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Mujeres rurales, hacia la visibilización y el empoderamiento

El 15 de octubre se celebra internacionalmente su día. Ante las enormes desigualdades que padecen, en el territorio santafesino se organizaron para ganar derechos y ser reconocidas.

Foto: Facebook Flavia Zanutigh

Cada 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, quienes representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), "sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como los hombres, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento".

Desde Periódicas nos dispusimos a averiguar qué es lo que ocurre en lo más cercano de nuestro territorio. Dialogamos con Ana Deambrosi, jefa de la Agencia de Extensión Rural de Las Toscas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuria (INTA), quien relata cómo su historia personal y profesional la acercó a las mujeres rurales santafesinas, invisibilizadas por una cultura y sociedad patriarcal, arraigadas aun más en el campo que en las ciudades, donde las mujeres estamos ganando las calles.

Ana nos cuenta que llegó a Las Toscas recién recibida en 1994 buscando cómo dar sus primeros pasos en el mundo laboral. Fue así que se acercó a INTA. Al principio trabajaba sólo por el aprendizaje pero con el tiempo le ofrecieron trabajar con mujeres rurales, "algo raro en ese momento que no llego a entender cómo fue", relata. En ese tiempo la precarización laboral de la mujer ya era evidente, aunque Ana se dio cuenta mucho tiempo después: "El trabajo lo llevaba adelante un técnico y 10 productores varones, a él le pagaban cinco mil pesos y a mí me ofrecieron esa misma plata pero para armar grupos de 40 mujeres. Viéndolo a la distancia, me doy cuenta que yo valía una cuarta parte de lo que valía un técnico varón y mis mujeres valían una cuarta parte de lo que valía cualquier productor varón. Si lo pensamos ahora, es tremendo pero por ese entonces no caí, yo quería empezar a hacer cosas".

Ana Deambrosi, jefa de la Agencia Extensión Rural de Las Toscas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuria | Foto: INTA

Entonces, armó grupos en El Sombrerito, San Antonio, Las Tocas y otro en Campo Hardy. "Era un trabajo un poco 'utilísima', como digo yo: ellas querían saber de jardinería, de alimentación, de otras cuestiones. Pero eso tuvo un límite y buscamos transformar cada grupo en un emprendimiento", relata Ana.

En la actualidad es jefa de agencia y eso le da una mirada más integral y diversa. No sólo se pone el foco en lo productivo - tecnológico, sino también en lo social, ambiental y, sobre todo, en la generación de nueva institucionalidad en la que el tema género es un eje transversal.

"Cuando uno llega a un grupo productivo o una familia, puede ver que es cosa de varones. Las mujeres están en satélite, acompañan desde lejos pero no opinan. Cuando te acercás y les preguntás, te dicen que es cosa del marido, pero cuando indagás un poco más, son ellas quienes les dan de comer a los animales, las que los sacan a pastar, manejan las cosas y saben cuestiones técnicas, hacen mucho trabajo de ese tipo aunque ni ellas mismas se consideran como parte del sistema productivo", afirma.

Además, la técnica del INTA sostiene que en los censos agropecuarios todas esas tareas no son visibilizadas por lo que, al momento de generar estadísticas, la mujer rural es un actor que no genera ingresos económicos. Otra de sus funciones es fundamental para sus familias, ya que son quienes proveen el alimento, el agua y la leña.

Foto: Facebook Ana Deambrosi

Como informa la ONU, la mujer tiene acceso limitado a la educación, en los estratos más humildes se prioriza el estudio de los varones, por lo que suele haber un mayor porcentaje de analfabetismo. Mientras que en el sector capitalizado la mujer es la que concluye sus estudios secundarios y el objetivo final es la docencia o alguna profesión, mientras que el varón queda trabajando en el campo.

Otra de las dificultades que encaran es que las tierras más productivas no son las que ellas pueden manejar. Además, tienen menos acceso al asesoramiento de institutos de extensión porque en general las capacitaciones se organizan pensando en los varones, "entonces no se tienen en cuenta los horarios en los que ellas pueden, los espacios donde puedan estar más cómodas, ya que siempre van con sus hijos. Por eso, un planteo que tenemos desde la Agencia es amoldarnos a su necesidades", sostiene Deambrosi.

"Cuando se les puede dar protagonismo, voz y hacerlas visibles, ellas son las que lideran, son más comprometidas que los varones; más constantes y las primeras en tomar la posta. Es algo estudiado por organismos internacionales que cuando la mujer avanza en procesos de producir y generar ingresos, vuelca todas esas mejoras a la educación y la calidad alimentaria de sus hijos. "Cuando se empodera la mujer, se empodera a la familia", manifiesta Ana.

Floriculturas

El grupo arrancó en 2005 en Villa Ocampo, primero con varones que, ante la insistencia de Ana, comenzaron a asistir con sus compañeras. Ellas comenzaron a interesarse, a preguntar, entonces las invitó a participar. "Al contrario del mito que afirma que las mujeres somos competitivas entre nosotras -que creo es una construcción del patriarcado- cuando algo les interesa y lo ven positivo, invitan a otras mujeres. Éramos cuatro y terminamos siendo 12, porque invitaban a la cuñada, a la hermana, la prima, la vecina", relata la profesional. "Cuando los varones vieron que no había fondos se fueron, mientras que las ellas siguieron capacitándose y luego empezaron a producir. El municipio comenzó a acompañarlas, luego una asociación de Reconquista les ofreció un pequeño crédito, mejoraron en infraestructura y hoy en día ya son una cooperativa. "Tienen muy claro su objetivo, pasaron de ser amas de casa a emprendedoras, empresarias", asegura Deambrosi.

 

Tamberas

En Villa Ocampo, un grupo de productores comenzó a formar pequeños tambos y a elaborar quesos, ricotas, dulce de leche. En ellos hay dos mujeres que los llevan adelante.

Una de ellas es Lucy Capeletti, quien viene de una familia rural, aunque no siempre se dedicó a la ruralidad. Agradecida de su rol como mujer rural, le cuenta un poco de su historia a Periódicas.

Lucy analiza que "es sacrificado ser mujer rural, pero creo que uno luego siente la satisfacción de haber logrado muchas cosas. Así que invito a las mujeres más jóvenes a que no se queden, el campo y la tierra, dan para mucho. Es lo más lindo que a una le puede pasar".

Foto de Rosa Gobbi

Rosa Gobbi también se dedica a esta actividad y, sin dudar, le dice a Periódicas: “Soy mujer rural, por elección propia. Es una tarea para nada fácil, una vez me preguntaron cómo era ser mujer rural y yo conté mi propia experiencia y me dijeron que no era así. Entonces, vale aclarar que no todas las mujeres rurales somos iguales, no todas tenemos las mismas oportunidades ni los mismos sueños. No todas acompañamos los sueños de nuestra pareja. Ni luchamos por lo mismo”.

A ella se le ocurrió armar una granja debido a su amor por los animales y aseguró que le gusta la vida de campo, “levantarse temprano ordeñar. Ahora aparte de vacas ordeñamos cabras. Por el momento hacemos dulce de leche, pero la meta son los quesos de cabra. Además, tenemos gallinas de diferentes razas”.

“Fui criada en la ciudad de Villa Ocampo, o sea que de las cosas de campo lo único que sabía era que quería aprender. Armamos grupos y nos invitaron a capacitaciones que sirvieron para formar lo que soy hoy”.

Foto de Rosa Gobbi

Rosa concluye hablando de algunas de las dificultades por las que atraviesan: “las cosas no son tan fáciles cuando las escuelas están lejos, los chicos se tienen que ir de la casa para poder seguir con sus estudios. La electrificación, que es algo tan normal, todavía no te la habilitan”. Pese a eso, es muy clara al decir: “Nunca dejo de soñar. Sé perfectamente a dónde quiero llegar, aunque a veces me toque detener la marcha para poder seguir. Amo ser una mujer rural”.

Productoras Ovinas

Hace cuatro años se comenzó a trabajar en Campo Hardy con un grupo de productores de ovejas que iban a las reuniones con sus mujeres. "Con ellas se empezó a trabajar el tema de ponedoras y huertas, y cada vez que vamos hay reuniones paralelas, una de varones y otra de mujeres. Ellas llevan su bandera de Mujeres Rurales de Campo Hardy, la despliegan y arranca la reunión", cuenta Deambrosi.

Foto: Facebook Flavia Zanutigh

Una de ellas, Flavia Zanutigh, fue quien gestionó con un programa de género de la provincia que asistentes sociales comiencen a conocerlas. "En esos momentos no venían solas, sus maridos las acompañaban para escuchar qué se les decía por miedo a que 'se les llenara la cabeza'. Ahora vienen  solas, son un grupo activo que participa en ferias y capacitaciones", describe.

En diálogo con Periódicas, Flavia afirma: "Vimos muy importante agruparnos para poder conseguir muchas cosas, incluso luchamos contra los agroquímicos, que afectan a la salud de gran parte de nuestros hijos. La crisis actual hizo que formáramos un comedor comunitario en el que las mujeres colaboran para hacer la comida para sus hijos y con productos de su huerta. Seguimos capacitándonos, es un trabajo conjunto con el INTA y sus técnicos que no nos dejan solas, pese a la difícil situación que vive la mujer rural y su familia".

Además, relata que "cuando surgió el tema de género, quisimos impulsar un ingreso económico para la mujer, que ante un caso de violencia de género la mujer tenga su propio ingreso. Estamos luchando por eso".

Para ella, ser una mujer rural es "tener otra realidad, luchar para que nuestro trabajo sea valorado como cualquier otro. "Luchamos para visibilizar nuestra labor", concluye Flavia.

Productoras de Miel

En La Hortensia se formó una cooperativa de trabajo en la que se elabora miel de caña y azúcar mascabo. Son 10 integrantes, de los cuales siete son mujeres.

Ramona Acevedo, la tesorera y líder natural del grupo, no duda en decirle a Periódicas: "Me siento una mujer rural independiente".

Foto: Facebook Ramona Acevedo

"Soy la que motiva al grupo porque nuestro trabajo no es fácil, tenemos que estar muchas horas cerca del fuego, cocinando nuestros productos. Salimos a vender a ferias, algunos mercados porque es un producto que tiene poca demanda en nuestro pueblo", comenta.

Horticultoras

Yoana Borelli, vive en Tacuarendí y produce en San Antonio, tiene su lote de producción de verduras orgánicas sobre las vías del tren. Ocupa un espacio que el Municipio le presta y, con ayuda del INTA y el Ministerio de la Producción armó una huerta, pudo proveerse de una bomba de agua y un equipo electrógeno. Cuenta con la colaboración de su esposo y sus suegros; con capacidad para las ventas, es una mujer activa que no deja de capacitarse y va con sus hijos a todas partes.

Foto: Facebook Yoana Borelli

"Hace unos 10 años producimos, primero para autoconsumo pero luego nuestros vecinos nos empezaron a comprar, nos hicieron propaganda y empezamos a producir para la venta", recuerda en charla con Periódicas.

"Para mi ser una mujer rural es estar donde pertenecemos. Criarnos en la colonia, seguir en la colonia y no irnos de ahí, porque teniendo las herramientas para producir, podemos hacerlo. Además, con lo que hacemos ayudamos a la economía de la casa", expresó Yoana.

Sembrar lucha, cosechar derechos

Las mujeres rurales santafesinas no se quedaron afuera de lo que está ocurriendo en el resto del mundo: se juntaron, se organizaron y comenzaron a pelear por lo que les corresponde. Todavía falta, es un largo proceso, pero no se detienen. En un ámbito de costumbres patriarcales tan arraigadas, ellas supieron empoderarse -con ayuda de profesionales apasionades y dedicades como Ana Deambrosi- para demostrar que su ingenio y su mano de obra son iguales de valiosos a los de los hombres de su familia. Visibilizar la importancia de estas mujeres en su territorio, ya sea dentro de una comunidad o de una familia, es honrar el trabajo que realizan, es su derecho. El camino se inició hace algunas décadas y hoy se pueden ver algunos de los resultados. Al igual que la tierra que sus manos trabajan, la lucha está dando sus frutos.