Verónica Ramírez tenía 34 años y junto a Valentina, su pequeña hija de 10, fue asesinada por su expareja el 26 de mayo de 2019. El 11 de abril de este año, el femicida, Hugo Blanco, fue condenado a prisión perpetua. Un episodio extremo de violencia de género que no tiene nada de inusual en nuestra sociedad. Tres enseñanzas clave que dejó este caso a la sociedad santafesina.
El 26 de mayo de 2019 era un domingo más en Punta Norte hasta que la violencia se apoderó del barrio: Verónica Ramírez (34 años) y su hija, Valentina Escalante (10), fueron encontradas asesinadas en la casa en la que vivían, en Azopardo al 10400. Una carta en la mesa de la vivienda no dejaba lugar a dudas sobre quién era el responsable del doble femicidio. Se trataba de Hugo Daniel Blanco, expareja de Verónica quien de puño y letra confesó: "Perdón mundo, lo que pasó no lo hice porque esté loco sino porque me cansó. Me voy a matar, policía no me busque".
Pero no cumplió con lo que prometía: Blanco no puso fin a su vida sino que se dirigió a la casa de su hermana, le confesó lo que había hecho y luego escapó. Permaneció prófugo hasta las 22 del lunes 27 de mayo, momento en que se entregó en la Comisaría 10ª. Sabía que la Policía y la Justicia lo buscaban y que huyendo sólo complicaba su situación procesal.
Durante las 36 horas que el femicida estuvo prófugo, la familia, les amigues y les vecines de Verónica y Valentina transitaron los peores momentos de sus vidas. Desde el trance de reconocer los cuerpos hasta tener que hacer una colecta de dinero para poder adquirir los ataúdes para un velatorio que, por falta de recursos económicos, se realizó –tras la autopsia de rigor– en el mismo inmueble en el que horas antes ambas habían sido asesinadas a puñaladas. Cuando todavía no salían del estupor por lo ocurrido, los vecinos y vecinas de Punta Norte confesaron que el sábado a la noche habían escuchado gritos en la vivienda, pero que nadie había intervenido ni llamado a la Policía.
Gustavo Escalante, el papá biológico de Valentina, habló con la prensa el 29 de mayo, tras salir de la audiencia en la que Blanco fue imputado por los dos homicidios en concurso real agravados por el vínculo y por mediar violencia de género (femicidio). Contó que sabía que su expareja, Verónica, era agredida habitualmente por el acusado, aunque nadie imaginó que esa violencia pudiera dirigirse también a la pequeña.
Ese día, en las puertas de Tribunales se congregaron tanto la Mesa Ni Una Menos Santa Fe como el grupo de mujeres de Punta Norte. Macarena, integrante de este último espacio, denunció que el doble femicidio estuvo signado por la ausencia del Estado: "Hubo denuncias previas, pero no fueron atendidas adecuadamente", reveló la joven y agregó que el femicida "tenía una restricción perimetral que no cumplió". "Estamos muy abandonadas, queremos justicia y un Estado presente", reclamó.
En abril de este año se llevó a cabo el juicio oral y público contra Hugo Blanco por el doble femicidio de Punta Norte. A lo largo de seis jornadas, testigos y especialistas forenses aportaron los elementos probatorios que permitieron establecer sin ningún margen de dudas la culpabilidad del imputado. La acusación fue llevada adelante por los fiscales de la Unidad de Homicidios, Estanislao Giavedoni y Andrés Marchi, y por las abogadas querellantes del Centro de Asistencia Judicial a la Víctima, Laura Gerard y Vivian Galeano, en representación de Nicole Ramírez, hija de Verónica y hermana de Valentina.
El 11 de abril, el tribunal de Primera Instancia integrado por los jueces Octavio Silva y Pablo Ruiz Steiger y el conjuez Néstor Pereyra condenaron a Hugo Blanco a cadena perpetua por el doble femicidio.
Las lecciones del horror
Como cada caso en el que la violencia de género se cobra vidas, el doble femicidio de Verónica y Valentina deja al menos tres lecciones:
– Que el Estado al no amparar a las víctimas, al no brindarles las herramientas necesarias para escapar de la situación de peligro, al hacer caso omiso a las denuncias y limitar su acción a un papel –la medida de alejamiento– se convierte en cómplice de los femicidas.
– Que la sociedad, les vecines y la comunidad deben involucrarse en estas situaciones. Todos tenemos la posibilidad de frenar la violencia y asistir a quienes la padecen. Quizás, si alguna de las personas que escucharon los gritos de Verónica y Valentina hubiera llamado pronto al 911, el final de la historia hubiera sido diferente.
– Que las víctimas de la violencia de género no son solo las mujeres adultas: son también los niños, las niñas, los adolescentes, las personas mayores, les integrantes del colectivo LGTBIQ+. Todas las personas a los que un violento tenga bajo su poder. Lamentablemente, los crímenes de Verónica y Valentina no fueron un hecho aislado.
En Argentina, durante los primeros cuatro meses de 2022 hubo 104 femicidios, de acuerdo a los datos publicados el 30 de abril por el Observatorio de Violencia de Género "Ahora que sí nos ven". Es decir que en nuestro país cada 27 horas una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer. Cada 27 horas se repiten las lecciones que hace tres años nos dejó el doble femicidio de Punta Norte. Ojalá que pronto la sociedad y el Estado las entiendan, las aprendan y comiencen a hacer lo necesario para ponerle fin a este horror.
Escribe notas, se especializa en el periodismo judicial.