mí. Que se lleve a mis mascotas Raviol y Fran y todo lo que quiera de mi casa ,y lo demás se lo dé a las travas.

No me hagan un funeral, por favor hagan mierda todo. Prendan fuego la comisaría, la Legislatura, Tribunales y la iglesia. No dejen que esto sea en vano. Que no sea furia feminista de cartelitos y performances culturales faloperas, que sea furia travesti con fuego y destrucción de los bienes públicos, que se sienta. No me hagan cartel, háganme justicia.