La condena a José Alperovich marca un hito contra la impunidad del poder y el mensaje que resuena cada vez que un abusador es condenado: denunciar sirve, luchar sirve. Una nota de Celina de la Rosa y Milagro Mariona para el medio La Nota de Tucumán.
“Sólo quiero Justicia”, decía la carta pública con la que el país conoció el horror que vivió la denunciante de José Alperovich durante su paso por el espacio político del ex gobernador tucumano. Pasaron 4 años, 6 meses y 15 días desde que la joven tucumana decidió llevar a la justicia a su tío, ex jefe y ex gobernador.
“No necesito que nadie me diga que José Alperovich cometió actos de abuso contra mi integridad física, sexual y psicológica para que sea cierto, yo sé que es cierto, lo viví, me pasó a mí. Elegí elevar mi caso a la Justicia, a pesar de lo difícil que es llevar a cabo una denuncia, por mi necesidad de poner las cosas en su lugar y de decirlas para liberarme de su carga. Creo que legal y socialmente es el lugar en el que le corresponde estar y ser tratado”, escribió en noviembre de 2019. Así se mantuvo firme hasta que hoy se escuchó la sentencia.
Hoy el juez Juan María Ramos Padilla, del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional 29 de la Ciudad de Buenos Aires, condenó a Alperovich a 16 años de prisión como autor responsable del delito de abuso sexual simple, reiterado en tres oportunidades, dos de ellos cometidos en grado de tentativa, y otros seis hechos de violencia sexual agravados por haber sido con acceso carnal reiterado (6 hechos) que tuvieron como victima a su sobrina y ex secretaria. En todos los casos, mediando intimidación, abuso de una relación de dependencia, de poder y de autoridad. El imputado quedó detenido de manera inmediata y fue trasladado a un penal federal.
El juez también dispuso la extracción de muestras genéticas para el registro de delitos de abuso sexual, y reconoció el derecho de la víctima en lo que hace a la reparacion integral.
Los ataques sexuales por los que fue juzgado el ex mandatario tucumano ocurrieron entre diciembre de 2017 y marzo de 2018. Los dos primeros sucedieron en uno de los departamentos de Puerto Madero, propiedad de la familia Alperovich. Allí se alojaba el ex mandatario tucumano junto a sus colaboradores luego de las actividades del Senado y de reuniones con empresarios, banqueros y otros políticos. Los siguientes abusos tuvieron lugar en el auto que usaba durante la campaña; fueron múltiples, pero tres están claramente identificados. Ya en marzo de 2018, llegaron las vejaciones más crueles, en dos casas de la localidad tucumana de Yerba Buena.
La sentencia a Alperovich
Alperovich, el hombre que durante más de una década detentó el poder como dueño de Tucumán, deberá esperar que esta sentencia quedó detenido de manera inmediata y el juez también pidió la reparación integral para la denunciante.
La condena a Alperovich marca un hito en la política del norte argentino. Empresario y político, comenzó su carrera en 1995 como legislador provincial por la Unión Cívica Radical y luego se unió al peronismo, siendo gobernador de Tucumán entre 2003 y 2015 gracias a una reforma constitucional, impulsa por él mismo, que le permitió ser reelegido. Además, fue senador nacional en dos periodos, el último de ellos finalizado bajo licencia debido a su imputación en esta causa.
Alperovich, además, se movía con soltura en el sector privado. Es dueño de un grupo de empresas que incluye constructoras e inmobiliarias, una agropecuaria – con campos en Tucumán, Santiago del Estero y Salta – y la reconocida concesionaria de autos que lleva el nombre de su padre. Llegó a ser el funcionario tucumano más denunciado desde 2005. ¿O quizás el más salvado? Ninguno de los procesos abiertos en su contra prosperó en los Tribunales de Tucumán, según una investigación de Chequeado.
La única vez que fue llamado a declarar como testigo, fue en el juicio contra ex funcionarios de su gobierno en la causa que investigaba el encubrimiento del crimen de Paulina Lebbos, quién fue desaparecida y asesinada en 2006. En aquella ocasión, en 2013, Alperovich sólo presentó su testimonio por escrito,haciendo uso de las prerrogativas por su cargo público en el Congreso de la Nación.
La impunidad que vino acompañada por la suma del poder, probablemente, no se hubiera roto sin que la hija de su primo hermano y ex asistente personal expusiera todo lo que vivió dentro del ecosistema machista que comandaba. El séquito que acompañó a Alperovich en su último intento electoral, sostuvo lealtades aún al borde de cometer el delito de falso testimonio durante las más de 15 audiencias de este juicio. Fueron acusados cinco empleados y colaboradores alperovichistas y serán investigados por el delito de falso testimonio de la fiscalía y la querella. El juez dispuso la extracción de los testimonios para que se investigue si o metieron este delito Juan David Cayata. Víctor Hugo Decataldo y Manuela Frías. Además, habilitó la posibilidad que las partes extraigan testimonios para ser investigado, cómo en el caso de Beatriz Mirkin y Juan Laino.
No estamos solas
Más de 1.000 días pasaron desde que comenzó el juicio oral. La denunciante, como eligió ser llamada durante todo el proceso judicial, no está sola y cuenta con un poder que no es económico, ni político: ella tiene el poder de la certeza, de la verdad y la convicción de que “cuando una reconoce el abuso, se vuelve imposible tapar, porque te cambia para siempre”.
La querella, representada por Pablo Rovatti, Carolina Cymerman y Esteban Galli, junto al fiscal Sandro Abraldes marcaron el camino de este juicio histórico contra la impunidad de los poderosos.
El proceso judicial obliga a las víctimas de abuso a poner el cuerpo una y otra vez para constatar los hechos. La denunciante lo hizo con la firme decisión de que se cumpla con su derecho de acceso a la justicia en condiciones de igualdad. Su único fin es encontrar en la justicia la reparación de los daños físicos y psicológicos que causó el dirigente político tucumano, valiéndose de la asimetría de poder y abusando de un vínculo familiar, que propició en primera instancia el acercamiento de ella a su espacio político.
La causa de abuso sexual contra Alperovich atravesó todos los escenarios políticos posibles, en el presente el contexto social cambió. Pero el arduo trabajo de construcción de herramientas para analizar los hechos con perspectiva de género desarrollado por los movimientos feministas persiste y aún tiene incidencia en los procesos. La decisión de no exponer el rostro, de evitar la revictimización y contar con el acompañamiento de periodistas fue parte también de un trabajo feminista que persiste. Esta sentencia trae consigo el mensaje que resuena cada vez que un abusador es condenado: denunciar sirve, luchar sirve.
Autoras: Celina de la Rosa y Milagro Mariona para el medio La Nota de Tucumán.