Viscerales

Quiero quererte bien

Victoria Stéfano, militante trava, realiza un recorrido de su vida y el amor de pareja. Monogamia, poliamor, la clandestinidad del amor travesti, la identidad y el binarismo se hacen cuerpo y texto.

Autores: RadioKermes.com

"Siempre digo que las travestis somos el deseo oculto de la burguesía capitalista, pero, ¿cuando seremos el deseo lícito de la izquierda revolucionaria?"
Lohana Berkins, Comandanta de las mariposas.

Desde mi primera relación, hace casi siete años, siempre mantuve vínculos inscriptos en la monogamia. Ese tránsito tuvo implicaciones identitarias muy fuertes para mí. Sentía que por primera vez un otro me abrazaba en mi entereza y no en mis roturas. Me reconocía. Me poseía. Me amaba. Me legitimaba socialmente.

Y eso me realizaba, sí, como una mujer cis, estudiante, económicamente dependiente, delgada y delicada. Y si eso hubiera deseado como puente a la absoluta asimilación de lo socialmente femenino, ahora sería una mujer casada, con hijos, bautizados en la iglesia del barrio, con fotos de vacaciones, y con una carrera horrenda, terminada.

Seguramente no militaría, porque esa exposición es contraria a la cismujeridaddespolitizada que se me proponía como lugar de habitabilidad. Y viviría, así, aferrada a la costilla.

Pero, para empezar a hacer mierda el cuento, no voy a decir que todo ese devenir que inició ahí en mí, identificándome como mujer trans, lo sostuve honradamente. Por el contrario en muchas ocasiones me encontré con deseos que no necesariamente se realizaban dentro de ese vínculo que estaba sosteniendo. Mantuve muchas veces otros vínculos paralelos a las relaciones que públicamente ostentaba. Pero no ex novios, keep calm. No todos fueron cornudos.

Más tarde, y más cerca de este momento de mi vida me travesticé, con una fuerza política que desconocía absolutamente. La radicalización de mi identidad, y el correrme medio metro del binarismo me dotaron de una visión del mundo que resignificó todo mi estar siendo. Me legitimé, yo misma, políticamente. Eso también, me permitió desprenderme de ciertas miradas y comenzar a armarme de otras.

Amor normativo

Hace un tiempo atrás me encontré laburando con una de esta pibitas rapaditas, de uñas cortas, camisas cuadrillé y pelo de colores; ya saben, lesbiana, y… me dejó un concepto bastante revolucionario. Estábamos las dos siendo testigos de un melodrama polihermoso, planteado geográficamente en el salón que nos contenía a ambas.
Entonces ella me mira y me dice:
- Que se queden ellos con su "paraíso" del poliamor y todo eso. Al final, es todo lo mismo. Drama y toxicidad. Yo me quedo con mi monogamia consciente.

Inmediatamente empecé a pensar en a qué se refería exactamente con eso. Y empecé a repasar todos aquellos momentos en que mis conductas, vergonzosas, de control, de posesión, de violencia, habían estructurado una forma de (no) querer bastante dañina.

Me preguntaba cuántas veces había entregado el rosquete solamente para que no me insistieran más. Cuántas veces el deseo no me habitó ni por un momento. Cuántas veces no pude compartir lo mucho que alguien me había interpelado. Cuántas veces me cagué en otros deseos, y cuántas veces me cagué en el mío propio. Cuántas veces descubrí, queriendo y sin querer, que este formato del amor normativo, no funcionaba… para mí. Tampoco sé si funciona para alguien.

Después de eso, mi siguiente relación fue realmente habitada por el deseo. La reflexión comenzaba a hacerse práctica. Un profundo y real deseo me habitaba, y podía transmitirlo claramente. Pero... desincronicidades que nos construyen, esta vez me tocó a mí ser la pobre piba. Y eso convirtió todo en pura mierda. Aún así, otra vez, pude llegar al momento de soltar.

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Construir soledades

Hasta ahí, lo único que quería era construir mi soledad. Todo el tiempo nos enfocamos en cómo sostener vínculos, desde el lugar que sea. Pocas veces nos enfocamos en cómo construir soledades fructíferas, de reconciliación, de reparación.

Durante mucho tiempo me costó entender por qué había personas que no huían detrás de la idea de una pareja o lo que sea. Ahora, en uno de los momentos más egocéntricos y necesarios de mi vida, lo entiendo. Pero también entiendo que hay muchísimo por deconstruir.

Quiero citar para este tramo en particular algo que me fascinó. Me crucé con un vídeo que subieron las Destravadas en el aire de radiob.net, unas travas tucumanas soñadas, que habían recibido a la tía Susy Shock en sus pagos. Parafraseando un poco, la traviarca decía más o menos esto: "Cuando discutimos el amor romántico, hablando de nosotras, las travestis, lo primero que sale es eso (eso que mi primera relación me dio, agrego yo, con este teclado): Agárrame de la mano, llévame, mostrame, que todo el mundo sepa, y si, -le dice Susy a quienes la escuchaban- cualquiera de ustedes se puede alarmar. Pero... si pasas eso por el tamiz trava, sabes que a nosotras no nos llevan de la mano, nos tienen ocultas. Somos de amores clandestinos, ninguneados. No tenemos experiencia de deconstruir el amor de pareja, porque no tuvimos la experiencia de ser amadas de ninguna manera. Ahí hay otro reloj biológico, por decir una gansada, en el que estamos instaladas, paradas, para ser parte de esa deconstrucción".

Y en momentos como este, donde todo apuntaría a que les heteres han descubierto la América de las lógicas amatorias y que al parecer, esos lugares que putos, marikas, tortilleres y demás monstruosidades, han/hemos habitado milenariamente, de repente se les revela, a un montón de blanquites clase media, varies militantes del campo popular, un nuevo mundo de posibilidades vinculares no monogámicas.

Pero, nosotras, mis amadas hermanas, otra vez, nos quedamos re atrás.

Amor libre / buen querer

Pero cuidado. Claramente en ese ánimo de etiquetarlo todo y de todo hacer un mercado, que sostiene y gerencia el imperio heterosexual, han corrompido, en el mal sentido, a esa territorialidad que habíamos construido como vía emancipatoria a toda empresa liberal.

Ustedes le dicen amor libre. Yo le voy a decir buen querer.

Y en esto de recuperar territorios, historia, formas organizativas originarias, se comenta que si nos organizamos… amamos todes. Pero para amarnos todes es necesario desbancarizar al deseo. Desmonetarizar el cuidado. Desdolarizar la responsabilidad. Redistribuir el conocimiento. Quitar los aranceles a la posibilidad de deconstruirse.

Y no sé aún cómo se quiere bien. Pero ando descubriéndolo. Como una práctica de revisión constante y de honestidad cargada de afecto. Como una forma de comunicar el deseo con claridad. Como una praxis de la consideración de le otre. Y entre todas estas oscuridades, vengo a descubrirme, enteramente corrompida, en el buen sentido (sí, hay buenas formas de ser corrupta), por una forma de amar que me conecta con mi propia revolución del deseo.

Porque al final, lo único que me interesa, como objetivo, es querer bien. Quiero quererte bien.

Con profundo amor, a mi compañere.

Edición: Magdalena Artigues Garnier.