“La memoria que insiste”, la muestra organizada por el Archivo Inundación en la Fotogalería Municipal de Santa Fe, presenta un poderoso archivo visual de la inundación de 2003. A través de las fotos de Juana Núñez y otros afectados, la exposición captura lo cotidiano en medio del desastre, ofreciendo una reflexión sobre la memoria, la organización y el poder del testimonio desde los márgenes.

El agua lo cubre todo, pero también lo revela. Inunda, arrasa y al mismo tiempo muestra. Lo que parecía estable se rompe, y en ese quiebre se cuela otra forma de mirar, de registrar, de recordar. Sobre el después de un desastre Rebeca Solnit nos va a decir “la perspectiva cambia, cambia lo relevante. Lo débil se rompe bajo una presión inédita, lo que era fuerte resiste, lo que estaba escondido se hace visible”. En ese desplazamiento nace una nueva sensibilidad: la de quienes, con una cámara doméstica y los pies en el agua, decidieron registrar lo que sucedía mientras todo se desbordaba.
La exposición “La memoria que insiste”, organizada por el Archivo Inundación y alojada en la Fotogalería Municipal, ofrece una mirada cruda y conmovedora sobre la inundación del 29 de abril de 2003 en Santa Fe, a través de los registros visuales tomados por las propias víctimas, vecinos, vecinas, gente que se acercó a ayudar.
La muestra revela una ciudad sumida en la devastación, un testimonio colectivo capturado por quienes vivieron la tragedia de cerca. Entre las imágenes, emergen con fuerza las fotos de Juana Núñez, quien, lejos de ser fotógrafa profesional, supo construir con su pequeña cámara un archivo visual que no sólo documenta el desastre, sino que también enciende una reflexión política sobre el poder del testimonio y la memoria.

Al observar las imágenes, surge una sensación extraña, casi desconcertante, al ver a personas mirando a la cámara y sonriendo, desde la complicidad del retrato familiar en medio de un desastre. Esa paradoja, entre la devastación y la apariencia de calma, resalta la complejidad de los recuerdos y la organización de quienes atravesaron la tragedia.
“Siempre me gustó sacar fotos”, dice Juana. “A todo. Una hoja, una piedra... lo que sea.” Usaba cámaras hogareñas, sacaba por placer, para guardar recuerdos. Pero ese día, mientras el agua subía en el barrio, algo cambió: “Miraba, miraba, y se venía el agua. Y lo primero que pensé fue: esto tiene que ser prueba para el día de mañana. Para que no digan ‘se inundan allá’ como dicen siempre".
La cámara se volvió herramienta de denuncia. Fue una forma de decir: esto está pasando. No retrató el espectáculo del desastre, sino la coreografía inesperada de lo cotidiano: vecinos haciendo fila, calles que se transitan distinto, barro, mucho barro, y el cielo cortado por los helicópteros, como si una foto pudiese tener sonido.

Ahí, en ese gesto, nace un lenguaje
Estas imágenes conforman un archivo visual generado desde los márgenes, lo que hace que su forma de ser tomadas adquiera una relevancia especial. Los planos son cerrados y breves cuando se necesitan mostrar las marcas del desastre; los encuadres inestables nos revelan la perspectiva desde la que nos invita a mirar; la luz es exclusivamente natural, hasta que no había más luz. No hay distancia ni composición planificada. Hay urgencia. Cercanía. Cuerpo. La cámara no observa desde afuera: sus pies están en el agua, está dentro de la casa, está en el barro. Y esa cercanía lo transforma todo.
Hay una decisión estética que no se calcula, pero se siente: mirar desde adentro. No hay espectacularización del sufrimiento, sino una narración visual del habitar roto. No se busca la belleza, sino la verdad. En cada imagen hay un gesto: sostener el relato desde el lugar de quien lo vivió.
Sobre esto, Aimé Luna, directora de la fotogalería municipal nos dice: “Estas fotografías construyen una memoria presente. No piensan la fotografía en términos estéticos, sino desde una ausencia de memoria. Y esa cercanía, ese registro que roza lo familiar, nos acerca como público y nos lleva a los laterales de esta historia”.
Autora: Juana Núñez
El de Juana es un lenguaje visual que no se aprende en ninguna escuela: se forja en la experiencia, en la urgencia, en la necesidad de contar. Volver a esas imágenes, tanto tiempo después, es poner los pies en el barro. No se trata solo de mirar el pasado, sino de dejarse atravesar por una memoria que insiste.
Y esa forma, desde el revelado de una cámara doméstica, es un álbum familiar que nos interpela profundamente de forma política. Porque elige mostrar lo que normalmente queda fuera del encuadre: los detalles, los cuerpos, la complicidad, lo interior, las huellas. Porque revela cómo se construyen las memorias visuales desde abajo, desde lo íntimo a lo colectivo. Esas imágenes son inseparables de su hacer comunitario: Juana ya tejía lazos antes de la inundación, y en medio del caos, sostuvo redes, organizó donaciones, cocinó, acompañó. Su mirada es la de alguien que vive el territorio, que actúa y narra al mismo tiempo.
En cada imagen tomada por Juana resuenan unas palabras que aún reverberan en el oeste santafesino: no, “nadie les avisó”, ni les enseñó cómo prepararse para esa correntada que se llevó casi todo, menos la memoria.
Sobre la muestra
Desde el 11 de abril se encuentra abierta y puede ser visitada hasta el 9 de mayo, de lunes a viernes de 8 a 20, con entrada libre y gratuita en la Fotogalería Municipal de Santa Fe, ubicada en la Biblioteca Municipal Profesor Enrique Muttis (1era. Junta 2451). La propuesta tiene la curaduría de Bernardo Gaitán Otarán del proyecto Archivo Inundación y cuenta con el acompañamiento de WikiActivistas del Litoral y la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Santa Fe y el apoyo de Wikimedia Argentina.
La muestra se compone con las miradas de Juana Núñez, Juanjo Berón y Darío Montenegro. Tres relatos visuales que documentan instantes de 2003.
El archivo Inundación completo se puede visitar de modo virtual en: Archivo Inundación y las fotos de Juana en: Wikimedia Commons.

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