El jueves a la madrugada Victoria Stéfano viajó 570 kilómetros para ser parte de la histórica aprobación de la Ley Diana Sacayán - Lohana Berkins. Lo hizo como activista y como periodista. Y escribió para Cosecha Roja una crónica del viaje de ida y vuelta hacia la ampliación de derechos. “Triunfó el amor, triunfó la lucha, triunfó la historia y bailamos con nuestras muertas”.
Todo arrancó imposiblemente durante la primera hora del jueves. Literalmente la primera. Eran las 00:36 cuando Santiago Quizamas, de la Asociación de Varones Trans y No Binaries de Santa Fe, me preguntó si quería viajar al Congreso de la Nación a la votación del Cupo. Apenas le dije que sí, suspendí el vino y el porro que tenía en la mano y volví a mi casa en un taxi.
Giovi Novello me dijo que a las cinco arrancábamos en su auto desde Santa Fe, así que llegué, me tiré a la cama, puse la alarma a las cuatro y me dormí. En el medio había cerrado con Cosecha Roja la cobertura. El plan era hacerlo desde casa. Mi imagen mental era yo en pantuflas, pelo atado, gafas, ropa manchada con lavandina y mucho café; y de repente estaba con el celular encarando a Rosario a buscar al resto del equipo: Dino Germanis, Pamela Rocchi y Santi y a fijar destino a la ciudad de la furia.
Decir que estaba re contra cagada es poco pero también tenía todas las expectativas. El equipo de Cosecha me había conseguido la acreditación para entrar al Senado, pero ya sabía de entrada que la prensa no podía estar en el recinto. Cuando llegamos colgamos la bandera de Varones y ya empecé a entrevistar a referentes trans en la plaza en modo periodista furiosa.
Las militancias iban copando todo con colores y fiesta y llegó la música, la pantalla y las birras. Empezaban los primeros encuentros y los primeros abrazos, nadie se calmaba nada, todes apuntaban a que el cupo salía o salía y a que nos íbamos a volver a casa con la ley bajo el brazo.
Mientras caminaba por la plaza y hacía cobertura, me cubrían. Los periodistas de otros medios venían a entrevistarme, y yo aprovechaba a robar también. Y claro, es que les periodistas travestis somos una novedad aún, así que andaba en periodistrans estrella.
Con el 56 por ciento de batería se me hicieron las tres de la tarde y, después de que fotografiaran a mis compañeres mil veces en bolas (Giovi Novello, todo encuerado, mostrando el torso trans más lindo del Congreso), entré al Senado a ver la sesión.
Arrancó a las 16 pasaditas y la verdad es que pocos discursos fueron tan emotivos como el de Nancy González, senadora por la provincia de Chubut. La memoria de les que ya no están estuvo presente todo el tiempo. Y también su chispa. Con Marlene Wayar nos encontramos en el Salón de las Provincias que estaba reservado para la prensa. Las travestis peligrosas nos conectamos al wifi de las muertas y Marlene arrancó un teje para ver si podíamos entrar al recinto. Y se alinearon ahí las Dianas y las Lohanas y nos metimos en el último palco, con la única bandera trans de una organización, la de Varones Trans de Santa Fe.
Llegamos para las últimas dos alocuciones y todas comenzamos a transmitir en vivo. En mi Palco estaba, además de Marlene, Daniela Ruiz y otra compañera. En el primero de ese piso estaba Alba Rueda, Subsecretaria de Diversidad Sexual de la Nación, y Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de Mujeres, Género y Diversidad. Veía de lejos también a Ornella Infante, Vanesa Cufré, Flor de la V, les chiques de Trans Argentinxs, Alma Fernández, Agustina Ponce… éramos poques, pero éramos todes.
Yo estaba en un sueño en el cual me había convertido en una protagonista inesperada. Era la única periodista cubriendo en el recinto, nadie más de prensa había podido entrar. Y encima travesti, porque todo así con el travestaje.
Nueve años atrás, en la votación de la ley de Identidad de Género, estaba en el barrio Yapeyú de la ciudad de Santa Fe, en la casilla de emergencia dónde vivía con mi mamá, lavando ropa a mano con un frío que me quemaba los dedos.
Nueve años después estaba en el mismo recinto donde Diana Sacayán y Lohana Berkins festejaron esa conquista, ahora celebrando la ley de Cupo que lleva sus nombres.
“Quiero que mis amigas estén acá pero no están, pero si están porque salió el sol. Estoy feliz porque están ustedes y porque llegó el momento”, me decía Marlene en una entrevista un rato antes de que entráramos al recinto. Y estaban ahí. Todo el tiempo estuvieron con nosotras. Calentándonos como el sol.
Finalmente se definió la votación, con 55 votos a favor, 1 en contra y 6 abstenciones. El artículo más resistido fue el que buscaba desestimar todos los antecedentes relativos a la penalización de la prostitución y el travestismo, y -qué sorpresa- fue votado en disidencia por esos que, siendo gobierno, instauraron un protocolo específico de detención para personas LGBTIQNB+ y metieron presa a Mariana Gómez.
Pero nada de eso importó ni alcanzó: triunfó el amor, triunfó la lucha, triunfó la historia y bailamos con nuestras muertas.
Salimos del recinto y fui a la plaza a buscar a mis compas. Afuera era todo batucada y amor y a mí se me desarmaba el corazón. Nos perdimos en un abrazo que va a vivir para siempre en mí. Nos sacamos una última foto con Pame, Santi, Dino y Giovi y encaramos a Rosario a descansar. Estábamos cansades pero felices. Sin entender mucho nada.
Ahora estamos con Gio y Dino en el auto, volviendo a Santa Fe. Yo voy llorando mientras tomamos mates y escribo este texto, sabiendo que nunca más voy a ser la travesti que era antes de este viaje. Que volvimos con un futuro distinto para nuestres niñes, con la posibilidad de un laburo y derechos laborales para nosotres y jubilaciones para nuestres viejes.
Queda mucho aún por conquistar, obviamente. Ahora vamos por la Ley Integral Trans y la Reparación Histórica.
Igual celebramos. Celebramos que somos un país un poco menos injusto, en la ruta, escuchando Guasones. Hoy no hay tristeza en la ciudad amor. Hoy hay solo felicidad.
Hasta la Victoria siempre.
Texto publicado originalmente en www.cosecharoja.org
Escribe. Se especializa en la temática trans-travesti y las notas viscerales.