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María Noelia Trujillo: "Hice las paces con mi pasado"

María Noelia Trujillo fue una de las primeras santafesinas trans que obtuvo la Reparación Histórica otorgada por el Gobierno de la Provincia de Santa Fe por haber sufrido, debido a su identidad de género, persecución y hostigamiento  en la última dictadura militar. En esta ocasión, nos relata  su experiencia en aquellos años oscuros.
Foto: Titi Nicola | CC BY-SA 4.0

Una mujer rubia de aproximadamente 1,80 de alto, con imponente figura, aguarda a Periódicas en la puerta de su casa ubicada al norte de barrio Guadalupe. Con cierta timidez señala el ingreso por un pasillo repleto de plantas  y una hilera de frondosos pinos que nos guían hasta su vivienda.

María Noelia Trujillo tiene 55 años y es una de las pocas trans sobrevivientes de la última dictadura militar. Nacida en Santa Fe, se crió en el seno de una familia de clase media trabajadora. Su papá era ferroviario y falleció joven producto de una enfermedad; su madre era una dedicada ama de casa.

“Noly”, como la llamaba su mamá, es la más chica de cuatro hermanas mujeres.  Ella nos cuenta que tuvo la dicha de tener una infancia feliz y estar rodeada de padres amorosos. Por un momento reflexiona sobre esos recuerdos y confiesa: “En mi casa había mucho amor. Esperaban el varoncito cuando nací. Crecí sintiéndome nena y lloraba angustiada cada vez que me cortaban el pelo como a un varón. Era un niño feliz pero una niña triste”. Sus padres no llegaron a ver su cambio físico completo y reflexiona que posiblemente su padre habría muerto de pena de haberlo hecho. Piensa en el dolor que les podría haber provocado aunque sostiene que en la vida todo pasa por algo.

Noelia nos relata, a través de su historia, el peso y el poder que tuvo el pasado para forjar su presente. Aprendió a los golpes que "era una privilegiada, por saber mucho más de la vida que alguien que acumula títulos universitarios".

En una charla íntima en el comedor de su casa, Trujillo nos cuenta su historia más intima para contarnos qué significó ser una persona trans, en la etapa más oscura de la historia de la Argentina: la dictadura cívico-militar.

Falta de control y peligro moral

 “Caí por primera vez presa cuando tenía 16 años ¿Motivos? Falta de control y peligro moral”, comienza a relatar con cierto pudor. “Ese era el título de tu causa si la policía te atrapaba siendo gay o trans. Era muy chica y más allá de estar transitando de a poco mis primeros pasos para ser quien deseaba ser, seguía siendo una nena tímida”. La entrevistada cuenta que fue en Laguna Paiva y que el juez no quería ponerla en libertad siendo menor, por lo que su mamá buscó un abogado especializado en detención juvenil. Noelia y su mamá tuvieron que hacer una promesa de que iba asistir rigurosamente a clases para lograr anular su detención. “El entorno entero padecía tu decisión de ser una persona trans. Mucho tiempo me dolió hasta que los entendí. Terminé el secundario y viaje rumbo a Buenos Aires, una ciudad que ya este estilo de vida era visto de otra manera”, prosigue.

Su paso por la cárcel en aquel momento fue apenas el principio de muchas noches de oscuridad en una fría y solitaria celda. Noly le manifiesta a Periódicas que  para ese entonces la construcción del género que deseaba tener era insignificante. Apenas un flequillo que asomaba o el cambio en la voz, volviéndose más suave que lo habitual. “Más femenina”, dice entre risas.  Retoma el relato de su primera noche  en la comisaría con sólo 16 años y brinda detalles escalofriantes del lugar y del maltrato que tenían los oficiales para con las personas gays o trans. La precaria construcción edilicia y la falta de mantenimiento de la comisaría, sumado a las miradas cargadas de asco y odio por parte del personal de las fuerzas, le daban la pauta que la esperaba una estadía poco agradable.

“Me acuerdo que esa noche me habían hecho desnudar frente a toda una guardia, me hicieron sacar la bombacha y se pusieron a patearla como si fuera una pelota. Nunca me sentí tan humillada. De ese día, todavía no puedo olvidar la cara de un policía en un rincón al que se le notaba que no quería ser parte del show”. Siempre que recuerda esa anécdota humillante, Noelia procura no darle lugar al rencor y tiene presente a una monja que le enseñaba catequesis en la escuela  –asistió a un colegio católico por pedido de sus padres- que le decía que no toda la gente era mala. “Cada cárcel tenía lo suyo”, recuerda. Sin embargo ella sostiene que el tiempo le dio la razón a esa “monjita”. “Sé que había gente buena y gente mala. Conocí militares buenos y malos, policías buenos y policías malos”.

Aberrante sujeto vestido de mujer

Ser trans o gay en aquellos años significaba para el resto de la sociedad una anormalidad que era disfuncional a los estamentos sociales. Si eras sólo gay las penas solían ser más leves . Pero para una persona trans ya significaba una pena mayor, y cuanto más notoria era la transformación física mayor era la pena también. Los medios se encargaban de criminalizar más aun a las personas trans. “Aberrante sujeto vestido de mujer” fue el título de un diario local, recuerda Noly. Hubo ensañamiento con el colectivo trans. Fueron encerradas, violadas, golpeadas y les quitaban sus pertenencias, humillándolas una y otra vez.

En Buenos Aires por ejemplo, en Devoto, a las mujeres trans las pelaban. María Noelia Trujillo no llegó a sufrir ese tipo de ofensas pero si padeció golpes en distintas partes del cuerpo o que le sacaran el colchón en pleno invierno obligándola a dormir en el piso de hormigón. “Cuando salías después de varios días de encierro no podías ni caminar y estabas deshidratada y mal alimentada. Cuando caías primero eran dos o tres días, pasaban luego a ser catorce… y así hasta pasar más tiempo. La justicia hizo lo que quiso con nosotros”, reclama apesadumbrada.

Para Noly  el sistema completo que gobernaba  el país se había corrompido. “Les dieron poder y se corrompieron. El poder puede salvar o puede hacer daño. Muchos no dudaron en hacer lo último. Nos odiaban”, sostiene con dolor.

Foto: Archivo de la Memoria Sexodisidente de Santa Fe

“La jodida democracia"

La democracia llegó solo para una parte de la sociedad. Para el año 1983, y de la mano de Raúl Alfonsin,  la tan ansiada democracia era un hecho para muchos, pero para el colectivo trans el panorama no era muy alentador. “La democracia fue jodida para las personas trans”, recuerda Trujillo. Explica que la policía podía seguir llevándote porque el código de detención no había cambiado. Si las encontraban en una esquina o en la calle a plena luz del día la policía podía llevarlas por averiguación de antecedentes. “La historia se repetía, para nosotras no había mucho para celebrar".

Para evitar un elevado historial de detención las mujeres trans solían cambiarse el alias para no perjudicar los antecedentes de arresto. Los días fuera y dentro de una comisaria implicaban correr muchísimos riesgos. No ser reconocidas era una forma de sobrevivir. La mayoría solo podía subsistir en el día a día gracias al trabajo sexual. El trabajo formal les era negado y no quedaban muchas opciones. "No solo había un Estado, sino también una sociedad que te excluía", afirma Noly.  Una sociedad las observaba como extrañas por lo que no las contrataban de bacheras o para limpiar una casa. Cuando la prostitución comenzó a hacerse más visible, se empezó a hablar de la llamada "peste rosa" (VIH) y la gente no quería siquiera compartir un vaso de agua con una persona trans.

La justicia fue cambiando de a poco, pero al comienzo sólo tomaban sus casos jueces transfóbicos, homofóbicos o misóginos. “Hemos visto de todo”, comenta con cierta ironía. “Hasta que llegó uno caído del cielo”, recuerda con  emoción, "y dijo:  no más detenciones. Son personas que eligieron vivir y han decidido cómo hacerlo".

En el año 2010, los artículos que justificaban la detención de personas trans fueron derogados en la Provincia de Santa Fe. "Cuando publicaron la derogación de los artículos volví a respirar. Sabía que iba a poder volver a cualquier hora sin tener temor de que me lleven, iba a poder pararme en una esquina o ir a donde quisiera", cuenta con nostalgia la entrevistada. "Pasó un tiempo largo hasta que deje de paralizarme cada vez que veía el comando".

Foto: Archivo de la Memoria Sexodisidente de Santa Fe

Trans y sobreviviente

Así se definen las personas trans que han sentido el paso de la dictadura en sus vidas. Se definen como sobrevivientes porque pertenecen a un colectivo con una expectativa de vida que hoy está entre los 28 y los 40 años. Superar esa edad es sobrevivir a un sistema que se propuso borrarlas. Para Noelia el largo camino transitado, aun en sus jóvenes 55 años de edad, la han marcado y su cuerpo por momentos le pasa factura. "Las personas trans no tenemos una vida muy longeva, más aún las que venimos con secuelas de los golpes de la dictadura. Yo todavía siento el dolor de las patadas en los tobillos o en las costillas los días de humedad. Nuestros cuerpos dicen una cosa pero internamente el envejecimiento psicológico es el que pesa”, explica con tristeza. Pasaron muchos años hasta que Noly pudo poner en palabras todo lo que vivió.

Reconocer es reparar

En mayo de 2018, 21 mujeres trans de la provincia que venían reclamando ser incluidas en la ley provincial de reparación histórica a presos políticos N° 13.298, vigente desde 2012, iniciaron los trámites para acceder a la misma.  “La ley 13298 establece una pensión para aquellas personas que fueron detenidas durante la última dictadura militar por motivos políticos, gremiales o estudiantiles y hasta ahora no había incorporado a la orientación sexual y/o identidad de género como pretexto para la inclusión en ese beneficio”, destacó en aquel momento el subsecretario provincial de Políticas de Diversidad Sexual, Esteban Paulón.

El golpe de Estado de 1976 intentó restaurar un modelo conservador y cristiano de familia. Las personas que no iban con esos valores fueron el blanco de la persecución. Cada victima debió presentarse ante la justicia con su historial de detenciones donde justificaron la persecución por odio al género. Ese fue un largo recorrido para muchos y muchas, dado que la gran mayoría de las pruebas fueron desaparecidas de forma ilegal.

“La reparación histórica es más que un detalle económico. Para mí fue un pedido sincero de perdón”, expresa emocionada Noelia. Mientras hace un esfuerzo por no quebrarse comenta que no esperaba unas disculpas públicas pero que sin embargo sintió que esas palabras fueron expresadas con sinceridad. “Escuchar que te pidan perdón personas que no tuvieron la culpa  fue fuerte…y  lloré. Lloré con muchas ganas. Lloré con fuerzas por todas esas noches que me sentí sola lejos de casa, por todas esas noches que tuve miedo y no tenía a quien abrazar. Lloré por cada vez que me sentí excluida. Lloré porque sentí que finalmente di vuelta a una página”, dice con lagrimas en los ojos y con la voz entrecortada.

La reparación histórica les brinda a las personas trans víctimas de la persecución de la dictadura, la posibilidad de recibir pensión económica. Para muchas significa el final de la búsqueda diaria de cómo subsistir.

Noly le explica a Periódicas todo lo que las personas trans atraviesan a la hora de ir a pedir trabajo o cada vez que precisan atención medica. Recalca la importancia de capacitar en perspectiva de género para evitar situaciones de discriminación en todos los ambientes laborales. Las malas miradas, los cuestionamientos y la falta de respeto que sufren suelen ser moneda corriente. “La gente no sabe todo eso”, dice sacudiendo la cabeza. "Por eso la pensión fue un alivio inexplicable. Hubo muchas personas que juzgaron y no nos dieron la oportunidad de hablar ni contar lo que vivimos. Muchos cuestionaron esta pensión por no haber hablado antes, pero nunca nos permitieron tener voz”, explica reflejando alivio.

El poder de la mirada

Para nuestra entrevistada, los ojos hablan y también condenan. Cuenta lo que influye para ella la mirada del otro y asegura que prometió ya hace mucho tiempo evitar mirar a otros de la forma dañina con la que la han mirado siempre. “Mil veces me vestí con ropa del trueque por las miradas de asco de las señoras de los comercios de prendas. La gente no entiende idea de lo que pesa la mirada y todo lo que provoca en una persona”, reflexiona.

En una mezcla de emociones, Noly confiesa a Periódicas que, aunque sabía que la dictadura no iba a ser eterna, siempre tuvo la incertidumbre de saber si las personas las van a aceptar algún día como a cualquier otro ciudadano, sin etiquetas.

"Hice las paces con mi pasado"

“Hoy miro a un policía y no puedo reprocharle nada ¿Por qué tendría que generalizar?  Fue una época dura para muchos, trans y no trans. No puedo juzgar al presente por el dolor del pasado. Soltar a veces sana. A nosotras nos tocó la parte más cruda. Abrimos camino poniendo nuestro cuerpo y nuestra mente”, asegura tranquila Noelia. “Yo creo que muchas mujeres no valoran tanto su género porque no tuvieron que construirlo paso a paso como nosotras. Un género que nos costó amigos, familia, maltrato y exclusión, ni hablar de exilio”, aclara invitando a la reflexión.

María Noelia Trujillo se anima a contarle a Periódicas si aún le quedan asignaturas pendientes. Entre risas afirma que vivió plenamente con todo lo que eso significó. “Cuando me toque irme, sé que será un viaje placentero. Siento que viví una vida plena. Reí, lloré, sufrí, crecí. Amé profundamente y me amaron. Perdí a las personas que más amaba pero Dios puso otras en mi camino. Siempre digo que Dios no deja nada al azar. Todo sucede por algo. El presente es el momento de descansar. Darle un alivio a mi cuerpo de todo lo que le exigí durante décadas. No tengo deudas ni asignaturas pendientes”, expresa con los ojos brillosos.

Le proponemos a la entrevistada que mire al pasado e imagine a esa joven de tan solo 16 años frente a ella y que piense en qué le diría. Reflexiona sobre la tarea, sonriente, y finalmente confiesa: “Le diría que sea fuerte porque el camino en esa selva va a ser duro y muchas veces va desear morir, pero que el sol siempre vuelve a salir para todos y que a las personas buenas, le esperan cosas  buenas aunque se demore un poco”.

Para esta mujer trans y sobreviviente la vida se resume en tres caminos: el que te conduce a  tomar una decisión trágica, el que te lleva a vivir la vida que otros quieren y, por último aunque no más sencillo, el que te  guía a  dar el gran paso, como lo hizo esa Noly de 16 años, para poder vivir feliz y plenamente.

"Nunca más"

El reclamo se hace presente cada 24 de marzo. El lema que aparece y acompaña cada una de las plazas de nuestro país lo reivindica: Verdad y Justicia. Un nuevo año reúne a cientos de personas para homenajear a quienes ya no están y a quienes han sobrevivido. Hay marcas que no se ven pero se llevan en la memoria. Hay heridas que duelen aunque ya hayan cicatrizado.

Para Noly, y para muchas personas más, esta época marcó su vida por los abusos de poder y las desapariciones forzadas. Para ella significa un revivir de horas oscuras llenas de dolor y un sincero pedido de no repetir la historia. "Para poder reclamar la verdad no podemos darnos el lujo de olvidar. Han pasado más de 40 años de aquella nefasta dictadura y cuando nos vulneran un derecho a veces actuamos tibiamente olvidando cuánto nos costó tener este presente. No podemos volver a pasar por lo mismo. Hubo un genocidio que no reparó en sexo ni edad. Soy una sobreviviente de esa oscuridad. No podría imaginar volver a pasar por lo mismo. Con todo mi corazón, deseo Nunca Más", reafirma.