Se llama María José y se la conoce como Majo. Una cinta violeta en la muñeca y un pañuelo verde en la mochila exhiben su posicionamiento ideológico. La menor de los Gareli Fabrizi estudia ingeniería mecánica y da clases de community manager. Pero si algo la identifica es su pasión por la aviación.
No hay un momento exacto o no lo recuerda Majo Gareli Fabrizi como tal. Sí hay un viaje corto, a Buenos Aires, tal vez a sus cuatro o cinco años que aparece primero en la memoria como experiencia de vuelo. “Tuve la suerte de viajar mucho con mi familia -cuenta a Periódicas-. A mí el avión siempre me transmitió emoción, ansiedad, adrenalina. Miedo no, jamás. Esperaba las vacaciones para subirme al avión. No me importaba a dónde íbamos ni cuánto tiempo, sólo el avión”. Hay, también, un viaje a Chile con su mamá en la adolescencia que marca un quiebre. “Dije: quiero pasar mi vida acá arriba y ella me dijo: bueno, hacete piloto”. Estudiante secundaria de una escuela técnica y con una familia llena de ingenieros, la carrera universitaria parecía predeterminada. Y si bien, de alguna manera lo fue, nada le impidió convertirse en la única mujer piloto de Santa Fe y una de las pocas de la zona.
Aquella frase dicha (en broma?) por la mamá de Majo produjo un movimiento interno en ella. “Empecé a buscar y me di cuenta de que había algo que me generaba el volar que no me lo producía otra actividad. Es como cuando te enamorás. Ese algo físico que sentís en el cuerpo cuando ves a la persona, pero con una actividad”. La Majo adolescente estudiaba en la Escuela Industrial. Hoy cursa la carrera de Ingeniería mecánica en la Universidad Tecnológica (UTN). Relata que siempre contó con el apoyo de su familia en todo lo que emprendiera y que si en algún momento la aviación casi la lleva a dejar la universidad, fue un planteo personal que ella misma revirtió. “Creo que las personas no somos una sola cosa. Mi tesoro está puesto en la aviación pero soy muchas más cosas. Soy también lo estructurada y matemática que la ingeniería requiere. Allí encuentro un lugar de comodidad que no tengo en otro lado. Mi sano equilibrio está en las dos disciplinas”.
Volar en Santa Fe
Después de averiguaciones y búsquedas, Majo encontró el lugar para hacer realidad sus sueños en el Aeroclub Santa Fe. El espacio con más de 80 años de actividad no apareció al momento de la primera investigación. Entonces, las únicas opciones que podía vislumbrar implicaban mudarse a otra ciudad con todo lo que eso significa. “Es una carrera larga, costosa y, en cierto modo, elitista. Hubo un momento en que dejé dormir el sueño. Empecé ingeniería pero mi cabeza seguía estando en los aviones”. Fue un encuentro fortuito entre su hermano y un amigo el que hizo llegar a Majo el nombre del aeroclub local. Lo que ella llama su “casa aeronáutica” le permitía incorporarse a la aviación sin alejarse del resto de sus actividades. “La aviación nunca fue un hobby para mí”, declara quien tiene planeado obtener este año la licencia de piloto comercial de avión.
Majo es la única mujer socia activa del Aeroclub Santa Fe, la única que vuela, la única que suma tiempo en el aire para hacer una carrera en la aviación. ¿Cómo juega este dato en su realidad? “Cuando yo llegué a los 18 años no tenía una percepción tan clara como la que tengo hoy y no noté dificultades. Ahora, con el paso del tiempo percibo que hubo asperezas que limar, chistes inapropiados que escuchar. De alguna manera, las mismas asperezas que hubo que vencer en el resto de la sociedad en estos años”.
El mundo aeronáutico es un espacio nada sencillo para las mujeres. “Tiene un origen militar -destaca Majo-. Fue creado por y para hombres”. Con esa premisa, ella siente que Aeroclub Santa Fe no le ha marcado obstáculos mayores. Cuenta que su instructor de vuelo, la persona con quien más tiempo comparte en la actividad, nunca hizo diferencias por cuestiones de género. Aunque, es importante destacar que su paso por el lugar ha traído vientos de cambio. “Creo que con mi presencia han entrado y penetrado ideas mucho más fácil que si yo no hubiera estado”. Ocupar lugares, como suele decirse en la militancia. Por ahí parece ir el camino.
Los desafíos de la carrera
María José se muestra firme, convencida, fuerte. “Siempre me metí en ambientes dominados por hombres, incluso adonde hay mucho para luchar”, cuenta. Majo se siente respaldada por una familia que en todo momento la estimuló. “Soy la más chica por muchos años. Mis hermanos son personas con ideales, buenos varones que siempre impulsaron mi fortaleza”. En la aviación también encontró aliades…y ciertas personas que no lo son. “Hay una red que me protege en algunos puntos y en otros me tengo que pelear. Y me peleo porque creo en la posibilidad de allanar el camino para mí y para otras. Muero de ganas porque aparezca otra mujer en el Aeroclub. Y que cuando llegue, no se tenga que pelear por las mismas razones que yo”.
El eje de la carrera consiste en la acumulación de horas en el aire. Hay una primera etapa que requiere 40 horas de vuelo y un examen teórico práctico que lleva a la licencia de piloto privado de avión. “Esa primera licencia es deportiva, de hobby, no te permite lucrar pero es el primer paso indispensable”. El escalón siguiente implica 200 horas de vuelo, un curso teórico obligatorio y un examen también teórico práctico. “En esa etapa estoy yo. Tengo pasado unos tres cuartos de horas para llegar a esta licencia y el curso teórico ya cumplido y aprobado”.
Majo entiende que son dos los desafíos más importantes que plantea la carrera de piloto, desafíos que sumados al factor tiempo pueden generar obstáculos. El primer tema a considerar es económico. La carrera tiene sus costos y el imperativo de lograr la acumulación de horas antes de cierta edad si se aspira, por ejemplo, a ser parte de una aerolínea comercial. “Esa presión no es menor”, señala. Por otro lado, un buen ritmo de vuelo mensual deja un margen de ocio que también puede aletargar el tránsito. “En 2017 me fui a vivir a Rosario con la idea de dedicarme solo a la aviación. Estaba en una pensión y únicamente tres hacíamos otra cosa además de volar. En el entorno había tiempo libre y dinero. Es un reto no dejarse absorber por ese entorno. Por eso y por un machismo que mejor ni te cuento, decidí volver. En 2019 fue la primera vez que hice las cosas bien, que me ordené y cumplí con todo”.
Las alas del deseo
El proyecto más cercano de Majo se relaciona con ser piloto de un taxi aéreo. “No me imagino hoy (y marca esta palabra como algo que puede cambiar) en una aerolínea. Por el estilo de vida me gusta más la aviación privada”. En su intención de visibilizar la actividad y convocar a más mujeres a la aviación, Majo colabora con la difusión del Aeroclub. A fines de 2019 se sumó a la agrupación Mujeres en la Aviación Argentina y fue, durante un tiempo, embajadora en Santa Fe. Ese paso por la organización le permitió conocer números detrás de los cuales aparecen muchas más mujeres vinculadas a la aeronáutica que las que se pueden imaginar. Pero, a la vez, muchas menos que las que podría haber. “En el país hay sólo 23 mujeres que vuelan en forma comercial, 15 en Aerolíneas Argentinas en un total de 1000. No perdamos de vista este dato”, subraya.
Majo cuenta que los aviones son del Aeroclub y que son dos los que pilotea. Uno nuevo dotado con tecnología actualizada -“es nuestro bebecito”, comenta- y otro más antiguo. “La tecnología te da comodidad para disfrutar del vuelo. Pero si surge un problema eléctrico y se te apaga la pantalla tenés que estar preparada para seguir. Es bueno saber lo analógico, poder usar mapas, cálculos y regla de tres en el avión. Un entrenamiento que por ahí no usas pero está bueno tenerlo”.
Para ella la realidad superó el sueño. “Yo jamás imaginé que iba a volar en Santa Fe y que me iba a poder formar cerca de mi familia. Cada minuto que paso relacionándome con el tema, sea leyendo en mi casa, manejando hacia el aeropuerto, sacando el avión, limpiándolo o volando es puro disfrute”. “Tiene magia hacer lo que uno ama” dice con una sonrisa que parece expresar: ¡Dale! ¿Te animás?
Entrevista, escribe y edita notas. Se especializa en cultura. Colabora en producción y redes sociales.