Las mujeres que integran la lista de Fuerza Común como precandidatas a concejalas se asumen como "compañeras de lucha para transformar el dolor y las opresiones en propuesta política". Docentes, estudiantes, militantes sociales y políticas, de entre 27 y 81 años, coinciden en puntualizar que su principal objetivo tiene que ver con "discutir el presupuesto municipal y el derecho a la ciudad".

"Diversas y comunes". Así se definen las mujeres que integran la lista de Fuerza Común como precandidatas a concejalas en las elecciones de este 13 de abril. Empoderadas desde una diversidad biográfica, etaria, militante e identitaria que, afirman, las fortalece, reivindican la política y el protagonismo de las mujeres en los procesos de transformación.
Conscientes de la responsabilidad que significa poner a consideración de la ciudadanía un programa político-ideológico en un contexto en el que la derecha (tanto en sus versiones moderna y eficientista como conservadora y fascista) viene con pretensiones ciertas de poner en jaque y desmantelar las conquistas y derechos de nuestro pueblo, se asumen como compañeras de lucha para transformar el dolor y las opresiones en propuesta política.
Mirtha Streiger tiene 81 años y forma parte de la Multisectorial de Jubilados que realiza la Marcha de los Banquitos. Trabajó más de 40 años como docente e investigadora en la UNL, abocándose al estudio de la enfermedad de Chagas. Streiger recuerda con emoción los inicios de su militancia en el centro de estudiantes y en la lucha de los docentes universitarios, y señala su vivencia laboral como un aprendizaje determinante en su vida: "Mi trabajo me contactó con lo profundo de nuestra tierra, de nuestra América, a través de seres humanos afectados por el Chagas, y me permitió trabajar en equipo con compañerxs de distintas disciplinas junto con nuestrxs hermanxs originarixs mocovíes”.
Con su inquebrantable vocación de lucha, cuenta que con su familia sufrió el terrorismo de Estado en los golpes militares de 1966 y 1976, pero a eso le contrapone haber vivenciado también hechos gloriosos protagonizados por el pueblo, como el Cordobazo y el Argentinazo. Y ante la escucha amorosa y con admiración de sus compañeras reflexiona: "A esta altura de mi vida pienso: ¿qué sentido tiene la vida si no intentamos un mundo sin explotadorxs ni explotadxs, sin opresorxs ni oprimidxs?".
Romina Anaclerio tiene 38 años y es militante del Partido Pares. Junto a sus compañerxs construyeron un taller de carpintería que se llama “Requechitos Abasto”, que integran un grupo de mujeres de todas las edades de los barrios de la zona noroeste de la ciudad. Desde este lugar, señala que en el contexto actual de crisis y necesidades de todo tipo "se vuelve crucial el rol de las mujeres en el sostenimiento de espacios como el nuestro, para ser nuestro propio soporte, porque en su gran mayoría somos jefas de hogar en los barrios más golpeados por las políticas de los gobiernos actuales”. Con una sonrisa llena de firmeza, suscribe junto a sus compañeras que "como siempre y más que nunca, las mujeres nos reunimos y nos organizamos para luchar por más oportunidades y justicia social”.
Malena Torres tiene 27 años, es estudiante de la Licenciatura en Biodiversidad en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y milita en la Agrupación de Lucha por los Derechos de lxs Estudiantes (ALDE). Cuenta que se sumó a la militancia en el acalorado 2018, cuando el ajuste de Macri a las universidades y la marea verde le hicieron replantearse su modo de ver el mundo, las relaciones sociales y las desigualdades de género. “A mis 20 años, sentirme parte de esa marea universitaria y de la marea verde, me enseñó cómo la organización colectiva puede convertirse en una fuerza capaz de cambiar la realidad, y nunca volví a ser como antes”, dice con convicción.
Y agrega que su experiencia como presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades en la era Milei, signada por el desfinanciamiento y el ataque a la educación pública así como a las políticas de género y disidencias, reafirmó sus convicciones respecto de la necesidad de formar profesionales cuyo conocimiento efectivamente esté al servicio del pueblo, de otro modelo de país, y del valor que tiene la inmensa y diversa masa crítica de la UNL, "subestimada y hasta ignorada por la política para discutir una ciudad más justa e igualitaria".

Miryam Burgués es docente, bailarina y coreógrafa. Con minuciosidad relata su historia de participación política y artística a lo largo de sus 61 años y reivindica su identidad peronista-kirchnerista. Desde su adolescencia, y aún en dictadura, se convirtió en la coordinadora de estudiantes secundarios. En 1981, junto a personalidades reconocidas de la cultura local funda “Casa de la Danza”, proyecto artístico pedagógico de reconocida trayectoria, que daba cuenta de la efervescencia creativa y liberadora que pulsaba en las postrimerías de los años más oscuros y la floreciente primavera democrática.
Burgués fue integrante del Centro de Estudio e Investigación de Políticas Argentinas y Latinoamericanas de nuestra ciudad. Como bailarina participó en importantes y premiadas obras y como coreógrafa ha producido otras tantas de danza y teatro. Durante casi 37 años de docencia ininterrumpida en la educación pública y como delegada de AMSAFE, luchó por el reconocimiento oficial de las escuelas de arte como terreno fértil de disputa de sentido y defensa de los derechos culturales.
Desde el 2023 es integrante y fundadora de “Cultura de Pie”, un colectivo de trabajadorxs de la cultura que de manera independiente y autogestiva viene llevando adelante actividades artísticas con compromiso social y en defensa de los valores democráticos. Con orgullo y alegría, comparte junto a sus compañeras que “como militante y ciudadana, entendí que para hacer frente a este presente de crueldades impensadas tenía que dar un paso más en la política. Y encontré en Fuerza Común ese espacio donde trabajamos desde la unidad y la pluralidad de voces”.

Marcela Sala tiene 48 años. Es integrante del Movimiento Territorial Liberación y miembra del Comité Zonal Santa Fe del Partido Comunista. Con claridad y convicción evoca, siendo muy joven, su participación en el Movimiento de Desocupadxs en Lucha y el primer corte de ruta en la ciudad de Santa Fe, en Avenida Circunvalación Oeste, allá por 1998, en reclamo frente los estragos y las consecuencias económicas y sociales devastadoras de las políticas neoliberales de Menem y Cavallo.
Sala también reivindica la solidaridad de la gente de a pie como respuesta a la corrupción, la desidia y el abandono de los gobiernos municipal y provincial frente al crimen hídrico que significó la inundación del 2003. Con la misma fuerza, y ante un escenario con similares características, agudizado por las medidas represivas y de carácter fascista y entreguista del gobierno de Milei, repite que “la organización es el primer acto de defensa ante un Estado ausente y un sistema que no dará respuesta, ya que sólo a costa de tantas desigualdades puede sostenerse y por eso es vital, urgente y necesaria la unidad del campo popular y de la clase trabajadora”.
Vanesa Oddi tiene 50 años, es militante socialista desde los 18 y activista feminista. Fue concejala y estuvo a cargo de la Secretaría de Políticas Sociales a nivel provincial. Forma parte del movimiento de mujeres, de la Mesa de Mujeres por la Paridad y de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Mientras comparte con sus compañeras anécdotas de su hija de tres años, dice con ternura que “ella es su mayor victoria” en relación al amor, el deseo y el derecho a decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, al tiempo que señala el abismo que media entre la existencia o no de leyes, institucionalidades y acciones políticas que garanticen estas decisiones vitales.
Consultada sobre las propuestas que desde Fuerza Común impulsan como parte de su programa, reflexiona: “Hace ya muchísimo tiempo que las mujeres y disidencias venimos luchando para que la democracia deje de ser no sólo masculina sino para que esa representatividad no esté plagada de masculinidades hegemónicas”. Apunta a que el Concejo, y el gobierno municipal, al ser el ámbito más próximo y cercano a la ciudadanía, se transforme en un espacio propicio para que "la perspectiva de géneros no sea sólo una cosa de mujeres para mujeres” y se traduzca en ordenanzas y políticas públicas que integren la mirada desde la transversalidad y la interseccionalidad".

El derecho a la ciudad
Las mujeres que integran Fuerza Común coinciden en puntualizar que su principal objetivo tiene que ver con discutir el presupuesto municipal y el “derecho a la ciudad” en esta clave.
Para esto proponen la construcción participativa, junto a las organizaciones de mujeres y disidencias, de un Plan Estratégico por la Igualdad que discuta otro modelo de ciudad y contemple: las brechas de género en términos laborales; situando al trabajo como eje estructurante de los proyectos vitales de las ciudadanas y ciudadanos; las brechas de tiempos y cuidados, que valorice a las tareas de cuidado no remuneradas como un sector que aporta significativamente a la sostenibilidad de la vida y produce bienes y servicios fundamentales, en el que se redistribuya su carga y fortalezca su infraestructura; y las brechas socio-espaciales y de acceso a un hábitat digno y seguro, apuntando a las desigualdades que atraviesan a las mujeres y disidencias, profundizadas por los notables contrastes en materia de planificación urbana, inversión pública y cualificación de los entornos físicos y territoriales que componen la trama urbana y forman parte de la "ciudad de los bulevares" y la "ciudad de los bordes".
Sobre estas propuestas y la participación femenina, Oddi señala que "ya no nos alcanza con exigir y reclamar, es necesario decidir. Si las voces de las mujeres y las disidencias no están, los ámbitos de poder pierden peso, así como las urgencias por terminar con las violencias, la carga de cuidados y la feminización de la pobreza".
Y luego concluye: "Cuando parece que se nos derrumban muchas conquistas, nosotras seguimos creyendo en la fuerza común, y frente a la arbitrariedad de una desigualdad extrema y lacerante, que es negadora de la democracia, concentradora del poder y la riqueza, somos del bando de quienes elegimos no sólo creer sino construir otra forma de hacer política, no sólo para 'algunos entendidos' o en manos de 'representantes', sino capaces de gestar movimientos que contengan sujetos y colectivos plurales, de organizar poder social y popular que ponga en pie prácticas transformadoras, emancipadoras, participativas, con capacidad de acumular y disputar poder real para revertir el actual escenario donde no sólo se retrocede en derechos, sino que se profundizan situaciones de injusticia”.