Elena Liberatori es conocida por varios de sus fallos “progresistas”, como el de la liberación de la orangutana Sandra o la incorporación del lenguaje inclusivo. En una entrevista con Periódicas, previo a su visita a la ciudad de Santa Fe para brindar un panel en el Colegio de Abogados, brindó algunos detalles de cómo realiza su trabajo y explicó por qué es importante tener “una justicia feminista”.
Cambio de nombre a personas trangénero, matrimonio igualitario, reconocimiento de la identidad autopercibida, uso del lenguaje inclusivo. Todos esos fueron fallos y avances que impuso Elena Liberatori y, varios de ellos, sirvieron de antecedente para que el Congreso de la Nación dictara normas que se convirtieron en conquistas para el movimiento de mujeres y la comunidad LGBTIQ+, como la Ley de Identidad de Género y la Ley de matrimonio igualitario.
Liberatori es titular del juzgado N°4 del fuero Contencioso Administrativo, Tributario y de Relaciones de Consumo de la Ciudad de Buenos Aires, pero es reconocida como la jueza de fallos progresistas, que respetan los derechos humanos, los de los animales y, sobre todo, que tienen perspectiva de género. “Si no estamos dispuestos a aceptar estos desafíos, tenemos que dedicarnos a otra cosa”, indicó en referencia a su labor sentando precedentes judiciales.
La jueza estará brindando un panel en la ciudad de Santa Fe en las jornadas Repensar el Derecho desde el Antiespecismo Transfeminista, que se realizarán este viernes 27 de septiembre desde las 8.30 en el Salón Gregorio Parera del Colegio de Profesionales de la abogacía de Santa Fe (3 de febrero 2761).
–¿Qué le falta a la Justicia o al Derecho para ser feminista? ¿Por qué es importante que lo sean?
–Para revertir siglos de invisibilización de las mujeres. Las mujeres somos media parte de la especie Homo Sapiens, que está históricamente relegada. Hoy sigue siendo una novedad encontrar mujeres en lugares de trabajo que son considerados clásicamente de hombres. Ni hablar del acceso de las personas trans a este tipo de trabajos. A la Justicia le falta la visión de las mujeres y al Derecho tambien, porque la mujer está más vinculada al rol del cuidado. No son reglas generales, siempre hay excepciones, pero esta es una cuestión pendiente, una ausencia, una carencia, una falta, una omisión que se arrastra de siglos y hoy en día no sólo con relación a las mujeres cis, sino también con relación a las personas trans.
–¿Por qué es importante incluir conceptos del feminismo o usar lenguaje inclusivo en los fallos?
–Es importante justamente porque el lenguaje es una herramienta que va quedando corta ante las nuevas inclusiones, por eso nos obliga a adaptarlo. Empezamos con la X, después con el @, después seguimos con la E porque es lo que podemos pronunciar. Esto molesta mucho a mucha gente, y más aún hoy en el contexto político adverso que estamos viviendo a nivel nacional.
Liberatori fue la primera jueza en usar lenguaje inclusivo en un fallo judicial. Se trataba de un caso relacionado a la falta de vacantes de nivel primario en la ciudad de Buenos Aires y ella habló de “niñes”. Esto dio lugar a una denuncia de un abogado de la Procuración General del Gobierno de la Ciudad. “En ese momento trabajaba en el Observatorio de la Mujer la doctora Diana Maffía y fue muy importante porque su mirada contribuyó a que yo no fuera sumariada”, recordó Liberatori. “Si eso ocurría, iba a hacer una hermosa causa militante, creo que se dieron cuenta a tiempo y entonces, con la intervención inteligente de Maffía, se acordó utilizar el ‘lenguaje neutro’, en vez de decirles niñes”, indicó, pero aclaró: “Yo sigo usando el lenguaje inclusivo”.
–¿Cómo es trabajar sentando precedentes? Es decir, sin fallos previos similares.
–Eso no es un problema, los jueces siempre han creado doctrinas que se llaman creaciones pretorianas. En los años 70, el tema de la discapacidad en el derecho norteamericano también fue introducido por precedentes judiciales. No es un problema que no haya otros jueces anteriores a une, porque tenemos un interesante marco normativo, sobre todo convencional a partir del primer Tratado de Derechos Humanos, que es el Pacto de San José de Costa Rica, que hace que sea posible encontrar fallos pioneros que corren la alambrada. Si no estamos dispuestos a aceptar estos desafíos, tenemos que irnos a nuestra casa o dedicarnos a otra cosa.
Además de trabajar con perspectiva de género, Liberatori incluye en sus fallos una mirada en contra de la discriminación en un sentido más amplio. Fue pionera en invocar el derecho a la no discriminación incluido en el pacto de San José de Costa Rica en un caso en el que 50 mujeres, mal llamadas “azafatas”, con entre 15 y 20 años de antigüedad, eran siempre escalafonadas después del último varón.
Es reconcida también por dictar un habeas corpus para la orangutana Sandra, declarándola persona no humana y ser sintiente, y ordenar que el zoológico de Buenos Aires, donde estaba encerrada, la liberara.
Justicia y empatía
–En tus fallos hay dos cuestiones bien presentes: la lucha contra la discriminación y la empatía. ¿Cómo fue tu formación para llegar a tener esas miradas? ¿Hubo una formación o fue el trabajo diario lo que te llevó a tener esa perspectiva?
–Empatizar es entender la necesidad o el dolor del otro. Yo entiendo que el Poder Judicial tiene que tutelar y cuidar, pero somos operadores del derecho en pos de los derechos y de la vigencia de las normas que reconocen esos derechos. Sobre cómo fue mi formación, es algo que hasta hace muy poco tiempo no tenía claro, pero es importante la experiencia personal de cada uno.
Al respecto, la jueza cuenta: "Mi hermana mayor Alicia Amanda se enfermó de polio al año de nacer y eso la sumergió en una discapacidad mental profunda, pero fue un ser de luz con quien uno podía entenderse. Ahí hubo una gran escuela para mí en esto de ser sensible hacia el otro. Tuvimos una infancia distinta. Por eso siempre me sorprendió como, por ejemplo, las personas que trabajaban conmigo en el juzgado se dan cuenta de que una persona con Síndrome de Dawn al principio puede ser excepcional dentro de un grupo, pero con el paso del tiempo se va creando una relación distinta y única que sobrepasa esa excepcionalidad. Eso desaparece y esta persona pasa a ser un compañero que se lo disfruta de la misma manera. Todo eso se aprende".
–¿A qué te referís cuando decís que eso se aprende?
–Me estoy refiriendo también a otra experiencia en el juzgado, cuando en 2011 se integró al plantel del juzgado una persona trans, Mariana. Fue difícil en su momento porque me decían ‘todo bien doctora, pero yo no quiero compartir el baño con esa persona’. Y nos planteamos que era un proceso que nos comprendía a todos, porque era la primera vez que muchos teníamos una experiencia así. Fue maravilloso porque después esa persona que me dijo lo del baño pasó a tener una amistad hermosa con Mariana. Y Mariana nos fue mostrando la realidad de discriminación terrible que vivía y la lucha tan grande que atravesó con su propio cuerpo.
–¿Creés que en todos estos años hubo un avance hacia una justicia más inclusiva? ¿Hay diferencias en las luchas de antes y las de ahora? ¿Cuáles?
–Yo creo que no hay grandes avances porque es muy anticuada la estructura del Poder Judicial en muchos sentidos. Pero sí hay diferencias con el pasado porque hoy todo es más visible gracias a las redes, que tienen sus pros y sus contras. Hoy las reacciones son más rápidas y se denuncian, también dejó de ser penalizado el activismo, aunque en este momento actual estamos viendo retrocesos. Hay una visibilización más rápida, pero hay una política pública, del gobierno nacional concretamente y de muchos gobiernos provinciales que acompañan, que están siendo regresivas en muchos aspectos.
Escribe. Se especializa en policiales y judiciales.