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Día de la salud mental: ¿por qué tendría que estar tranquila?

Creemos que la salud no se construye sólo en hospitales ni en los consultorios. La salud nace y florece en la comunidad, en las relaciones con otros y otras, en las luchas cotidianas. La salud mental tiene que ver, también, con tener motivos para celebrar. Pero ¿qué podemos celebrar hoy?
Paula Kratje y Victoria Carballo
Autora: Victoria Carballo

Nos encontramos en un contexto regional, nacional y mundial marcado por el empobrecimiento, el sufrimiento y el desamparo. En todo el mundo, y también acá, se multiplican los discursos de odio y las escenas de crueldad. En nuestro país, venimos de unas semanas en las que nos anoticiamos del triple femicidio en Buenos Aires, el doble femicidio de Bahía Blanca y un reciente femicidio en Entre Ríos. Asistimos al vaciamiento de universidades, escuelas y hospitales, a los violentos ajustes que recaen sobre las poblaciones más vulneradas y vulnerables: jubilados y jubiladas, personas con discapacidad, habitantes de barrios populares. Mientras, el mismísimo presidente niega las violencias, ejerce la crueldad desde sus políticas y se dedica a cantar covers de canciones que no comprende. 

La tranquilidad recetada

"Ahora no estoy más tranquilo ¿y por qué tenía que estar?" dice Charly en Demoliendo Hoteles. La tranquilidad, la felicidad y la salud se han vuelto imperativos vacíos, despolitizados y privatizados. Si estás triste, es problema tuyo. Las soluciones más frecuentes y accesibles tienen que ver con el consumo. De drogas legales y recetadas (o no) sin abordajes integrales que acompañen y sostengan, de drogas ilegales -criminalizando a quienes consumen para beneficio de las corporaciones narco- o de otros productos que ofrece el capitalismo, buscando una satisfacción inmediata para silenciar y tapar el dolor. Para volver a estar tranquilas. 

Cada época y cada territorio produce sus propias formas de enfermar, y también las maneras de lidiar con esos sufrimientos. Los padecimientos subjetivos más frecuentes en la actualidad tienen que ver con la ansiedad, los consumos problemáticos, las depresiones y las violencias. Hoy nos cuesta hablar de salud mental sin sentir rabia o desesperanza. Frente a proyectos políticos y económicos dominantes que violentan nuestras realidades y niegan las condiciones de vida que nos atraviesan, ¿por qué tendríamos que estar tranquilas? ¿Podemos escuchar el dolor que sentimos sin apurarnos a silenciarlo? ¿Qué nos dice esta angustia sobre cómo estamos viviendo?

Autora: Victoria Carballo
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Los manicomios del 2025

Una de las formas históricas en las que la sociedad sobrellevó los malestares que ella misma generaba fue el encierro. Los manicomios, esos espacios para aislar a las personas que sufren, persisten hasta nuestros días. Aún hoy existen instituciones públicas y privadas que funcionan con una lógica manicomial, donde la oferta frente al sufrimiento es la segregación. Pero el manicomio no es solo un lugar, es también una lógica, una forma de mirar y tratar al otro. Es lo que pasa cuando se invalida a una persona, cuando se decide por ella, cuando se la encierra, aún sin muros visibles. Aparece por ejemplo, cuando los diagnósticos se vuelven etiquetas para toda la vida, cuando se patologiza una forma de existir en el mundo solo por ser distinta a “lo normal”, cuando se presume incapacidad y se niega el derecho a decidir o cuando se medica sin escuchar lo que hay detrás del dolor. Percibir al otro como una amenaza, como un enemigo que es necesario eliminar o poner en sospecha su propia humanidad también son formas que toma la lógica manicomial de nuestros días

¿Cómo expresar nuestra inconformidad con estas reglas del juego al que se nos convoca y vivir de otras formas? En el contexto que describimos, el desafío es enorme. 

Volver

Nos gusta volver a las consignas que supimos construir colectivamente y que nos enlazan. Ya dijimos Nunca Más. Ya dijimos Ni una menos. Ya dijimos Nada de nosotres sin nosotres y ya dijimos que a la educación pública y a los jubilados se los defiende. Ya dijimos que somos las nietas de todas las locas que no pudieron encerrar.

¿Qué haríamos sin estas consignas que nos abrazan en las plazas, en las calles, en los trabajos y en las discusiones nuestras de cada día? ¿Qué sería de nuestra salud mental sin el abrazo colectivo que permite sobreponernos ante la crueldad? Las brujas, las locas, nuestras abuelas y madres de Plaza de Mayo, las diversidades, sobrevivientes al manicomio y a todas las formas que asume el encierro hoy, las personas con discapacidad, las y los jubilados. Presencias, existencias y experiencias que sacuden estructuras de opresión y nos enseñan a resistir. 

Autora: Victoria Carballo
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No necesitás terapia, necesitás un sindicato

Quienes nos expresamos -antes y ahora- ante las injusticias y las formas extremas de la violencia, hemos sido puestas en el lugar de locas, histéricas, traumadas, desquiciadas. O con tonalidades más sutiles aunque igualmente efectivas: calmate, estás exagerando. Por eso, más que discutir “cuántos pueblos nos pasamos” preferimos hablar de qué pueblo queremos ser.

¿Cómo interrumpir el automatismo de pensar que así son las cosas y que no habría más remedio que soportarlas? Hace unos años, la publicidad de un ansiolítico versaba: “No podemos cambiar el mundo pero sí el precio que pagamos por observarlo. Alplax disminuye la vulnerabilidad ante el stress” (Laboratorios Gador, 2003).

En un ejercicio a contramano, recordamos a Susy Shock: “no queremos ser más esta humanidad”. Tampoco queremos, ni podemos permitir, que nos quiten el derecho a la imaginación, a fantasear qué mundos queremos construir, qué reglas del juego no vamos a aceptar y qué consignas necesitamos fortalecer. Nunca Más, Ni Una Menos, Las almas repudian todo encierro: pistas para orientarnos y encauzar nuestro deseo. El deseo como fuerza y acción.

Pensamos que un modo posible de celebrar a la salud mental hoy es haciendo nuevos refugios, amparos, redes y espacios de encuentro. También, abrazando nuestro estar en común, las fragilidades compartidas y los lazos que nos devuelven alguna calma. Si el manicomio es el lugar donde se corta el intercambio y se aisla, respondamos con comunidad, con lazos, con afectos políticos. Cuidar la salud mental es, también, imaginar colectivamente qué pueblo y qué humanidad queremos ser.

Paula Kratje y Victoria Carballo, especialistas en Salud Mental
 e integrantes del Seminario de Género y Salud Mental de la 
Residencia en Salud Mental Comunitaria de Paraná, Entre Ríos.