No, no van a pasar “cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches” para volver a abrazarnos. El miedo a la pandemia y el encierro nos está mostrando nuevas formas de vincularnos. Así estamos aprendiendo a querernos y, al menos yo, siento los abrazos.
No, no va a ocurrir como en la novela de Gabriel García Márquez en la que Fermina Daza y Florentino Ariza finalmente se estrechan en un abrazo después de “cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches”. Son apenas unas semanas, pero entre la ansiedad del encierro y la sobreinformación que consumimos, comenzamos a tener por momentos delirios apocalípticos y a creer que habrá un antes y un después cuasi mitológico. Bajemos un cambio, repensemos, busquemos esos pequeños y grandes gestos que se intensifican y nos sensibilizan cuando nos creemos soles. ¿Estamos soles realmente? En efecto, no. Estamos muy acompañades por nuestras maravillosas redes de afecto.
Esta instancia de aislamiento social, preventivo y obligatorio nos tomó por sorpresa. De un día a otro no podemos vernos con amigues, compañeres, amores, familia; ni abrazarles, besarles o compartir un mate. Ante ese panorama, ¿cómo subsisten esas relaciones que a veces penden de un hilo o son estables a lo largo de los años, sin enloquecer ante la distancia, la ansiedad, las dudas y esa tendencia a auto boicotearnos tan característica del ser humano? O bueno, no traslado, tendencia mía.
Así me engancha esta cuarentena con la que estoy de acuerdo, con toda mi inseguridad y mi baja autoestima a cuestas. Pienso que no di todos los besos que quería, ni dije las veces necesarias las cosas lindas que siento para que no se olviden…. Ufff la respuesta es: sí, pesada. No hay nada nuevo ni quedó nada por decir. Pero ante este posible fin de mundo me urge decirles a quienes ocupan mi corazón que me da miedo el olvido (que me olviden). Y si no los veo en tres semanas, si no los beso, los abrazo o siento su piel, qué va a pasar. Al miedo a esta fucking pandemia se suman los otros.
¿Cómo se sostienen los vínculos sin contacto físico, sin el face to face, sin agarrarnos de la mano? Creo que en los últimos días fui(mos) encontrando formas de amor que traspasan el Covid -19. Y, en mi instancia más positiva, creo también que todo esto traerá algo bueno, una nueva fórmula para vincularnos que tiene más que ver con la cabeza y el corazón. Nos cruzamos a diario con actos solidarios hacia propios y extraños: desde prestar un lugar en la heladera o hacerle los mandados a algún vecine mayor o en riesgo para que no salga. Aprendimos extender las redes de contención en forma virtual y a utilizar toda herramienta tecnológica a nuestro alcance para colaborar con quienes necesitan ayuda. Y también aprendimos a profesarnos cariño con las palabras, que llegan para envolvernos de emoción y alegría, a reírnos a carcajadas, a levantarnos aunque estemos lejos, a valorarnos en la lejanía que cada vez nos acerca más.
Debe ser la pandemia, la amenaza real de una muerte cruel, como ocurre en las películas yankees donde todo termina bien y la bandera medio rota flamea a lo alto, pero las maneras de brindarnos afecto nos volvieron ingenioses, la tecnología de la que tantas veces reniego nos acerca tanto que parece que estamos pegades. Mientras me quedo en mi casita para que nos cuidemos entre todes, al igual que Fermina y Florentino, aunque se haga esperar, yo puedo sentir ese abrazo.
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