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Esto no es coca papi, esto es antifascismo

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Tras las declaraciones de Milei en Davos, mujeres y diversidades sexuales encendieron el fuego del antifascismo en Argentina. En este contexto nos preguntamos: ¿qué nuevas posibilidades aporta esta vía a las resistencias al gobierno ultraderechista de La Libertad Avanza?
Victoria Stéfano
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Autora: Priscila Pereyra

Este sábado 1 de febrero, en varios puntos del país, se convoca la primera movilización antifascista contra el gobierno de Javier Milei. La manifestación surge en rechazo al discurso presidencial en el Foro Económico en Davos, donde el presidente tachó al colectivo de la diversidad sexual de pedófilos y apuntó contra los derechos de las mujeres y la lucha contra el cambio climático.

De mano de esas declaraciones, desde el gobierno nacional dieron a conocer la elaboración de un supuesto proyecto legislativo para eliminar políticas de igualdad como la Ley de Identidad de Género, los cupos para personas trans y personas con discapacidad y la figura de femicidio del Código Penal.

Las respuestas no se hicieron esperar y, paralelamente a la ola de rechazos y pronunciamientos en redes sociales, donde virtualmente la agenda de derechos volvió a la discusión, la afrenta mileísta puso en movimiento a los activismos que, apenas horas después de las declaraciones del mandatario argentino y reunidos en asamblea en el mojón libertario del parque Lezama, dieron a conocer la convocatoria a una Marcha Federal del Orgullo Antifascista para el 1 de febrero a las 16 en la Ciudad de Buenos Aires.

La iniciativa se replicó simultáneamente en otros puntos del país. Entre ellos la ciudad de Santa Fe, donde este sábado habrá una concentración en la plaza Pueyrredón desde las 18, para debatir y planificar acciones conjuntas frente a los ataques del gobierno nacional.

No es solamente una opinión, es un plan

Desde sus inicios, la campaña de propaganda del gobierno libertario consistió en la demonización de las banderas feministas y de las corrientes de pensamiento de izquierda.

Lejos de reducirse a expresiones de deseo, los discursos de la campaña tomaron cuerpo tras la asunción presidencial del ultraderechista Javier Milei con la eliminación de los organismos estatales encargados de sostener las políticas para combatir los femicidios, la discriminación y las desigualdades por motivos de género.

Es en ese contexto, y tras más de un año del gobierno de La Libertad Avanza, que las declaraciones del mandatario argentino en Davos, caracterizadas por informaciones falsas o datos aislados y manipulados con aseveraciones falaces contra las mujeres y las diversidades, corrieron un límite que recuerda a los momentos más tenebrosos de la humanidad y vuelven a poner en discusión la agenda de derechos en Argentina.

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No se parecen a los fascistas, son fascistas

Citando paralelismos y desde una perspectiva histórica, los antecedentes globales permiten concluir que la elaboración y réplica masiva de discursos centrados en demonizar a determinados grupos de personas, siempre han anticipado el recrudecimiento y la validación de violencias sociales contra esos sectores.

E incluso, en las circunstancias más extremas, directamente han anticipado campañas de exterminio lideradas por el Estado.

Es entonces donde el compendio ideológico libertario, que de liberal tiene poco, permite a grandes rasgos apreciar sin morigeración su verdadero rostro, recauchutado de la maquinaria de los fascismos que asediaron al mundo durante buena parte del siglo XX.

Nueva identidad, nuevas alianzas, nuevas posibilidades

En un análisis más amplio de la coyuntura, la propuesta antifascista de las movilizaciones convocadas para este sábado no solo logra, por defecto, identificar claramente los componentes fascistas en la avanzada mileísta, sino que además tensiona el sentido construido por el aparato de propaganda libertaria que había anclado las políticas de género y de diversidad sexual a un régimen de pasado.

A riesgo de que pueda parecer simplemente una construcción conceptual, la idea de que los derechos de las mujeres y las diversidades sexuales no se circunscriben a tal o cual partido político gobernante y se inscriben en una identidad histórica y política más amplia y global como la lucha antifascista, logra colocar ese conjunto de legislaciones y derechos adquiridos por fuera de la guerra que el gobierno intenta instalar homogeneizando a la oposición detrás de categorizaciones partidarias.

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Autora: Priscila Pereyra

La bandera antifascista propone una nueva polarización que logra erosionar, entre propios y ajenos, una de las ideas mejor instaladas de La Libertad Avanza.

En efecto abre una ventana de oportunidad donde incluso aquellos que han apoyado ciertos aspectos del proyecto político libertario pueden inscribirse desde una oposición posible y con una nueva identidad, donde la cuestión partidista queda como una discusión a la que, en efecto y a fines cohesivos, hay que dejar atrás.

Es en el epicentro de la crisis de representación de los espacios tradicionales y el fracaso de las dirigencias partidarias opositoras, que bien se traduce en no poder condensar una resistencia contra estos discursos y otras tantas medidas que atentan contra el bienestar social, que los feminismos y las diversidades se apropian oportunamente de la identidad antifascista. Y abren la posibilidad de pertenecer a todos los que no tienen lugar en el proyecto libertario.

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Disputar en la calle y en el discurso

Esta vía no solamente refunda formas de organización espontáneas, federales y horizontales en torno a acuerdos fundamentales que recuerdan a momentos de crisis social profunda del país, como el oscuro episodio de 2001, sino que además pone en movimiento alianzas de resistencia que bien recuerdan a los Arditi del Popolo y otros grupos que dieron batalla al fascismo europeo aliados a sectores obreros y grupos de izquierda.

Es allí donde el marco de discusión sobre la realidad, y sobre qué es lo importante y lo que no dentro de las sociedades todas, no solo la argentina, cobra un sentido renovado, y es también donde la guerra contra los "zurdos hijos de puta" (en palabras del presidente) queda finalmente fuera de lugar.

Con ello se recupera la capacidad de autodefinición, ahora como movimiento de respuesta, al tiempo que categoriza y delimita al enemigo.

El sufrimiento como aglutinante

Y si bien así como no existe antifascismo sin fascismo y no existe fascismo sin sufrimiento, quizás esa sea para todos nosotros la frontera que pueda permitirnos, finalmente, sortear las aparentes diferencias sectoriales hacia la construcción de una apuesta donde todos, todas y todes quienes sufren, de una forma u otra, la realidad imperante, puedan encontrar una manera de inscribirse en una resistencia heterogénea pero de respuesta unificada.

Desde personas con discapacidad hasta beneficiarias de la AUH, estudiantes universitarios, familias homoparentales, trabajadores públicos precarizados y personas no binarias, bajo la bandera del antifascismo entramos todos. Y quizás reconocernos en el sufrimiento sea por fin la luz al final del túnel que venimos buscando.