Jóvenes de nuestra ciudad se organizan, debaten y ocupan espacios resistiéndose a un clima de época que clama que toda la juventud es de derecha. En el Día de las y los estudiantes, Periódicas charló con referentes estudiantiles para conocer cómo llegaron a la política, qué les interpela y qué demandan.
No estamos descubriendo la pólvora, pero vale decirlo: este gobierno se hizo rápidamente de dos enemigos. El primero, las y los jubilados, esa población de trabajadores pasivos (mayoritariamente mujeres) que no han parado de perder derechos y poder adquisitivo desde el inicio de la gestión Milei (y desde un poco más atrás también). El segundo, las y los estudiantes: con el desfinanciamiento del sistema de educación, los recortes de presupuesto a universidades públicas y las políticas salariales para las y los docentes, miles de jóvenes en todo el país han encontrado un motivo (más) para organizarse políticamente.
A esa agenda se le suman algunos temas que siempre resuenan en un sector de la juventud: la defensa de los derechos conquistados para mujeres y personas de la diversidad sexual, la agenda contra el cambio climático y en protección del ambiente, e incluso el acceso a la educación y a un mercado de trabajo que no cercene sus derechos. En los últimos se suma un factor emergente más: la salud mental.
De todo esto, y mucho más, Periódicas charló con estudiantes de distintas instituciones de nuestra ciudad. Porque hay algo que queremos dejar en claro: cuando dicen que “a los jóvenes no les interesa la política”, hablan de que quizás no se ajustan a los parámetros de lo que es hacer política para los viejos estándares de la militancia.
Las y los jóvenes se interesan, se involucran, piensan e imaginan, y hacen todo esto mientras desde las redes sociales los bombardean con discursos masculinizados, que sólo se preocupan por lo que les pasa a los jóvenes varones, cis, heterosexuales, de clase media alta, de los barrios divertidos de la ciudad de Buenos Aires. Desde Rebord al Gordo Dan, todo lo que se produce pensado para la juventud politizada está visto con ojos de varón, dicho desde una masculinidad impostada.
Pero las pibas, las travas, las tortas, los maricas, las personas no binarias sostienen centros de estudiantes, agrupaciones políticas y todo el clivaje de la militancia territorial que tan lejos está de la militancia en redes.
Sin ir más lejos, las presidencias de los Centros de Estudiantes de nuestra ciudad están repartidas de forma más equitativa entre varones y mujeres que lo que estaban hace unos años. Y son las mujeres las que suelen encabezar las marchas y movilizaciones que vemos y a las que asistimos.
¿Cómo llegan las mujeres y muchachines a la política? ¿Qué les interpela? ¿Qué demandan? Mejor preguntarles a elles.
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La juventud no está perdida
Giovana Assenza tiene 17 años, es la presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Secundaria de la Universidad Nacional del Litoral (CEESUNL) y puede marcar con exactitud el momento en el que definió acercarse a la política, un momento que comparte con varias generaciones: la lucha por el aborto legal, los años de la "Marea Verde".
Giovana cuenta: “Cuando yo estaba en sexto grado de la primaria mi vieja iba a las marchas por la despenalización del aborto, pero a mi no me llevaba por que decía que yo era muy chica para eso. En ese momento no sé si estaba a favor del aborto, pero al principio me daba curiosidad saber por qué tantas mujeres marchaban y por qué se hablaba tanto del aborto".
Y esa curiosidad la transformó: "Entonces empecé a ir a las marchas a escondidas de mi vieja. Me acuerdo que una amiga me había conseguido un pañuelo verde y entonces lo llevaba a la escuela escondido en la mochila, a la salida ataba el pañuelo en la mochila y nos íbamos con mis amigas a las marchas o a los pañuelazos que había. Y a partir de eso empezamos a entender de qué se trataba el feminismo y a sentir que podíamos opinar de lo que pasaba o de lo que se discutía”.
Este despertar es compartido por Sara Infrán, de19 años, militante de la agrupación de estudiantes autoconvocados Isonomía de la Escuela Industrial Superior: “El feminismo, y lo que fue el debate del aborto, fue como mi primer acercamiento a pensar la política yo misma. Ahí empecé a preguntarme ¿por qué pienso esto? ¿Yo pertenezco a este movimiento? ¿Cómo me pienso como mujer? ¿Cómo pienso a las otras mujeres? Yo tenía 12 años, el aborto era algo re lejos para mí, pero fue la discusión y el debate lo que me hizo darme cuenta de lo que pasaban otras mujeres y a partir de eso empezar a formular ideas propias”.
“Pensar como mujer”, un término que los retrógrados de siempre podrían utilizar como un argumento en nuestra contra, acá se materializa en una agenda propia de quienes somos mal llamadas “minorías”. Esa agenda, en estas jóvenes, apareció con la última ola del feminismo y vino para quedarse.
Transformaciones
Matías Sbodio es licenciado en Ciencia Política y se encuentra Doctorando en Ciencias Sociales (IHUCSO Conicet) con estudios sobre política y juventud. Específicamente sobre lo que sucede en las escuelas secundarias, Matías marca esa irrupción de la “marea verde” como el punto neurálgico: “Hay algo que transformó la participación política en las escuelas secundarias, más aún que la pandemia, y fue el aborto. Fue algo muy significativo para las estructuras institucionales porque, por primera vez en mucho tiempo, se vieron profundamente atravesadas por un debate externo a la escuela que generaba grandes reclamos por parte de los alumnos".
Y sobre esto explica: "Por ejemplo, cuando arranqué a hacer entrevistas en el año 2019 los reclamos de muchos jóvenes LGBT+ tenían que ver con la implementación de la ESI, la aprobación del aborto, los protocolos de violencia de género o iniciativas en contra de la discriminación por identidad de género y orientación sexual. Después del 2020 esos reclamos se fueron diluyendo de a poco”.
Si hacemos el ejercicio, todas y todos vamos a recordar algún tema que en nuestra generación logró romper con el hermetismo del ámbito educativo para meterse en la discusión dentro del aula, en los pasillos, en las veredas. Para estas cronistas fueron claves dos momentos: Fede es parte de esa generación del aborto y la ESI; Belén de la discusión por el conflicto con el campo, la 125, y la posterior Ley de Medios.
Algunes pensarán en el debate por el matrimonio igualitario o por la instalación de las papeleras en Entre Ríos. Otros, en el cese de la colimba, la guerra de Malvinas, la vuelta de la democracia, la discusión por la ley de divorcio. A todos y todas, en algún momento de nuestra adolescencia, nos interpeló la realidad y nos invitó a pensar que nuestra opinión y nuestras ideas importaban.
La irrupción de la "Marea Verde", el Ni Una Menos y el “Mirá cómo nos ponemos” (que surgió tras la denuncia de Thelma Fardín a Juan Darthes) marcaron el ritmo de discusión para toda esta generación.
Candelaria Sabas tiene 17 años, es secretaria general del Centro de Estudiantes de la Escuela Secundaria de la Universidad Nacional del Litoral (CEESUNL) y nos explicaba cómo debieron motorizar el cambio hacia el interior de cada establecimiento para adaptarse a la época, algo que continúa en ejercicio hasta el día de hoy: “Nos llegó el caso de una chica de la escuela que hizo una denuncia, porque un vago con el que se vinculaba y que no era de la escuela la golpeó. Por esa denuncia el vago tiene una perimetral, pero la rompió al ir a la escuela dos o tres veces a encontrarse con otras chicas".
Las estudiantes relatan, además, algo con lo que se enfrentan las y los jóvenes en varias instituciones: que sus iniciativas y demandas no son bien recepcionadas por las autoridades de las escuelas. "Frente a eso nosotras habíamos planteado la posibilidad de hacer una asamblea para para poder, al menos, hablar con especialistas sobre la violencia de género, sobre las herramientas que tenemos y sobre las que nos faltan para acompañar situaciones así, pero desde la escuela no nos lo permitieron 'porque sacabamos mucho tiempo de las clases', pero es algo en lo que vamos a seguir insistiendo”.
Cuidarlos es cuidar el futuro
Las y los pibes funcionan (junto a los docentes) como una especie de “termómetro” dentro del sistema educativo. Para Sbodio, tiene que ver con un efecto colateral de la pandemia: “Si bien antes dije que la pandemia quizá no generó tantos efectos políticos en los estudiantes secundarios como sí lo hizo la Marea Verde, el aislamiento transformó rotundamente la forma en la cual los jóvenes se relacionan. La pandemia generó transformaciones en cómo los pibes vivencian un montón de cosas, en cómo viven sus amistades, cómo experimentan el vínculo con su celular, cómo experimentan la salud mental, que se transformó en un problema central para ellos durante la pandemia. El aburrimiento, la ansiedad, la frustración, la depresión o la angustia prolongada, son todos temas que se empezaron a transformar en algo importante desde ese momento”.
Irene Martínez Vanni y Ary Sosa están en tercer año. Son presidenta y vicepresidente del Centro de Estudiantes de la Escuela Provincial de Artes Audiovisuales y Visuales Prof. Juan Mantovani (CEEPAAV) y sobre la problemática de la salud mental nos contaron que vienen trabajando en algunas respuestas para enfrentar el vacío que el sistema tiene en este tema: “En nuestra escuela tenemos un problema y es que hay una gran ausencia de profesionales de la salud mental. Quienes están a cargo del Gabinete Psicopedagógico no están en la escuela en toda la semana, y los días que están ni siquiera están todo el día completo. Por eso desde principio de año empezamos a pensar en un proyecto para tratar de acompañar de alguna manera a muches compañeres que tienen ataques de pánico, ansiedad o que quizá están muy estresados y necesitan frenar un toque".
"Lo que buscamos es transformar algún espacio de la escuela en una “Sala Siestita” que podamos usarla para estar ahí cuando lo necesitemos", explican. "Sabemos que nosotros no podemos reemplazar al Gabinete, pero es lo que se nos ocurrió como para tratar de dar una mano a muches compañeres que no la pasan bien”.
Es por acá
Estas pibas y pibes también existen. Creen en lo público y lo defienden. Eligen militar en el territorio y no quedarse en el recodo de las redes sociales. Trabajan, debaten, aprenden, discuten y le ponen el cuerpo. El cuerpo, la cara, el nombre y la voz: no se ocultan detrás de perfiles falsos para tirar odio en redes en discusiones estériles.
Hay algo de sus historias y de su vínculo con la irrupción de la “Marea Verde” que debería darnos orgullo: ahí donde nos dicen que a las nuevas generaciones “nada les importa”, aparecen. Ahí donde se declama que la juventud “es de derecha”, resisten. Acá, en un país que ahora les da la espalda y no les propone un futuro prometedor, crecen. Y eligen involucrarse, cuando todo les dice “no te metás”.
Autoras: Federica Kesseler y Belén Degrossi