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Liberación de presos, cacerolas y feminismos

Gretel Schneider, investigadora de educación en cárceles, analiza las repercusiones sociales del otorgamiento de libertad o prisión domiciliaria a presos ante la pandemia de coronavirus.

Autora: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0

A partir de la pandemia por coronavirus fue decretado el Aislamiento Social Obligatorio en todo el país desde el 20 de marzo. A pesar de los esfuerzos de científicas y científicos alrededor del mundo la única medida hasta ahora efectiva de prevención ante esta enfermedad mortal es minimizar el contacto físico entre personas. La prohibición de circular, la ausencia de clases presenciales en todos los niveles, la virtualización de algunos trabajos y la pausa en otros generaron una nueva forma de vida para todas las personas.

En este contexto, en los últimos días se conoció la noticia de que a algunos presos se les otorgaría la libertad o la prisión domiciliaria y estalló la indignación social. Se organizó un cacerolazo nacional y  en un extraño pase de magia en redes sociales se acusó rápidamente a "el feminismo" de hacer la vista gorda ante la aparente liberación de femicidas y violadores y fueron trending topic #DondeEstánLasFeministas y #ElFeminismoHaMuerto.

Cierto es que cada une tiene experiencias y razones que nos llevan a pensar y a sentir como lo hacemos pero muchas veces repetimos consignas sin detenernos a desarmar lo que significan y esto está mucho antes de la empatía.

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Cuál es la situación en la cárceles

En los últimos años se han multiplicado la cantidad de personas detenidas en nuestro país pero no ha habido inversión en infraestructura para contener a esas personas, por ende, estamos ante una situación de hacinamiento extremo. El informe 2019 del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) indica que las unidades penales tienen un exceso de más del 50 por ciento.

¿Qué es vivir con hacinamiento en las cárceles? Es ser parte del amontono de personas en un espacio compartido o según las Naciones Unidas es cumplir una condena o un procesamiento sin espacio suficiente para moverse, sentarse o dormir.

Ahora bien, ¿qué significa que las cárceles estén llenas -en este contexto de pandemia- y que sea necesario descomprimirlas? En primer lugar, ya sabemos de memoria cuales son las recomendaciones básicas para hacerle frente al contagio del virus que nos amenaza: evitar compartir espacios comunes, el lavado de manos varias veces al día y el distanciamiento social. ¿Puede cumplirse esto en nuestras cárceles así como están?

Cuando comenzó la cuarentena en las unidades penales se suprimió el régimen de visitas de familiares y, de esta manera, se evitó que personas externas ingresen a los predios. Lo mismo ocurrió con las actividades educativas y talleres productivos habituales.

Estas condiciones en que se realiza la cuarentena necesitó que el personal penitenciario y les profesionales que allí trabajan (que sí vienen de afuera) pongan todos sus esfuerzos en atención y contención de quienes atraviesan el encierro (más el aislamiento).

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Sí, se los atiende. Sí, también son personas

¿Qué podría pasar si el coronavirus entra en las cárceles? En el caso de que une detenide presente síntomas de COVID19 habrá que aislarle y lo mismo a cada quien estuvo cerca/ mantuvo contacto. Estamos hablando de pabellones que contienen a 60 personas, en el mejor de los panoramas. Un sólo caso en estudio supondrá muchos test y la disposición de atención sanitaria, con la planificación de camas y personal de salud. Sin contar los respiradores que se necesitarán para quienes se consideren “de riesgo”, a sabiendas que la alimentación en las cárceles no es la mejor, hay mucho consumo de cigarrillos, altos niveles de estrés y ausencia de actividad física.

Esos tests, esas camas, ese personal de salud y esos respiradores que se necesitarán son aquellos con los que cuenta la provincia y están disponibles para cualquier ciudadane que lo demande, porque para el suministro de salud pública no hay carátulas penales de por medio: todas las personas tenemos derecho de la atención sanitaria en iguales condiciones.

Por ello es que descomprimir las cárceles nos garantiza el acceso a la salud a todes.

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¿Quiénes se benefician?

Ahora bien, ¿quiénes son las personas que están saliendo de las prisiones? Muchos (y me refiero a varones en exclusiva ya que son la gran mayoría de presos) lo están haciendo con condenas cumplidas. Es decir, detenidos que han cumplimentado el tiempo correspondiente a la condena que les fuera dictada y estaban esperando que la libertad “salga” o que “la Justicia” agilice los “papeles demorados”.

La prisión domiciliaria, a su vez, se dictamina para quienes habían comenzado con salidas laborales o socio familiares según el régimen de progresión de la pena que regula la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de Libertad, mujeres con niñes (lo que de por sí no tiene sustento legal que menores habiten las cárceles) y personas con diagnóstico “de riesgo sanitario”.

El Estado en estos últimos casos debería suministrar tobilleras eléctricas u oficiar los medios para el efectivo cumplimiento. Pero, ¿acaso no estamos todes cumpliendo – de alguna manera- esto de la “prisión domiciliaria” por estos días?

Asimismo, es una necesidad imperiosa que los jueces de Ejecución Penal debieran estudiar, analizar, atender cada caso y preguntarse cuál es el mejor lugar para quienes tienen condenas por delitos de lesa humanidad, crímenes aberrantes, de violencia de género y femicidas. Evaluar riesgos y ser coherentes es más que nunca su trabajo.

Evaluar riesgos y ser coherentes más que nunca es (también) una obligación ciudadana, porque si hay algo que no nos lleva a ningún lado en este momento, es golpear una sartén para acrecentar el odio.

Colaboración de Gretel Schneider, docente, extensionista 
e investigadora de UNER.