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Existencias lésbicas: Silvina Giaganti

“Se vive y se escribe, no de un modo ordenado, la escritura necesita de aventuras vitales, me alimento y me nutro mucho de experiencias personales. La escritura es una instancia posterior a vivir una historia de amor. Cualquiera sea”. Giaganti irrumpió en la escena literaria en 2017 con "Tarda en apagarse", una autobiografía en versos que se volvió bestseller y un imprescindible entre las activistas lésbicas. Su escritura sabe mucho de pasiones, y ahí aparece también su amado Independiente de Avellaneda. En una nueva serie de Existencias Lésbicas, un breve perfil de Silvina Giaganti por Periódicas.

Autora: Gise Curioni

Silvina Giaganti nació en 1976 en Avellaneda, Buenos Aires, y es hincha fanática de Independiente. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque no se llama a sí misma filósofa ya que no siguió una carrera académica. Además es docente y brinda talleres literarios. Publicó sus textos en numerosos medios de comunicación argentinos e internacionales. Su primer libro, Tarda en apagarse (Caleta Olivia, 2017), es una autobiografía en versos y fue un suceso de ventas; en 2019 publicó en formato ePub Desde el día en que nací, que según la autora es “una novela corta, un cuento largo sobre mi vida, Independiente”. Si, un libro donde cuenta su amor por el Rojo de Avellaneda.

Además de por sus libros, Giaganti es conocida por su presencia online, sus artículos en publicaciones digitales y su muy activa cuenta de Twitter. Con las redes pudo llegar a programas de radio para leer, charlar, y también escribir. Eso le permitió animarse a mostrar lo que escribía. “Cuando me preguntan si soy poeta, filósofa, escritora, la verdad es que prefiero no quedar cristalizada en un atributo. Esto me genera libertad para tomar caminos en base al deseo y no en base a cómo estoy siendo mirada. No quiero tener que dar respuestas en base a cómo me definí”, le dijo a Gabriela Cabezón Cámara en una entrevista para Página/12.

La perspectiva del mundo desde donde narra Silvina está atravesada por el feminismo, el amor, el desamor, el lesbianismo, las pasiones. Desde ahí interpela a sus públicos, lectores y lectoras que convirtieron en betseller su primer libro, halagado por la crítica y ya un imprescindible entre las activistas lésbicas.

Giaganti cuenta que la primera chica que conoció fue a través de una revista orientada a adolescentes. Se contactaron a través de un correo de lectores allá por los años 90. Mantuvieron contacto por carta unos meses hasta que decidieron encontrarse. Ese momento marcó un antes y un después en su vida, porque como ella relata, fue cuando tuvo que empezar a mentir por necesidad. “Nunca miento. Es una de las cosas que más lamento que sucedan en relación con la sexualidad, cuando tenés que empezar a mentir. Era demasiado chica, asumo que no tenía otra posibilidad, la independencia económica estaba muy lejana y, además, vivía en un barrio, lejos, no sentí tener grupo de pertenencia hasta que fui un poco más grande y empecé a elegir a mis amigos. Como todos, ¿no?, nacemos en un lugar en donde se nos imponen determinadas cosas”.

Crédito: Twitter Silvina Giaganti.

Silvina relata que cuando sus padres no aceptaron su orientación sexual, el día en que no aguantó más y les contó, decidió "hacerles caso", y lo único que podía acallar ese deseo eran las drogas. Lo único que funcionaba como antídoto era tomar cocaína. Todavía no había cumplido los 16 años. “Elección es más sofisticado. Banco más la palabra orientación, en el sentido de que la elección parece que fuese algo que podés cambiar. 'Elegí esto', decís, y te pueden decir 'elegí aquello mejor'. Y no. Yo puedo elegir un gusto de helado, no pude elegir cuando me gustó mi compañera de sexto grado. O cuando lo único que quería en el mundo era besar a una mujer. A ninguna en especial, a una mujer nomás. Estuve cuatro años queriendo besar a una mujer”.

Su primer vínculo con la poesía fue la que la sacó de ese lugar. A sus 16 años, en un taller, conoció a una chica y empezó a salir con ella. Volvió a sentir, sin necesidad de tener que contar lo que le pasaba a su familia. “Yo creo que a mí me salvó eso, la curiosidad, que rápidamente se reveló en la lectura. Fue la manera de encontrar otros mundos, diferentes al mundo que me tocaba vivir a mí”.

“Yo escribo como puedo no como quiero”

Los mundos que escribe Silvina nacen desde la experiencia personal. Son relatos sinceros que describen la cotidianeidad en una mezcla de crudeza y ternura. Sus poemas la ayudan y ayuda a quien los lee a resignificar lo tristes y desgarradores que pueden ser algunos momentos de la vida. Según ella son poemas autobiográficos con un poco de invención. Es la forma que elige escribir y contar su propia historia. “Se vive y se escribe, no de un modo ordenado, la escritura necesita de aventuras vitales, me alimento y me nutro mucho de experiencias personales. La escritura es una instancia posterior a vivir una historia de amor. Cualquiera sea”.

Su libro Tarda en apagarse, publicado a sus 41 años, empezó a escribirlo luego del fin de una relación, cuatro años antes de su publicación. Igualmente, no quiere que la encasillen como una poeta lesbiana: “Lo lésbico, lo barrial, lo feminista son leídos como zonas de exotismo o nuevos temas. Pero no tienen nada de novedoso para mí: son mis mundos y los mundos de mucha gente con la que comparto mi vida”.

Las mujeres que me volvieron loca de verdad
Las mujeres que más amé
las que me volvieron loca de verdad
las chicas con las que quise todo, escribían.
Mi mamá hizo hasta segundo grado y no
me miró los cuadernos ni pudo
colorear un mapa conmigo o ayudarme
en un ejercicio de contabilidad.
El colegio y casa eran
una cadena rota en mi cabeza.
Cada vez que la veía firmar algo,
el boletín de la primaria,
un documento en el banco,
notaba que lo hacía lentamente
como alguien recuperándose de un golpe.
Me pregunto si las mujeres que amé
las que me volvieron loca de verdad
las chicas con las que quise todo
fueron mi movilidad intelectual ascendente,
si elegir mujeres que escriben
es disimular eso que me falta
cada vez que las dejo
o que me dejan.

 
 
 
 
 
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Idea e ilustración: Gisela Curioni
Edición texto: Ileana Manucci
Edición audiovisual y de sonido: Juliana Barrientos