¿Cómo se llega a estar dentro de un vínculo violento? ¿Cómo salir? ¿Por qué denunciar? El relato en primera persona de una sobreviviente.
Desde Periódicas siempre buscamos comunicar con responsabilidad y respeto los casos de violencia de género y violencia sexual. Nuestros manuales indican, además de que los casos a cubrir deben al menos haber comenzado un proceso judicial, que “las declaraciones de las sobrevivientes son de gran interés, pero nunca pediremos testimonios a mujeres en situaciones extremas, sino cuando hayan recuperado su autoestima y puedan transmitir un mensaje esperanzador para otras víctimas”.
Por eso dudamos antes de realizar esta entrevista, incluso no sabíamos si íbamos a poder publicar siquiera dos líneas al respecto. Pero María quiere hablar, lo necesita. Nos necesita a todes.
Está nerviosa. Nosotras también. Es la primera vez de las tres.
Trajo algo escrito, para ordenarse. “Prefiero que mi identidad se mantenga al resguardo, sobre todo por un cuidado personal, ya que es un proceso duro y difícil, que va a la par de un trabajo emocional y psicológico complejo”. Sí, no se llama María en realidad.
“Un proceso que lleva a transitar etapas, en las cuales el sufrimiento es enorme. Pero ese dolor poco a poco se fue transformando en fuerzas, los miedos fueron mutando a valor y la vergüenza hoy se convierte en responsabilidad. Ya que considero que una denuncia no es sólo un derecho sino también un acto de conciencia civil y moral en el cual es tan fundamental el proceso legal como el social. Estoy convencida de que tenemos que recorrer estos caminos para que el mensaje deje de ser la impunidad. A pesar de todo lo que significa tener que transitar, no podía sentirme cómplice, ni darle la comodidad de mi silencio”.
Así elige empezar a contar la historia de su vínculo, que duró menos de un año. Fue un noviazgo con todos los indicios de la manipulación que caracteriza a las relaciones violentas. Y terminó con un abuso sexual, hecho por el cual denunció al muralista este año.
Se trata de la segunda denuncia por violencia de género que él tiene en su haber. Cuenta con un juicio en suspenso en 2020, por extorsión en grado de tentativa en contexto de violencia de género, en el cual la sobreviviente es otra ex pareja. Y esta nueva causa, que está siendo investigada por la fiscala Luciana Escobar Cello.
Cómo comenzó el vínculo
María dice que ahora, “con el diario del lunes” puede ver que se trató de una relación abusiva, violenta “de manual,” pero desde adentro es difícil poder identificar ciertos patrones que después son claros o que son evidentes para quien lo observa desde fuera. La relación comenzó como muchas otras, por redes sociales.
Hablaron durante bastante tiempo (tres meses) hasta verse, en marzo de 2022. “Desde ese primer encuentro empezó a ser un ida y vuelta prácticamente cotidiano, nos vimos cada vez más seguido, y él en principio era el ideal, desde lo atento, desde lo caballero, coincidíamos en un montón de supuestos valores, de ideas de la vida. Teníamos charlas que a mí me resultaban interesantes, desde el arte, desde la psicología. Todo comenzó a fluir mucho, demasiado. Yo no me dí cuenta pero esto también es típico y debe ser una señal de alerta: que el otro esté tan atento, pendiente”, explica María.
“De todas maneras no había en principio ningún rasgo que me llamara la atención, hasta que empezaron a aparecer algunas escenas de celos, pero muy sutiles. Repasando todo, me doy cuenta de que él ha sido muy cauteloso, quizás por su denuncia anterior. Casi todas las situaciones siempre se daban en presencia o por llamado telefónico”, detalla.
“También me hacía planteos por la manera de vestir. Siempre con la misma dinámica; primero hacer el reclamo, para luego pedir disculpas y decir que comprendía que era un problema suyo. Yo ahora entendí que la principal víctima de este tipo de personas somos los seres empáticos. Él te muestra las heridas y una cree que va a poder acompañar y ayudar y ese es el lugar desde donde nos atrapan”.
En este tipo de vínculos, comenta María, “comienzan tratándote como nunca te han tratado antes, mostrándose como la persona ideal y cuando estás involucrada afectivamente, empiezan a aparecer sus verdaderos rasgos, pero ya es más difícil salir”.
Implicación afectiva
“A la par que las escenas de control se iban multiplicando, también avanzaba el compromiso de la relación, quedarme en la casa, conocer a nuestras familias, proyectos a futuro y comenzaron a surgir replanteos. Esto de denigrarte, de cuestionarte, de ponerte a prueba todo el tiempo. También estaba presente el control, de todo, horarios, redes sociales, lugares y personas con las que me relacionaba, lo hacía desde un lugar sutil, que hoy puedo identificar como agresivo pasivo, pero que en la manipulación del momento era difícil de discernir", cuenta María.
Ese disciplinamiento se fue metiendo muy despacito. "Era muy característico de las discusiones esa capacidad de dar vuelta las cosas y que yo terminara siempre pidiendo perdón por todo. O sea, desde por qué salí o la culpa de juntarme con mis amigas, o de qué foto subía a las redes, por ejemplo. Me alejé de mi familia, de mis amigas, pero fue todo tan cuidadoso que no fue de un momento para otro. Empezaba con la manipulación a través de la culpa: ‘justo hoy vas a salir, que yo organicé esto, o me pasó esto’. Entonces me sentía mal y me quedaba, buscando no desatar el conflicto”.
Mientras más avanzaba la relación más control ejercía el muralista. “A fin de septiembre empezó a buscar una casa nueva con el proyecto de irnos a vivir juntos. Con el estrés del momento (por atravesar decisiones importantes como una convivencia) intentaba pero no conseguía justificar las situaciones violentas que sólo se multiplicaban y eran cada vez más evidentes. La violencia y las conductas abusivas se camuflaban con momentos de cariño, muchas muestras de afecto y la constante planificación de proyectos en común. La disonancia es tal que ya no sabes qué sentís, qué pasa realmente, era un estado de confusión constante".
Abuso
“El primer día de convivencia en la casa nueva, en Villa California (San José del Rincón) sucedió el abuso sexual. Poder decirlo así ya es un gran paso para mí, ponerlo en palabras y quitarme la vergüenza que me genera saberme víctima. No creo que fuera casualidad, yo estaba en un lugar que no conocía, alejada de todo, era de madrugada, no había nadie a quien pedir ayuda afuera, yo no tenía ni llave. Estaba ahí, atrapada”.
La sobreviviente relata que cuando sucedió se sintió "indefensa y aterrada. Todo se volvió oscuro y borroso como la peor de las pesadillas, esa que querés olvidar con la esperanza de que no te persiga".
Después de la violencia explícita que sufrió la invadió la culpa. María siente que debería haber reaccionado enseguida, que debería haber podido hablar y pedir ayuda, que hubiese tenido que denunciar en el momento. Hasta ese lugar cala el patriarcado, que nos hace sentir que incluso luego de haber sobrevivido a un ataque machista deberíamos haber podido más que sólo permanecer con vida.
“Ahora entiendo que ni siquiera sabía lo que me había pasado, no lo había podido dimensionar. Pero llegué a mi casa y me dolía todo. Por más que una parte de mí no lo quería ver, era evidente: me dolía el cuerpo, estaba hecha pedazos, no me podía mover. Pedí ayuda a mis amigos: ‘Por favor ayúdenme a salir de acá, no me pregunten, no entiendo nada, pero no puedo volver’. Fue previo a un partido de Argentina en el Mundial (de fútbol masculino) así que todo el mundo estaba en otra”.
"Quería perdonarlo"
María relata que no lograba sentir enojo: "No podía aceptar que la persona con quien compartía un proyecto de vida sea capaz de hacerme algo así". María tardó un tiempo en poder cortar el contacto.
“Había llevado mis cosas a esa casa, pude agarrar un bolsito y me vine con eso. Tuve mi sesión de terapia, mi psicóloga me dijo ‘no lo vas a entender ahora pero tenés que buscar todas tus cosas acompañada de alguien y cortar todo contacto, todo'”. Todavía sin poder caer del todo en lo que había sucedido, algo en ella entendió que se había cruzado un límite de no retorno. No había vuelta atrás.
Entre Navidad y Año Nuevo María finalmente pudo ir a buscar sus cosas. Pero luego hubo algunos idas y vueltas por mensaje. “Aunque suene raro ahora, me costó horrores cortar la relación y mantenerme firme en la decisión. Yo en el fondo lo único que quería era perdonarlo”, declara.
En este punto la alertaron sus síntomas y fueron sus amistades y su terapeuta quienes la sostuvieron. “Hay que buscar ayuda, generar redes”, afirma.
El cuerpo habla
María relata que empezó a tener frecuentemente síntomas que antes no tenía: la sensación de no poder respirar, tener miedo de salir a la calle, enfermarse seguido, “ver el mural y tener que frenar porque me daban ataques de pánico. Y las pesadillas, eran terribles. Ahora, por suerte, desaparecieron. Pero soñaba que lo tenía encima, me despertaba empujando algo que no existía, durante mucho tiempo”.
María siente que estuvo “como disociada” unos dos meses. Fue un día de febrero, en que se puso el mismo pijama que tenía la noche del abuso cuando “el recuerdo fue como una cachetada, no sé en qué parte de la cabeza estaba, pero volvió. Ahí tomé consciencia de lo que había pasado, los tan desagradables flashback fueron el sacudón que necesitaba para ver la realidad”.
A partir de este vínculo violento María conoció una nueva faceta de sí misma: “Yo siempre fui súper enérgica, re alegre, de pronto me ví tomando pastillas, con la ansiedad por las nubes, sin ganas de vivir, en un pozo en el que nunca había estado. Seguido a eso la culpa de que me haya pasado esto, de no haberme ido a tiempo, de no poder ver las señales. Es un ejercicio constante que hago, junto a mi terapeuta, de volver a comprender que no fue mi culpa lo que pasó”.
“Ahora entiendo”
María explica lo que le pasó con sorpresa, como quien va develando un misterio de a poco. “Es que era de manual” nos dice, sin poder creer cómo no se dio cuenta antes. “Por ejemplo antes del abuso tuvimos un viaje que fue una luna de miel, soñadísimo. Y claro, en mi cabeza no podía hacer fusionar esas dos realidades tan opuestas, no las podía integrar. Lo lindo es tan lindo que te hace dudar de que lo malo realmente existió”.
Los opuestos siempre estuvieron ahí, “esto de la intermitencia, se enoja, no te quiere ver, te genera esa desesperación por deshacer lo que sea que hayas hecho para que él esté así, la culpa. Se le pasa y viene el bombardeo de amor, eso genera una disociación en tu cabeza, todo pasa a ser confuso, inentendible, el ciclo se va perpetuando”.
María entiende ahora que el violento también “es alguien que te hace el desayuno, te acompaña al médico y te pregunta cómo te fue en tu día”. Una característica de estos perfiles es el de ser encantadores, es su arma de seducción, nadie que comparta un momento sin conocerlo en profundidad podría imaginar lo que esconden detrás del personaje.
Por todas
Con respecto al proceso que la llevó a radicar la denuncia en la Justicia, María explica que primeramente se informó por su cuenta y llamó a la línea 144 (de atención, contención y asesoramiento a mujeres y LGBTI+ en situación de violencia de género). Se encontró con “una recepción muy amable y una orientación completa, nunca pusieron en duda mi palabra, me sentí acompañada”. Seguidamente, buscó el asesoramiento profesional de Lazos, donde trabajan abogadas, psicólogas y trabajadoras sociales. “Sin ellas llegar a esta instancia hubiera sido devastador. Están siendo fundamentales en este proceso, no sólo desde lo profesional, sino también desde lo humano”.
La sobreviviente nos cuenta que fue tortuoso repasar todo, pero a la vez lo reconoce como liberador. “Todo es paso a paso, estoy siendo contenida y me encontré con un acompañamiento y comprensión que jamás imaginé tener”. Lo que le dio fuerzas fue “sentir que esto que me había pasado podía advertir a otra que esté en mi lugar, me desespera pensar que otra persona pueda pasar por esto. Más allá de mi proceso de sanación personal, es la única manera en la que puedo ayudar. Siento un compromiso que ya no es por mí sino también por otras víctimas”.
María: nos tenemos.
Magui escribe, edita y produce audiovisuales. El fuerte de Sofi son las redes sociales y la temática cannábica.